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Arte e Ideas

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Vengo a entrenar, no me pidas que sonría

Una nueva tendencia está surgiendo en los gimnasios para combatir la dictadura de la sonrisa como una imposición.

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Foto: The Washington PostThe Washington Post

Recientemente, pasé una hora intentando realizar el ejercicio de yoga Virabhadrasana o Guerrero 1 sobre una colchoneta frente a unos camastros de alberca de un complejo mexicano como parte de un ejercicio de “ajuste acuático”. El instructor no me recordó que debía proteger mi rodilla pero sí me pidió que sonriera.

Estamos viviendo en un mundo con camisetas, botones y tazas que advierten: “No me digan que me ría”.

El acoso callejero ha sido documentado y denunciado desde hace muchos años. En el momento en el que ocurre, algunas mujeres reaccionan en contra del agresor. Pero fuera de las calles, y en el gimnasio en particular, los instructores de gimnasia parecen sentirse incómodos con una mujer que no está visiblemente feliz. Así que le piden que lo sea, al menos durante la clase.

Como escritora de textos relativos al fitness, tengo el privilegio de ser una estudiante de entrenamientos de manera perpetua: hice tirones laterales y abdominales en una habitación a 45 grados mientras colgaba boca abajo con un pañuelo de seda en la boca.

Pero también me han ordenado que levante las esquinas de mis labios mientras realizo un determinado tipo de ejercicios; me dicen que sonría cuando realizo mancuernas en la barra; y en México, siempre me piden una “gran sonrisa” durante las clases de spinning.

A menudo, la petición de sonreír se hace con el mismo tono que cuando se da una instrucción física real: “Acuéstate hacia atrás, mantén el peso en tus talones y sonríete a ti misma en el espejo”.

Los únicos entrenamientos en los que los instructores no me han pedido que sonría son el boxeo y crossfit, ejercicios que son practicados entre machos.

Quizás el concepto de sonreír durante la práctica de ejercicios esté vinculado a los estereotipos de género en especial cuando se practica un ejercicio relativamente “difícil”.

“No estoy de humor”

No soy la única mujer que se ha dado cuenta de la dictadura de la sonrisa. “Vengo a entrenar”, dice Natalie Weeks, una aficionada del fitness en la ciudad de Nueva York. Ella no es antisonrisa: “Realmente creo que es un privilegio mover nuestros cuerpos y debemos celebrar eso”, pero sí le desconcierta el nivel de “agresión” en los instructores que en repetidas ocasiones ordenan a los miembros de la clase que sonrían.

Julie Ricevuto, una chica que asiste a clases frecuentemente, dice: “Cuando voy al gym es, o muy temprano, durante la mañana, o muy tarde, después de un largo día de trabajo, justo los dos momentos en los que no estoy de humor para sonreír, y mucho menos durante un entrenamiento excepcionalmente duro”.

De la forma en que lo veo, los entrenamientos son una oportunidad para respirar hondo, sudar y, en general, momentos en los que deberían existir complicaciones en una habitación llena de personas que hacen lo mismo.

Una visita al gimnasio puede representar una serie de humillaciones corporales, por lo que es necesario que la persona que se encuentra en la colchoneta de al lado no te esté juzgando.

Pedir sonrisas podría generar buen ambiente en la sala de ejercicios, pero sonreír en beneficio de alguien más representa un código de género, uno que ninguna mujer debería ser obligada a mantener cuando está sobre alguna tabla.

Algunos instructores pueden tener buenas intenciones. Es ampliamente conocido que la sonrisa puede mejorar tu estado de ánimo dentro y fuera del gimnasio.

Sin embargo, algunos estudios sobre los efectos de las sonrisas durante entrenamientos no han sido concluyentes.

Entonces, ¿por qué los entrenadores le piden sonreír a sus alumnas?

Me dirigí a algunos instructores de fitness para preguntarles sobre el tema. Aunque la mayoría negó pedirles sonrisas a sus alumnas, sí explicaron por qué otros lo hacen.

“Creo que muchos instructores piden sonreír como un acto innovador dentro de la pedagogía o quizá, por nervios. Es difícil ver una habitación llena de gente que está sudando y con las cejas fruncidas; así que entiendo de dónde la idea de pedir sonrisas, a pesar de que no estoy de acuerdo con eso”, asegura Jessica Kulick, instructora de yoga certificada en Nueva York y directora de la revista Aligned.

“Todos se esfuerzan de manera diferente, ya sea apretando los dientes, arrugando las cejas, endureciendo la mandíbula o simplemente sin hacer muecas”, dice Kulick.

Sonreír no es una reacción natural durante el esfuerzo físico

“Sonreír es una reacción bastante inusual dentro de la actividad física desafiante”. En lugar de pedir directamente una sonrisa a sus alumnos, Kulick los alienta a observar si los músculos de su cara se han tensado.

Pedir a los alumnos que sonrían puede “sesgar su propia experiencia”, concuerda Jane Kivnick, instructora de yoga Y7 en Brooklyn. “También genera la expectativa de que necesitamos estar disfrutando cada momento del ejercicio. El yoga no está hecho para sentirse bien todo el tiempo”.

Por otro lado, Joanna Ross-Tash, instructora de yoga en Sky Ting en Nueva York, no ve mal el tema de las sonrisas. “Si tengo una clase donde los alumnos colocan cara a cara, podría decirles: ‘sonríe a la persona que tienes enfrente’ para recordarles que están en una práctica comunitaria”, asegura, ya que sus reacciones podrían afectar a los que están cerca de ellos.

Nadia Murdock, instructora en Nueva Jersey, cree que la sonrisa ayuda a aliviar “la tensión en el lenguaje corporal (de los alumnos)” y les ayuda a completar un ejercicio con mayor facilidad.

Sin embargo, Patrick Frost, un instructor en Miami en Barry’s Bootcamp, prefiere que sus alumnos canalicen la ira más que la felicidad. “Cuando mis alumnos hacen su mejor esfuerzo, les digo que no espero que se sientan como un arcoíris “, dice Frost. Incluso, les pido que me griten, que se enojen”, remata.

Cuestión de enfoque.

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