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Caborca, al toque de queda…
Hace unos días pudimos darnos cuenta de los niveles de violencia e impunidad que se viven en algunas localidades del país. Solo para tener un referente, iniciando por Tepaltepec en Michoacán, donde dicho sea de paso, finalmente la llegada de las fuerzas federales a la zona, ha logrado por un momento mantener una situación “estable”, aunque esto no quiere decir, que se haya confrontado y mucho menos contenido a los grupos criminales, ya que la presencia militar no puede ser eterna, y si no hay una estrategia de contención y recuperación de espacios delictivos, pues el infierno volverá en el momento en que se tenga que retirar el ejército del lugar. Por otra parte, Zacatecas sigue siendo un estado con problemas severos de seguridad, que no muestra, a pesar de los despliegues territoriales de fuerzas federales desde el año pasado una mejora plausible, tanto así que los homicidios no han logrado reflejar que la violencia ceda terreno.
Así, recientemente la Sedena informaba que en 3 de sus 9 estados prioritarios -Zacatecas, Michoacán y Estado de México- seleccionados por el gobierno federal para combatir la violencia, se habían evidenciado aumentos en homicidios dolosos. En este sentido, las cifras oficiales revelaban que, durante un periodo contemplado desde el mes de agosto del 2021 al 16 de febrero de este año, en Michoacán el aumento había sido del 9%, en el Estado de México del 5% y en Zacatecas del 10% - donde esta semana fueron asesinados 4 jóvenes y una joven sigue desaparecida-. Ahora bien, más que enfocarse los porcentajes que parece ser que son el único referente que tenemos para poder mostrar como vamos en materia de seguridad, quizá habría que rediseñar nuevas categorías y mecanismos de análisis para ampliar las posibilidades de combatir la violencia, que no sólo se reduzcan a solucionar los problemas locales con despliegues de fuerzas federales, que sabemos que no pueden ser eternas y que tampoco son una garantía para inhibir los niveles de violencia local, regional o estatal.
En los últimos veinte años, los discursos en torno a los temas de seguridad y criminalidad han radicado en la medición de delitos de alto impacto, enfocando principalmente la atención en el número de homicidios, secuestros y extorsiones, lo cual es muy útil, pero quizá requiera acompañarse de un análisis de inteligencia que permita vincular esos delitos con sus actores y sus espacios de actuación y dar una dimensión más clara de quienes son los criminales y cómo contener sus operaciones delictivas.
Por otra parte, cuando la situación de violencia se desborda en un territorio, se apela a la lucha o enfrentamiento entre grupos del crimen organizado y sus pugnas por el territorio, pero esto no necesariamente opera así. No todos los territorios son de interés a los grupos delictivos, ni son prolíficos para que las actividades criminales se desborden y paralicen la vida de sus ciudadanos. Así, la expansión y operación de los grupos criminales tendría que tener un análisis más profundo. Algunos grupos delictivos sólo requieren de espacios estratégicos para transitar, otros para crear bases de apoyo social y controles locales-regionales que imponen reglas de operación violentas mediante rentas extractivas a los sectores de desarrollo municipal, otros son trashumantes y se aprovechan de los momentos de oportunidad para depredar las economías locales mientras permanecen en zonas de interés, otros, son grupos locales y buscan controlar sus zonas estratégicas y aprovecharse económica y socialmente de ellas, y otros se dedican a crear monopolios criminales de mayor calado a nivel regional, estatal con dimensiones transnacionales.
Pensar que el problema de la violencia en México, corresponde a grandes organizaciones que se expanden, se confrontan y controlan territorios, reduce la complejidad del problema, e impide que se puedan elaborar análisis que no solo sean reactivos, en términos de intervención cuando la violencia colapsa la vida de los ciudadanos.
Las estrategias de seguridad o los modelos para combatir la violencia nunca pueden ser estáticos, ya que la criminalidad no lo es. Si las geografías no se contemplan como punto de partida para llevar a cabo las radiografías criminales locales, la focalización de las estrategias de seguridad policiaca y militar se agotarán en muy poco tiempo. Esta semana, vimos como entraban en la madrugada a Caborca, Sonora -uno de los 6 municipios con mayor inseguridad dé Sonora- 19 camionetas de organizaciones delictivas, que concertaron 6 horas de balaceras, paralizando la vida de sus ciudadanos. La recomendación de la autoridad fue el toque de queda. ¿Nadie los pudo ver llegar?