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Opinión

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Yo soy muy macho

Foto: Reuters

Debo confesar que yo, Teresita Vale, soy muy macho. Crecí con tres hermanos varones y la mayor parte de mi vida he estado rodeada de hartos hombres. Y aunque ustedes no lo crean por eso mismo me volví, casi sin darme cuenta, muy macho. ¡Je, je!  Ahí les va.

Al ser la única niña en la familia y la menor, el mundo giraba a mi alrededor. Mis hermanitos sufrían mi dictadura, porque mis papás pensaban que todo era poco para su princesa y que sus hijos debían jugar, hablar, actuar y hacer todo lo que yo quería o decía o displicentemente deseaba. Sí, mi familia era bastante democrática, pero… siempre me dijeron mis queridos progenitores que yo era mejor que cualquier hombre y que mi palabra, desde luego, era la ley. ¡Bien padre! en ese mundo al revés en el que he vivido pues yo era nada menos que la Tirana Banderas del momento. Ya se que es bastante poco sexy que yo diga esto, y más en los tiempos del neofeminismo y el Me Too, pero pues he llegado a una edad en la que puedo decir francamente todo lo que se me antoje, especialmente disfruto lo que es políticamente incorrecto.  Ay, ese dictadorzuelo que todos llevamos dentro…lo conozco tan, pero tan bien. Nadie, como yo ha comprendido con tal intensidad a José Alfredo Jiménez: “No tengo trono ni reina (o rey) ni nadie que me comprenda, pero…” ora sí que sigo siendo eso mero, el mismísimo rey.

Quizá por ese conocimiento tan profundo y vivencial del autoritarismo es que puedo analizar desde dentro el pensamiento de muchos de los machotes que nos gobiernan hoy. Bolsonaro, Trump o nuestro actual presidente (por mencionar solo tres de los más conspicuos) son grandes ejemplos de ello y casi puedo asegurar que encarnan la versión ultra tóxica de “Yo soy muy macho” (el titulo que le voy a poner a mis memorias). Pobrecitos, porque finalmente están muy sobrevalorados, son simplemente sapiens del sexo masculino y por lo tanto no le llegan a ninguna mujer ni a los talones. Lamentables. ¿Qué haremos con estos XY de egos hipertrofiados?

Lo peor de estos aprendices de brujo es que han decidido que el cubrebocas es a su boca, lo que el condón a ya saben ustedes qué. Por nada del mundo se “cuidan” o van a cuidar al prójimo o prójima que tengan enfrente, VIH o Coronavirus de por medio.

Las consecuencias, más allá de mis interpretaciones psicoanalíticas, han sido francamente devastadoras. En USA: 4,380,871 de contagiados y 149,738 personas fallecidas. En Brasil, también datos terribles: 2,483,191 contagiados y 88,539 fallecidos y en México 402,697 con el virus dentro y 44,876 muertos por esta razón. (Johns Hopkins 29 de julio 2020). ¿Cuántos de estos decesos podrían haberse evitado si estos macho-mandatarios hubieran mostrado con su ejemplo la importancia de ponerse un trapo en la boca? ¿Cuánto dolor humano se hubiera podido evitar?

Lo más terrible es que aquí, en este mundo convertido en “Santa Fe de Tierra firme” la crueldad y el despotismo, el mesiánico-machismo y el género esperpéntico campean a gusto y se divierten mientras los humanos mueren.

Sin piedad, sin empatía, a merced de sus abusos, cuidando solo sus ambiciones electorales, los gobernantes banderas se dan gusto aprovechándose de los delirios colectivos que los encumbraron. No esperemos de ellos cercanía o alguna conducta ejemplar. Esperemos lo que tenemos y desgraciadamente mucho más.

Que duda cabe, ellos son muy machos, pero recuerden, yo también, por eso me fajo los pantalones (Chanel), me ciño mi sombrerote del charro negro y sin duda alguna me pongo, desafiando al mundo, mi cubrebocas. ¡Cómo chingados no!.

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