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Rescate de alimentos, reto social y económico en MX

El modelo de Bancos de Alimentos de México prolonga la vida útil alimentaria, reduciendo producción, huella hídrica, emisiones de carbono y uso excesivo del suelo.

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La organización hace un llamado a empresas de transporte y logística para sumarse donando fletes o brindando tarifas preferenciales que permitan ampliar la capacidad de rescate. Foto: EspecialCreditos automáticos

Viridiana Diaz

Miles de toneladas de alimentos se pierden cada año en México, mientras millones de personas enfrentan inseguridad alimentaria. De acuerdo con Claudia García Zambrano, directora nacional de Alianzas e Inversión Social de la Red de Bancos de Alimentos de México (BAMX), en 2024 se rescataron y distribuyeron más de 180,000 toneladas de alimentos, beneficiando a más de 2.4 millones de personas en situación vulnerable. Sin embargo, esta cifra representa apenas el 0.6% del total de alimentos desperdiciados en el país.

El mayor volumen de pérdidas ocurre en el campo, antes de que los productos lleguen al consumidor final. Frutas y verduras que no cumplen estándares estéticos o que no alcanzan a ser cosechadas por falta de infraestructura y transporte se quedan en la tierra. "Rescatar alimentos en el campo implica un alto costo logístico", explica García Zambrano. "El flete refrigerado es uno de los principales retos para garantizar su recuperación en condiciones dignas".

Más allá del impacto social, el desperdicio alimentario también representa una grave amenaza ambiental. Cada tonelada de comida no aprovechada equivale a una pérdida de recursos naturales como agua, energía y suelo, además de generar emisiones de carbono innecesarias. En contraste, cada tonelada rescatada contribuye a mitigar estos efectos al reducir la presión sobre los sistemas productivos y la necesidad de producir más alimentos.

BAMX plantea como meta duplicar el número de personas beneficiadas para 2030, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el 12.3, que busca reducir a la mitad el desperdicio de alimentos a nivel global. Para lograrlo, impulsan un modelo de economía circular en el que los productos que han perdido valor comercial pero siguen siendo aptos para el consumo humano son clasificados, dignificados y redistribuidos.

Entre los retos más apremiantes están la necesidad de incentivos fiscales para empresas donadoras, un marco normativo que facilite las donaciones y mayor innovación tecnológica para mejorar la trazabilidad y eficiencia logística. “Invertir en soluciones contra el desperdicio no es un costo, es una oportunidad de liderazgo responsable”, concluye García Zambrano.

Combatir el desperdicio de alimentos requiere un compromiso compartido: de la industria, del gobierno y de cada persona en su hogar. Porque cada alimento salvado cuenta, no solo para quien lo recibe, sino también para un futuro más sostenible y justo.

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