Buscar
Arte e Ideas

Lectura 3:00 min

Días de guardar

Nacido en Guadalajara, justo 29 de junio de 1912, Moncayo tuvo como maestros a Candelario Huízar y Carlos Chávez.

Si el lunes ya no amanece, estaremos felices. Habremos tenido por lo menos tres días para reflexionar en paz. A solas con nuestro ruido preferido, bregando alegremente con nuestras campañas personales. Las que llevamos toda la vida armando en nuestro favor y en nuestra contra. Y que no necesitan de la radio, la TV, los árboles y las bardas para dejar clara su existencia. Son días de recogimiento, dicen. Propicios para el análisis y lo sufrientemente calmos para tomar una decisión. Jornadas cuando los aspirantes guardarán silencio. Sin importar si son buenos, malos, escandalosos o calladitos. (Napoleón, que lo sabía todo, no se hacía ilusiones al respecto: alguna vez escribió que una gran reputación es un gran ruido que, cuando más aumenta, más se extiende y ya pueden caerse las leyes, las naciones, los monumentos y desmoronarse todo, pero el ruido subsiste. )

En estos días, por decreto, no pueden emitirse ni murmullos. Nadie puede promocionarse a sí mismo, gritar lo que se le olvidó decir, recordar los pasados días llenos de gloria, verborrea y aplausos. Habrá que dedicarse a otras cosas. Entre temporales y atemporales. La primera, temporal y por las prisas, asistir hoy mismo al homenaje del centenario del nacimiento de José Pablo Moncayo. Porque su extensa obra ha sufrido de olvido. Porque, en general, su nombre se ha ligado a una sola de sus piezas, El Huapango , para muchos, el segundo himno nacional. Porque se merece el recuerdo y revalorar la etiqueta de haber sido el último compositor del periodo nacionalista de la música mexicana.

Nacido en Guadalajara, el 29 de junio de 1912, sería bueno recordar que Moncayo tuvo como maestros a Candelario Huízar y Carlos Chávez, que formó el Grupo de los Cuatro con leyendas como Blas Galindo, Salvador Contreras y Daniel Ayala Pérez y que de tal reunión, tan afortunada histórica y musicalmente, dio lugar a la mejor expresión del espíritu nacionalista de México. Entre leyendas y realidades, cuentan que su Huapango fue la perfecta reunión de tres sones veracruzanos: El Siquisiri , El Balajú y El Gavilancito , pero que su versión orquestal superaba a los tres y volvió loco de dicha a Chávez.

Si decidimos unirnos a esta celebración, nada silenciosa, por cierto, hay que ir al Palacio de Bellas Artes a las 7 en punto de la noche y esperar que otras obras de su autoría, distintas al Huapango nos alcancen. Con suerte, llegarán hasta nuestros oídos composiciones como la Sinfonietta , el Homenaje a Cervantes , Canción del Mar y Tierra de temporal , a ver si vuelven a recordarnos que la música de Moncayo es una revelación más alta que ninguna filosofía y la armonía sonora del cielo y la tierra mexicana.

Perfecto para este fin de semana de reflexión y silencio. Entre las atemporales, por supuesto, hacerse de un buen libro. Porque la lectura es a veces una estratagema para eludir pensar pero, también, una gran proveedora de argumentos, el viaje de los que no pueden tomar el tren, placer, conocimiento, emoción y hasta embeleso. Sobre todo, una actividad personal y silenciosa. Aunque, todo fuera como eso, el mundo se acabe el lunes y a veces el silencio sea el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de todos los ruidos.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí
tracking reference image

Noticias Recomendadas

Suscríbete