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Cuba camina una transición que no tiene tumbao: Gerardo Arreola
El país es escenario de una reforma inconclusa, que se ha estancado e incluso por momentos ha dado marcha atrás, plantea en su libro “Cuba El futuro a debate. La era de Raúl Castro y los retos de la transformación”, editado por La jornada y Penguin Random House.

Lejos del cobijo y la influencia soviética de los años ochenta, Cuba inició una transición que al paso de los años se mira caminar de manera lenta y atascada, vamos no tiene tumbao.
Esa es una de las impresiones que deja la lectura del libro “Cuba El futuro a debate. La era de Raúl Castro y los retos de la transformación”, editado por La Jornada y Penguin Random House, en la serie Debate, del periodista Gerardo Arreola.
En esa obra se describen tres lustros de la historia reciente de la isla, desde el relevo en la conducción del país del líder histórico Fidel Castro a su hermano Raúl y de éste al civil Miguel Diaz-Canel, que encarna la llegada a esas esferas, de una generación que deberá construir su legitimidad con base en resultados, pues ya no puede apelar a legitimidad de origen, ya que no forma parte de la generación histórica de líderes revolucionarios.
Luego de describir los acontecimientos clave de este proceso histórico inacabado, presenta las preguntas de el debate sobre el futuro de ese país caribeño: ¿A qué paso y con qué decisiones tiene que continuar la reforma?, ¿cómo se corresponden los nuevos espacios en la economía con la realidad institucional?, ¿es posible eliminar el sistema de contratación indirecta de fuerza laboral para que los empleadores extranjeros puedan pagar salarios competitivos a los trabajadores cubanos?, ¿cómo abatir el rezago histórico en infraestructura?....
En entrevista, el autor describe a El Economista el escenario en que ocurre este debate y la serie de cambios emprendidos, sus actores y las dificultades de la reforma que, según Raúl Castro, debería hacerse “sin prisas pero sin pausas”, pero que él mismo ha reconocido que una de sus fallas ha sido la lentitud con las que ha caminado. Sin ritmo, sin tumbao.

—¿Cuál es el objetivo de este libro?
—Yo fui corresponsal en Cuba durante 16 años en dos etapas. Me tocó ver la crisis económica que se produce después de la caída de la Unión Soviética, luego la primera ronda de reformas que impulsa Fidel Castro y todo el periodo de Raúl Castro.
El libro es una crónica de los 15 años en los que Raúl Castro es el principal dirigente de Cuba. Es decir, comprende desde la crisis de salud de Fidel, que lo obliga a entregar el mando a su hermano Raúl, hasta el momento que, a su vez, cede todos sus cargos y le pasa el mando a Díaz-Canel y un epílogo sobre las manifestaciones de julio del año pasado.
Ahora el origen del libro es el momento en el que Fidel cae gravemente enfermo y le cede el mando a Raúl.
Yo había vivido y trabajado durante varios años en Cuba y me di cuenta de que en ese momento empezaron a ocurrir cosas muy distintas de lo que yo había conocido de los años anteriores, es decir hay un cambio de mando que se produce de manera abrupta por una razón, completamente ajena a la voluntad de los dirigentes, por una crisis de salud y entonces se abre un periodo en el que Fidel está presente y no está presente al mismo tiempo.
Luego, Raúl inicia un gobierno que es un interinato y entonces empiezan a sucederse una serie de acciones de declaraciones de movimientos de la sociedad de otros actores del mundo en general, Más adelante, siguen apareciendo cosas, viene una reforma económica de mayores alcances que emprende Raúl Casto y es una reforma que tiene distinta fortuna.
Avanza aceleradamente en un momento, luego baja el ritmo, luego se estanca y hasta retrocede y en el curso de todo ese tiempo va creciendo el interés de la sociedad cubana por observar las cosas, por verlas más de cerca y por criticar y por ser más activa.
—¿El debate sobre el futuro de este país quien lo está haciendo?
—Desde el 1989, el primero que abre la discusión es el propio Fidel castro, después es un asunto que lo van tomando los congresos del Partido Comunista Cubano, pero a medida que pasa el tiempo, más otros sectores en el mundo académico, entre el sector privado que era muy pequeño y que ha hido creciendo y después la sociedad entera se ha ido volcando en esta discusión y es una discusión que en cierta forma se dispara con una expansión de la conectividad a internet que viene ocurriendo a finales de 2018.
—¿Hacia dónde va esa transición?
—Justamente ahí está el debate. Yo pienso que, tanto en el gobierno, como en otros sectores, se sabe abiertamente que el país está en una transición.
En los últimos congresos del Partido Comunista, que ocurrieron durante los últimos 10 años, han reconocido explícitamente que el modelo político, económico y social del país tiene que transformarse. Aunque no lo digan de manera explícita, sí hay una transformación.
Ahora ¿hacia dónde? Ese es el debate. Yo creo que hay en los documentos, que ya son política oficial, hay algunas propuestas, algunos proyectos, algunos ya realizados pero en la discusión hay también nuevos elementos que entran en el debate.
Por eso digo que la discusión está todavía en curso, demasiado prolongada, porque desde la caída del muro de Berlín ya van 32 años.
Esta demora en la toma de decisiones tambien es un factor importante.
En la academia y documentos de análisis y de investigación de académicos con frecuencia se dice que ya el tiempo es un factor importante porque es verdad que hay que discutir las cosas pero más de 30 años es un tiempo más que suficiente para poder haber tomado una determinación.
—Una de las grandes críticas que se le hacen a Cuba es que sigue siendo el único país del hemisferio occidental que no se ha comprometido con la democracia, ni con una economía de mercado, siendo además el único país del antiguo bloque soviético que ni siquiera está en transición hacia la democracia. Usted plantea que Cuba perfiló una transformación propia, bajo el control del partido y en vida de líderes históricos. ¿Cuáles son las principales características de este proceso?
—La caída del muro es la referencia principal. En la parte europea la transición se vuelve vertiginosa, violenta, incluso con expresiones armadas en algunos casos, bueno, no vamos tan lejos de Ucrania los antecedentes remotos es la recomposición de fronteras después de la caída del muro de Berlín.
En esta parte del mundo hay una reversión, digámoslo así del sistema social, de manera drástica, mientras que China y Vietnam han emprendido, por distintos caminos una vía de reformas más controladas.
Cuba al final de cuentas no cae dentro del campo de los cambios rápidos y violentos, pero tampoco en los de China y Vietnam, aunque se acerca más. Digamos que está en el terreno de los países que provienen del socialismo real y que buscan una reforma controlada.
El hecho de que la reforma se haya iniciado en vida de Fidel y de Raúl Castro es como una especie de sello de legitimidad.
Ahora, como es una reforma inconclusa, como es una reforma que se ha estancado y que ha dado marcha atrás en algunos momentos pues todavía es por ello que el debate todavía está abierto.
La otra parte del asunto es que la discusión en la gente, la discusión en grandes núcleos ya incorpora otros elementos que no estaban. Pienso por ejemplo en cuestiones en temas medio ambientales, violencia de género y libertades civiles, individuales y de asociación.
—¿Qué tanto esta transición se alimenta tanto del gobierno como de la sociedad?
—Absolutamente. La discusión incluye no solamente documentos elaborados o investigados, sino tambien el acceso a internet ha propiciado que una gran cantidad de cubanos exprese sus opiniones públicamente y se manifiesta de distintas formas y son en el sentido de una nueva generación de cambios.
Hay que considerar que quienes tienen menos de 30 años son jóvenes que han vivido únicamente dentro de la crisis postsoviética. No vivieron la época de bonanza del socialismo en los años 80 y mucho menos vivieron las distintas experiencias que pasaron sus padres o sus abuelos.
Para estos jóvenes la experiencia de vida que tienen es de crisis, de dificultades y de escasez. Además, carencia de algunas libertades. Por eso la agenda que está a nivel del piso es mucho más amplia que la que viene en los documentos institucionales.
—¿De qué depende que este proceso llegue a buen puerto?
—El tiempo ha sido uno de los puntos más importantes. Raúl Castro decía que iba a hacer la reforma “sin prisas pero sin pausas”, pero la realidad demostró, y él mismo reconoció, que una de las fallas graves de la reforma fue la lentitud con la que se hicieron los cambios.
Y una de las críticas más importantes de la sociedad y la academia dentro de Cuba es la lentitud dentro de la reforma. En este momento no se ve que le den celeridad.

