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Arte e Ideas

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Separar una manifestación cultural de otra es un invento político: Vázquez Martín

Hay miedo a generar políticas que garanticen la participación civil y de la iniciativa privada en la búsqueda de la autonomía; es necesario despolarizar, dijo para el programa radiofónico C.O.M.U.N.A.

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Foto EE: ArchivoFoto EE: Archivo

El de separar las artes hechas por los pueblos originarios del ejercicio de otros agentes culturales, como pintoras, escultores, dramaturgas, compositoras, músicos, es un falso dilema, defendió en la víspera el gestor cultural y funcionario público, Eduardo Vázquez Martín, actual coordinador del Mandato del Antiguo Colegio de San Ildefonso, durante su participación como invitado del programa C.O.M.U.N.A. Manuel radiofónico de autogestión y resistencia, conducido por Luisa Iglesias Arvide y Daniel Giménez Cacho y transmitido por la estación Horizonte Jazz todos los lunes.

“Esta idea de que hay una frontera y un corte que separa una manifestación cultural de otra es un invento político, quizás académico, pero la realidad es que las múltiples manifestaciones de nuestra diversidad cultural están imbricadas por muchísimos vasos comunicantes que hacen que una cosa y otra se relacionen. Pensar que los pueblos originarios son autistas, que viven absolutamente interiorizados, sin contacto con el resto de las manifestaciones, es falso”, opinó.

Defendió que hace mucho tiempo que la cultura es global, por los fenómenos migratorios, por el mestizaje y la mixtura de los géneros artísticos que se nutren unos con otros. El diálogo entre la diversidad, agregó, es lo que nos hace ricos y no por el contrario: tratar de diseccionar, separar y buscar una pureza, puesto que la búsqueda histórica de la pureza siempre desembocó en los momentos turbios de la humanidad.

Por ejemplo, mencionó, “los vestidos tradicionales de los pueblos originarios se inventaron en el siglo XVII para que los españoles pudieran distinguir a una nación indígena de otra. Son vestidos impuestos también. Entonces, damos por sentadas cosas como si además las culturas originarias fueran fijas, y son dinámicas”.

A partir de ello, razonó que el gran arte que se está haciendo hoy en México, el de vanguardia, está en manos de artistas que están vinculados con los pueblos originarios. Ejemplificó que el arte mural de Cherán es hoy parte del arte contemporáneo. El arte contemporáneo es arte indígena, dijo, después de mencionar a Toledo y a Tamayo. “Separar eso es querer romper uno de los vínculos más ricos, profundos y vitales de nuestra cultura”.

Recordó que desde la época prehispánica, cuando el arte era teocrático, la historia cultural del país ha sido intervencionista o estatista, aunque, precisó, no hay que calificarla de buena o de mala. El muralismo, para crear la idea de nación, ocurrió por la intervención del Estado, recordó, con la acción fundamental de José Vasconcelos.

“En estos últimos años hemos ido caminando hacia una visión mixta y yo creo que es acertada. Tiene que haber una participación del Estado y abrir los cauces para una mayor participación civil, de la iniciativa privada. Pero para eso hay que construir políticas públicas que no intervengan en el diseño o contenido de lo que se produce, pero sí permitan que el ecosistema cultural prospere”.

Sugirió que una de las tareas esenciales de la cultura es volver a concebirse en el futuro, volver a hablar del futuro; por ejemplo: cuál es la relación entre la sociedad y el gobierno en la construcción de las políticas públicas.

“Simpatizo mucho con los conceptos de Jorge Sánchez Cordero, quien dice que la democracia cultural es aquellos procesos en los que la sociedad civil y las comunidades participan en el diseño, operación y evaluación de las políticas públicas. Es decir, el proceso democrático no termina en el proceso electoral y después toca a las instituciones construir políticas públicas en solitario. Al Estado lo que le toca es crear procesos de participación. Creo que este es el momento en el que deberíamos estar (…) las instituciones deben reconocer esa diversidad y crear las formas de participación porque es lo que dará legitimidad a las políticas públicas y no deberá hacerlo el proceso electoral”.

Opinó que la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, creada en los últimos días de la administración anterior, es centralista y no reconoce la participación ni siquiera entre la Secretaría de Cultura y los estados. Dijo que es menester reconocer a la cultura como un ecosistema del que participan las instituciones culturales de la federación, de los estados, de los municipios, las universidades y la sociedad civil.

“La política cultural tiene que garantizar que ese sistema sea sostenible y que ese sistema además interactúe de una manera cada vez más horizontal, participativa, donde además haya un estímulo a la autogestión y la autonomía. Creo que le tenemos mucho miedo a eso”.

Por lo tanto, refirió, es necesario cambiar la verticalidad de una ley para un país que no somos. Sin embargo, explicó, es necesario despolarizar.

“Tenemos que volver a sentarnos a escuchar. En todas las instancias y gobiernos hay gente valiosísima que lleva años trabajando y luchando por la cultura. Esta traducción de la polarización política en el mundo de la cultura no ha sido positiva porque ha impedido lo que es fundamental en la construcción de la cultura en un país”, instó.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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