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Sufrimos un dolor fantasma por las ‘amputaciones’ del despojo social
El dolor fantasma es un fenómeno muy recurrente en pacientes con amputaciones: suelen sentir dolor en la extremidad de la que carecen. El artista argelino-francés Kader Attia traslada esta sintomatología a los traumas históricos: siguen operando como fantasmas recurrentes de sociedades que han sido subyugadas.

La negación detona un dolor fuerte. Entre más lejano en el tiempo se encuentra el trauma, mayor valor tendrá. Lo vemos muy claramente en estos días. El tiempo no cura los traumas por sí mismo”.
Fethi Benslama, psicoanalista y profesor de Psicopatología clínica de la Universidad de París Diderot.
La sensación o síndrome del miembro fantasma es un fenómeno, tanto físico como psicológico, muy común entre personas a las que les ha sido amputada una extremidad. Reportes médicos han documentado abundantes casos de cómo personas que carecen de un brazo o una pierna pueden sentir hormigueo, entumecimiento, calor, frío, incluso movimientos o un dolor que puede ir de leve a insoportable, como si la extremidad estuviera aún en su lugar.
Pese a la abundante evidencia, la comunidad científica aún no puede ofrecer explicaciones concretas sobre las causas del fenómeno. Esto habla de lo compleja y misteriosa que aún es la composición del cerebro humano para el entendimiento científico. Sin embargo, cierto es que el dolor fantasma suele ser un agravante de estrés y depresión para la persona carente y puede sumergirla en un círculo vicioso dentro del duelo.
A través de la pieza documental Reflecting Memory (Memoria refleja) —disponible de manera gratuita hasta enero de 2023 a través de la virtual Sala 10 de la página del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC)—, el artista visual argelino-francés Kader Attia emplea este fenómeno físico y mental como una metáfora de la humanidad.
Varios individuos empatados por una noción mítica, ficticia o mística solemos amalgamar un cuerpo político en el amplio sentido de la palabra, un ethos. El ejemplo más claro es la identidad nacional de un país. Y este tipo de cuerpos sociales, se postula, también son susceptibles de amputaciones y dolores fantasma.
La pieza que Kader Attia, quien tiene al poscolonialismo como materia prima de su trabajo, va desarrollando el planteamiento a través de entrevistas con cirujanos, psicólogas, artistas, antropólogos, pacientes.
El colonialismo, el totalitarismo y el genocidio han generado traumas y siguen haciendo mella por los despojos, es decir, las amputaciones en cada cuerpo social subyugado, por más grande o pequeño que sea. Hay un dolor fantasma, por ejemplo, en los armenios o los judíos a causa de los genocidios del pasado.
El trauma social
Dentro del video, el psicoanalista y profesor de Psicopatología clínica de la Universidad de París Diderot Fethi Benslama postula que instar a la negación de la historia traumática por la colonización y la apropiación de los pueblos o las personas solo empeora los síntomas sociales. Y esto puede suceder a todas las escalas.
“Actualmente, la historia se escribe de manera que intenta ser fiel a estos traumas, darle a la gente la oportunidad de vivir con ese recuerdo. Por esta razón, muchas personas insisten en el juicio de sus verdugos, no necesariamente por venganza, sino para restituir algo que si no se sustituye queda como algo faltante, como el famoso miembro fantasma que no desiste de reclamar su lugar perdido”. Basta con pensar en el reclamo por una verdad histórica legítima por parte de familias deudoras de personas desaparecidas en nuestro país.
Explotación política del trauma
En entrevista, el curador en jefe del MUAC, Cuauhtémoc Medina, suma que la línea de trabajo que Kader Attia lleva haciendo desde hace un par de décadas “ha tenido que ver con pasar de la restitución cultural al planteamiento de las distintas prácticas de reparación del trauma del pasado, desde los objetos artísticos de las culturas colonizadas hasta la psicología y la historia”.
Ciertos discursos políticos, señala, se fundamentan precisamente en la explotación de la memoria del trauma. “Lo que sucede con muchas de las políticas identitarias, y particularmente de los gobiernos populistas y los neofascismos, ya sean islámicos, occidentales o nacionalistas, es que operan sobre la idea de que van a restituir algo que se perdió”.
Ejemplos lo anterior hay muchos, refiere, desde la conocida frase de Donald Trump, “Make America great again”, como respuesta a una sensación de mutilación, hasta la urgencia de grupos islámicos para restaurar el califato o la invasión rusa en Ucrania, a manera de reacción al trauma irresoluto por la disolución del imperio soviético.
Medina suma un ejemplo mexicano entre varios de nuestros dolores por amputación social: “sentimos la falta del Penacho de Moctezuma como sentir la falta de la propia cabeza del tlatoani. Esto nos habla de las negociaciones difíciles con el trauma histórico”.
Pero, ¿cuál es nuestro gran dolor fantasma?
“Uno principal es el nacionalismo y la soberanía”, responde el doctor en Historia y Teoría del Arte. “El nacionalismo latinoamericano está construido por relatos de traumas y los de la nación mexicana consisten en heroizar a los derrotados. Nuestro relato nacional está construido de agravios, donde la derrota se plantea como un monumento heroico”.
Pero precisa que este no es un asunto aislado ni un invento de este gobierno ni del régimen priísta. “La reiteración del heroísmo ante la derrota es característica del discurso político mexicano, por lo menos, desde mediados del siglo XIX”.
En segundo lugar, remarca, “un asunto catastrófico en este momento es el rencor del machismo perdido. Probablemente la gran violencia contra las mujeres sea un intento de restaurar la autoridad patriarcal o el prestigio masculino o la centralidad del padre en la familia (...), y ahora sí aludo al discurso político, es la dañina apelación de que lo de antes fue mejor y debemos regresar a lo que teníamos”.
El trabajo de Kader Attia detona esta y muchas reflexiones más, en lo individual y en lo colectivo. Más vale echarle un ojo.