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Arte e Ideas

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1Q84, el enigma como totalidad

Primero que nada, querido lector, te advertimos que a continuación no encontrarás una clave de lectura ni una reseña sobre lo que trata el Libro II de la novela más ambiciosa del escritor japonés Haruki Murakami, 1Q84.

Primero que nada, querido lector, te advertimos que a continuación no encontrarás una clave de lectura ni una reseña sobre lo que trata el Libro II de la novela más ambiciosa del escritor japonés Haruki Murakami, 1Q84. Lo que encontrarás es una humilde valoración crítica sobre lo literario de las 1200 páginas que componen la totalidad de la totalidad de la obra maestra del escritor. Más allá del bombo y platillo, del marketing desaforado y del tiempo que supone la concreción de una obra colosal, 1Q84 cumple con su tarea fundamental: entrampar al lector en un fenomenológico remolino de enigmas y emociones, con el pretexto de resolver las claves sardónicas de una dimensión paralela.

Desde el primer tomo, sabíamos que la obra era una historia de amor. Sabíamos que había dos realidades y que en la que nos inmiscuían estas páginas, del cielo pendían dos lunas, una amarilla y radiante y otra un poco más opaca y pequeña a su lado con una tonalidad verdosa.

Después del trágico suspenso que significó la espera de casi seis meses para poder saber en qué terminaría la historia, el resultado divide las opiniones.

Para muchos lectores, Murakami dejó en esta novela muchos enigmas sin resolver: qué pasa con la Organización; qué ocurre con la Little People; Tengo y Aomame seguirán huyendo o serán felices para siempre; qué pasa con La crisálida de aire; qué novela escribe Tengo y por qué es tan importante. Después de más de un millar de páginas, la última línea nos deja con más dudas que respuestas. Pero eso, querido lector, lo hemos olvidado, pero es una de las cualidades más interesantes del género novela: la complejidad y la irresolución.

Lo único que Murakami debía resolver era la historia de amor entre Tengo y Aomame, así como también debía resolver una idea sugerida en las páginas medias del primer tomo, cuando Aomame recibe una pistola de manos de Tamaru, quien le menciona que, por ley, siempre que en una historia aparece un revólver, hay que utilizarlo. En esta novela, se rompe la norma sin perder un gramo de intriga y de suspenso, las dos connotaciones emotivas más importantes de la novela negra.

La imaginación desbordada del japonés queda más que comprobada con esta obra colosal.

La multiplicidad de enfoques que Haruki Murakami eslabona es formidable.

La riqueza que entrañan sus anécdotas suelen ser de un valor inmenso y de una profundidad infinita.

aflores@eleconomista.com.mx

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