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Arte e Ideas

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Fernando Moreno transforma su viaje a España en la exposición Palabra de Mar

La muestra se exhibe en la Galería Ricardo Reyes y reúne 28 piezas entre dibujos en tinta, pinturas y serigrafías, reunidas además en un libro.

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Libro palabra de mar. Cortesía

Redacción El Economista

El artista mexicano Fernando Moreno presenta en la Galería Ricardo Reyes una serie de 28 obras que nacieron de un proceso de catarsis y reconstrucción personal, en el que el océano se convirtió en metáfora de deseo, pérdida y transformación.

La exposición Palabra de Mar, abrió desde el 24 de septiembre en la Galería Ricardo Reyes, ubicada en Campeche 362, interior 2-3, en la Ciudad de México. La muestra reúne 28 piezas entre dibujos en tinta, pinturas y serigrafías, concebidas tras un viaje a España que Moreno emprendió con la consigna de regresar con una serie completa de obras. El viaje se dio en medio de la ruptura de su familia y la separación de su hijo, un momento complejo en el que el arte se convirtió en aliado para reconstruirse como individuo.

“El arte ha sido un aliado para reconstruirme; busqué transformar emociones como la tristeza, la melancolía y la nostalgia en contemplación y belleza. El mar me mostró que, como sus olas infinitas, todo cambia constantemente y descubrí también la voluntad de resistir, como la piedra que enfrenta sus embates”, comparte Moreno.

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Fernando Moreno, autor.

Durante el proceso creativo, trabajó con emociones profundas: incertidumbre, miedo, añoranza, afecto y deseo. Se trató de un ejercicio de alquimia personal, de convertir la pérdida en contemplación.

El mar, protagonista de esta experiencia, lo acompañó de manera física y espiritual:

“Es fascinante, hipnótico, poderoso, renovador, limpia el alma, aclara la mente y, al mismo tiempo, es peligroso y violento: puede dar y puede quitar. Podía contemplarlo horas, escucharlo y respirarlo. Una mañana vi un cuerpo que la corriente devolvió a la playa, recién acordonado. Esa escena me llevó de inmediato a mis recuerdos en Varanasi, frente a los cuerpos en los ghats crematorios.”

En este diálogo con el océano, Moreno descubrió no sólo la fuerza del mar, sino también la metáfora de la piedra que resiste y la certeza de que, aunque parezcamos iguales, en realidad cambiamos constantemente:

“Un mundo que gira tan rápido cambia todo el tiempo y nosotros también, como esas olas infinitas, un mundo infinito con infinitas posibilidades.”

El proyecto se nutre de múltiples referentes. En el plano plástico, la obra establece un diálogo inevitable con Hokusai y Kuniyoshi, así como con la espiritualidad animista del mundo del Kami. Literariamente, Moby Dick ha sido un faro recurrente. En lo musical, Moreno trabajó acompañado de Radiohead, Unkle, y del minimalismo sacro de Arvo Pärt y Henryk Górecki, a quienes incluso rinde homenaje en algunas piezas.

Las distintas técnicas presentes en la exposición responden a lenguajes diversos. Las piezas en tinta, íntimas y llenas de detalles, invitan al espectador a examinar cada línea como un pensamiento con intención propia; evocan también la tradición de las miniaturas de la India.

Las pinturas, en cambio, surgen como una suerte de escritura corporal, imágenes que nacen de la mente y se materializan con campos de color, empastes y veladuras sutiles, en diálogo con la espiritualidad pictórica de Rothko.

Las serigrafías, realizadas en el taller Anémona Editores, le permitieron explorar gráficamente en 7 u 8 tintas y abrir su obra a más públicos.

“El arte es un lenguaje universal y un punto de encuentro; por eso me interesa que pueda conectar con más personas y entablar un diálogo”, afirma.

El proyecto se enriqueció también con la mirada de Santiago Espinosa de los Monteros, José Manuel Springer y Gabriela Gorab en la realización de un libro.

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Espinosa fue el primero en lanzar la piedra al agua al reencontrarse con una grabación suya de hace años en el IMER, titulada precisamente Palabra de Mar. Al conocer la obra de Moreno, le envió ese texto escrito en un momento difícil de su vida, en una coincidencia que resonó profundamente con el artista. Springer, su maestro en La Esmeralda, aportó una mirada crítica y cercana, mientras que con Gabriela el intercambio de ideas ha sido constante y honesto, permitiendo desmenuzar y ampliar los sentidos de la obra.

Al ver reunidas las 28 piezas en la galería, Moreno reconoce la importancia de la perspectiva:

“Es como pararte en un risco y contemplar el horizonte, encuentras el faro o la roca más lejana.”

Cada trazo es, además, un registro de la memoria y un reflejo del viaje interno y externo que atravesó.

Respecto a la reacción del público, espera que los espectadores se identifiquen con ese mar interior que todos llevamos:

“Creo que muchos entenderán este lenguaje; todos hemos tenido aciertos y momentos difíciles en esto que llamamos vida, y de eso se nutre. Desde que estudiaba en La Esmeralda, en el taller del maestro Sánchez Rull, hablábamos de la relación entre arte y vida, y eso siempre me ha marcado: no dista una de la otra.”

Finalmente, Moreno destaca los aprendizajes personales y artísticos que este proyecto le deja:

“Decía mi abuelo que todo aprendizaje es una pluma más al sombrero. En ese penacho van a derivar muchas ideas nuevas. Para descubrir hay que hacer todo el tiempo, hay que moverse, como lo hace el mar; así los ríos llegan al océano y se pierden en ese todo. Y eso es lo que quiero enseñarle también a mi hijo.”

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