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Opinión

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Las dietas instantáneas y su historia

Contrario a lo que se pudiera pensar, las dietas “milagrosas”, o instantáneas (en inglés fad diets o crash diets), han existido desde tiempos antiguos. En semanas recientes, surgió una polémica sobre la mediatización de la dieta que una celebridad tuvo que seguir para poder asistir a la Gala del Met enfundada en un histórico vestido de Marilyn Monroe (amén de que también se suscitó polémica por el código de ética de museos para la preservación de piezas históricas). Muchas voces señalaron el peligro de enaltecer estas dietas como sinónimos de logro o de triunfo, o aún más, como parte de un ritual cuando se tiene un acontecimiento social en el que se deposita todo el peso del valor de una persona por la manera en que se ve.

Algunas otras voces estuvieron en contra, señalando que el hecho de que jóvenes se dejen influenciar por estas dietas, indica que algo está mal en el entorno familiar y no en lo que haga o deje de hacer una celebridad. La realidad es que las “crash diets” o dietas instantáneas caracterizadas por bajos aportes calóricos e insuficiencia nutrimental con el fin de lograr pérdidas de peso rápidas, existen desde hace siglos. Las purgas y los ayunos prolongados, en algún tiempo fueron considerados como las mejores maneras de alcanzar no sólo la pureza corporal, sino también la espiritual por medio del sacrificio. Las “limpias” con jugos y otros líquidos, han existido desde la Antigua Grecia hasta la época Victoriana. El poeta Lord Byron, promovía una dieta a base de agua y vinagre con el objetivo de lucir pálido, una característica física muy deseada en la época, puesto que la piel pálida era una señal de que no se tenía que trabajar de sol a sol, y por lo tanto, indicaba una mayor posición social. Dietas instantáneas que recetaban papas para comer, coles, líquidos, vinagre de manzana y otros productos han estado presente a lo largo de los años.

Más allá de los aspectos anecdóticos alrededor de qué era lo que prescribían las dietas, es un hecho que estas dietas instantáneas o milagro han siempre respondido a las condiciones socio históricas de la época. Por ejemplo, en plena Revolución industrial, se promovían las dietas de “limpia” contra los contaminantes ambientales que hasta antes no existían en altas concentraciones. La obsesión con el peso y su relación con las dietas se vio mayormente acentuada a inicios del siglo XX.

Aunque las modas sobre la forma en la que la silueta es considerada estética fueron cambiando, la realidad es que las dietas instantáneas existían desde entonces, algunas suponiendo serios riesgos a la salud, como aquellas que recomendaban pastillas de arsénico “para acelerar el metabolismo”; las que suponían la ingestión voluntaria de tenías (lombrices), para impedir la absorción de nutrimentos de los alimentos o aquella conocida como la “Dieta de la Bella Durmiente” en la que una persona era voluntariamente sedada para dormir hasta una semana y perder peso (además de masa muscular) por la nula ingestión de alimentos. Aunque todos estos parecen hechos insólitos, es necesario cuestionar qué es lo que buscamos a través del seguimiento de estas dietas, que hoy en día siguen existiendo, solamente bajo otros formatos. Indagar más allá de la silueta corporal para buscar aceptación, validación social o sensación de éxito, probablemente nos haga plantearnos que la dieta instantánea no es lo que necesitamos.

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Columnista de alimentación y sociedad. Gastronauta, observadora y aficionada a la comida. Es investigadora en sociología de la alimentación, nutricionista. Es presidenta y fundadora de Funalid: Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.

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