Lectura 4:00 min
Meet me in the bathroom
Principios del siglo XXI. Recuerdo cuando fui a ver a The Strokes la primera vez que vinieron a México. Yo era una adolescente enamorada, sensible hasta el tuétano.
Principios del siglo XXI. Recuerdo cuando fui a ver a The Strokes la primera vez que vinieron a México. Yo era una adolescente enamorada, sensible hasta el tuétano.
Fue, como se puede leer en las crónicas de la época, un gran concierto. Tocaron apenas una hora y fue suficiente. Por primera vez entré al mosh pit y me rompieron los jeans. La amiga con la que fui ligó con un acapulqueño y yo me bebí mi primer whisky en un concierto. No fue mucho, pero digamos que fue nuestra versión clasemediera de la vida en el lado salvaje.
El advenimiento de los Strokes marcaron el inicio de algo. En aquel momento no lo sabíamos, sólo intuíamos que algo surgía. La banda de Julian Casablancas et al algo significaba porque su sonido, reciclaje de los 80, paradójicamente no se parecía a nada que hubiéramos oído antes. Al menos nada que mi generación hubiera oído antes.
Como rosario, después de los Strokes llegaron bandas y actos, muchos relacionados con la ciudad de Nueva York, o con Brooklyn, pero no sólo de esos lugares: los Yeah Yeah Yeahs, Interpol, the Vines, los Killers, los Vines, los Hives.
Y ésos son sólo algunos. No estoy contando a los que ya traían inercia desde los 90 como Moby y Ryan Adams.
Pues sí, una escena surgió, con su moda, su modo de hablar, su estilo. ¿Odias a los hipsters? Nacieron a la par que este rock. Brooklyn era el epicentro del temblor y el rock se volvió vegano, barbón, local, artesanal. Es como lo retrata la serie Girls: una fiesta de azotea sin fin.
Faltaba que alguien contara la historia de aquellos años. Fue hace apenas una década y media, pero ya la extrañamos. Como se dice: ya fue. Estamos justo en medio de la nueva ola que todavía no sabemos definir.
Y, bueno, hela aquí, la crónica del rock de mi generación, la de los nuevos treintones: Meet me in the bathroom: Rebirth and rock and roll in New York City 2001-2011 (HarperCollins), de Lizzy Goodman, una periodista que todavía recuerda cada una de las resacas . O sea: ahí anduvo en el ajo.
El libro es muy divertido. Goodman es una buena anecdotista. El libro está lleno de nostalgia, pero es consciente de lo ridículo que es sentir nostalgia por algo que pasó hace apenas una hora. ¡Pero sucede! Yo extraño la época en la que todavía disfrutaba los conciertos y eso fue hace dos años o menos.
No he terminado el libro, pero llevo lo suficiente para?contarles y asegurarles que deben correr a comprar su ejemplar si les gusta el rock, vivieron con intensidad la década pasada o simplemente andan de ociosos.
Goodman siguió de cerca la carrera de los Strokes como los reyes de la escena y cuenta toda su historia. En medio, como entrepisos, hay episodios dedicados a otras bandas como Franz Ferdinand o los Yeah Yeah Yeahs. Es una historia oral, el texto recrea entrevistas dándoles voz a cada?uno de los protagonistas como Albert Hammond Jr, de los Strokes, o Asif Ahmed, el mánager de los Yeah Yeah Yeahs.
Es divertido como todos los protagonistas se van conociendo en las mismas fiestas y en los mismos conciertos: Sí, yo lo vi dormido en un toquín de los Hives ; o Nos estábamos metiendo tachas en el dj set de Moby .
Meet me in the bathroom se lee un suspiro. Pertenece al mundo de las grandes memorias del rock como Todos te quieren cuando estás muerto de Neil Strauss.
Fue hace nada, los nuevos discos de los Strokes son una hueva, pero es una gloria recordar la época en que eran los reyes de la escena. Y de fondo, un Nueva York que no se dejó vencer por el 9/11. Una gloria.