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Giménez Cacho y Laula Almela apelan a la imaginación en teatro
Tras las exitosas presentaciones de la obra "Trabajando un día particular" en el FMX (Festival de México) los actores presentarán en corta temporada, en el Teatro El Milagro, este montaje basado en la película "Un día muy especial" de Ettore Scola.

¿Quiénes son Laura Almela y Daniel Giménez Cacho? Son dos grandes actores, dos seres pasionales, dos referentes del teatro nacional y dos locos que, contra todos los pronósticos y contra el tiempo pero con el valor y arrojo que los ha llevado a triunfar, decidieron montar una obra para cumplir con un compromiso pactado con el 25 Festival de México.
Logrado este primer objetivo, decidieron exprimir aún más el producto escénico resultante al presentar en corta temporada la obra Trabajando un día particular, basada en la imprescindible película "Un día muy especial", que Ettore Scola filmara en 1974 con Sofía Loren y Marcello Mastroianni.
De una vez se lo decimos, esta es una obra que usted no se puede perder, en serio, jamás la improvisación (en donde se revela el ingenio del actor ante lo inesperado) fue tan lúdica, tan cómica y tan bella, además, la obra, cuyo texto en sí mismo es conmovedor y conmociona, lo interpretan de manera formidable estos dos gigantes de la actuación.
La adaptación de la intensa película de Scola es muy bien lograda. De entrada tenemos que entender que no vamos a ver la película, ese es el acuerdo inmediato con que debemos ver cualquier tipo de adaptación. Ahora bien, es una adaptación que respeta el texto en su totalidad y presenta la historia de dos personas que son víctimas (uno consciente, la otra no lo sabe) de un régimen totalitario, el de fascista y machista del tirano Mussolinni.
Cacho interpreta a Gabriel, un escritor gay quien está a punto del suicidio. Almela sume el rol de Antonieta, ama de casa engañada a quien no le queda más que nadar en la maraña de engaños y cinismo que inunda a una sociedad que se ha asumido como pura, Antonieta es una campesina ignorante. Los dos son seres solitarios que por ello se hermanan para amarse como tales.
El desarrollo de la acción nos presenta diversos cambios al interior de los personajes revelándolos más humanos. Se trata de una obra de enorme densidad que de manera vedad propone grandes lecciones para el México de nuestros días.
Su teatro es subversivo en sí mismo pero no tiene mayores pretensiones.
La función a la que asistimos comenzaba a las 19 horas. Daniel Giménez Cacho llegó cinco minutos antes de las siete de la noche, saludó a algunos conocidos, entró al teatro por la puerta principal, subió las escaleras por donde todo el público entra, pasó por un costado de las butacas, llegó al escenario y se instaló en el costado derecho, se quitó la camisa para ponerse la que corresponde a su personaje.
Luego llego Almela, tomó el vestido de su personaje y se lo puso encima de la ropa ligerea que lleva puesta. Los dos actores fueron acomodando cada uno de los elementos que utilizan (que no son muchos) durante el desarrollo de la obra. Las cosas más pequeñas las sacaban de bolsas de mandado que descansaban en un pequeño diablito como el que miles de mujeres usan en el mercado para transportar sus víveres.
Las luces no se apagaron. Giménez Cacho tomó un gis y dibujó una ventana. Almela tomó otro y dibujó la jaula de un canario. Como en Dogville (Lars von Trier), utilizan el recurso del silencio visual para provocar la imaginación del espectador y engancharlo. Sin darnos cuenta ya estábamos en plena acción y los actores se habían convertido en personajes ante nuestros ojos. Con esa misma naturalidad concluye la obra. Nadie dice nada. Almela nos voltea a ver y simplemente dice: ¡Gracias! Cada uno de los actores toma un costado y se empieza a cambiar la ropa mientras el público aplaude de pie.
Y cómo no si en una hora y media hemos presenciado a dos actores que se dirigen a sí mismos, que nos hacen parte de su mundo, que se regañan cuando el otro se equivoca: Giménez Cacho olvidó en una escena ponerle play al aparato reproductor que utilizan como apoyo (porque se encargan incluso del sonido) y justo cuando los debía interrumpir la radio escuchamos silencio. Alguien metió la pata. Laura (y no Antonieta) dice, como el tierno reproche de una novia que acepta los mismos errores de su amado: ¡Daniel!
El público ríe, sabe que lo que está viendo es teatro de calidad, y por ello no hay nada más que pueda exigirle a los actores que ya le han entregado el alma. Sin duda, se agradece.
Una jornada particular
Teatro El Milagro (Milán 24, Colonia Juárez, entre General Prim y Lucerna/ Metrobús Hamburgo y Reforma)
J y V 20:30 hrs, S 19 hrs, D 18 hrs.
Boletos: $140 (50%; vecinos Col Juárez; Maestros y estudiantes de teatro $50).