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Arte e Ideas

Lectura 4:00 min

Todo se lo debo ?a Sandokan

Como a Emilio Salgari, la literatura? de viajes siempre me ha inspirado.

Este fin de semana vi la película Intensamente, la nueva de Disney Pixar. En otro espacio de Arte, ideas y gente ya la reseñé. En realidad quiero hablar de otro tema sugerido por la cinta: ¿qué recuerdos, qué sentimientos nos hacen ser quienes somos?

Estaba pensando que yo todo se lo debo a Sandokan. Sandokan, no Sandokán, así, sin acento en la a, porque en aquella edición de la editorial española Everest así se escribía.

Mucha antes de que yo pudiera leer un libro completo de corrido yo ya era fan de Sandokan. ¿Y eso? Era un libro de mi hermano mayor, andaba ahí rodando entre juguetes y demás. En la portada un pirata multicolor que se veía fiero, daba miedo. Qué va: a mí me daba más curiosidad que miedo.

Leí una y otra vez el inicio del libro, lo recogía a escondidas de mi hermano, después de todo el libro era de él. Esas escenas iniciales están tatuadas en mi recuerdo. Sandokan y su amigo Yáñez llegan a una isla. Se esconden en un invernadero donde hay una estufa llena de pavesas (cómo recuerdo esa palabra: pavesas. Yo pensaba que eran las esposas de los pavos). Después salían y llovía a cántaros y se protegían en un árbol de plátanos. Al día siguiente desayunaban una penca de plátanos verdes. Qué belleza. Fue a ese libro al que le debo la fortuna de ser alguien que lee.

Sí, mucho antes de que pudiera leer el libro completo yo ya era fan de Sandokan. Ahora cada vez que veo en una librería una entrega de las aventuras del Tigre de Malasia no puedo evitar comprarla, a pesar de que tengo ya la serie completa.

Dicen que Emilio Salgari se inspiraba en los juegos de sus hijos y en la literatura de viajes, tan en boga en el siglo XIX, para escribir los libros de Sandokan (o Sandokán, pues).

Estaba pensando en eso cuando revisaba mi tambache de libros por leer. No sabía de qué escribir el Garage esta semana. ¿Qué tema sería interesante sacar de la cochera para desempolvarlo y platicarlo con ustedes? Un amigo me sugirió una vez que cuando no supiera de qué escribir, me remitiera a mis primeros recuerdos. Por eso me puse a hablar de Sandokan. Y de Sandokan salto a la literatura de viajes.

Les digo que estaba revisando mi tambache de libros por leer, y que me encuentro con un clásico de la literatura de viajes: Más allá del Golfo de México, de Aldous Huxley. No sé cómo llegó a mis manos (miento: me lo dio Manuel Lino, el jefe), pero me pongo a hojearlo.

Además de Sandokan, todo se lo debo, como Salgari, a la crónica de viajes. Ya siendo casi adolescente me topé con una serie de libros de Plaza y Janés (¿eran de Plaza y Janés? No los tengo a la mano, pero creo que sí) que relataban viajes increíbles. Con verdadero apetito leí uno titulado De Cairo a Cabo, la historia del viaje de un joven reportero español a través de África, precisamente desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo. En otro volumen se contaba una aventura en kayak a través de Sudamérica. Otro, el que menos me gustó, quizá porque era menos exótico, narraba el periplo de unos arqueólogos en la zona maya de Yucatán.

Pero me desvío, quería hablar del libro de Huxley. El autor de Un mundo feliz no sólo era una de las personas más brillantes de su tiempo, no se contentaba con ser un intelectual de gabinete, sino que era un aventurero. Según me informa la contraportada de Más allá del Golfo de México (editado, por cierto, por el Fondo de Cultura Económica), el profesor Huxley viajó por el sur Asia, el Cercano y Lejano Oriente y Norteamérica.

Comienzo a leer el librito (es un volumen de bolsillo, como deben ser todos los libros de viajes: el lector debe ser un viajero en su mente, pero la buena literatura de viaje debe invitar al viaje real) y luego les cuento qué tal.

Una última pregunta: ¿ustedes a quién le deben ser quienes son?

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