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Tras 19 años, Cuau no perdió su esencia al decir adiós

El delantero conservó el carácter que lo caracteriza como futbolista y dio una muestra del talento que siempre tuvo.

Hasta en sus últimos minutos enfundado en la playera de la selección mexicana Cuauhtémoc Blanco conservó el carácter que lo destacó sobre los jugadores de su generación. Al Temo no le gustan las despedidas, por eso no hubo melodrama al término de los 38 minutos que jugó ante Israel; por el contrario, inyectó un aire de alegría y entusiasmo al estéril ambiente que envuelve a la selección mexicana previo al Mundial de Brasil 2014.

Aun con la emoción de reunir a su familia, de 100,000 personas coreando su nombre, de recibir una bota de oro símbolo de sus favores al Tri, apenas los ojos del delantero se humedecieron. Fiel a su costumbre y cumpliendo el vaticinio del día anterior, Blanco salió a divertirse, a dar espectáculo y, sobre todo, a complacer a la tribuna.

Y es que el ídolo, después de 119 partidos con la playera del Tri, donde consiguió 39 goles que los colocan como el segundo mejor anotador en la historia de la selección, El Cuau todavía tuvo tiempo de mostrar un repertorio de lujos, desparpajo y clase. Incluso estuvo cerca de anotar gol, cuando un tiro libre suyo pasó por un lado de la portería rival.

Además, en ninguno de sus compañeros se notaba esa tranquilidad de confiar en su técnica para controlar el balón, ver el panorama y tocar al más cercano, siempre con la parte interna del botín derecho.

Temo conserva ese toque teledirigido en sus pases, aunque su movilidad lo limita a recorrer no más de 20 metros y su velocidad está condenada a la inacción.

La noche comenzó lenta para el futbolista. Pasaron un par de minutos antes de que por fin tocara la pelota y en posesiones consecutivas la perdiera. Pero al poco tiempo emergió la figura, aquella que en el 2008 lo llevó a opacar a David Beckham en el Juego de Estrellas de la MLS, aportando un gol con un tiro de larga distancia y una asistencia, para eclipsar al SpaceBoy, la atracción mediática de la Liga.

El juego era para él y respondió a la responsabilidad de entretener, ningún jugador mexicano como Blanco en la última década mejor para el regate, la finta, el taquito. El pase sin ver, inesperado y con el talón es su preferido y ayer lo hizo hasta en seis ocasiones.

Al final, no dio lugar a los dramas, pues sabe que cumplió con la consigna de jugar para el público. Como es costumbre en los últimos cuatro años, de nuevo prolongará su adiós definitivo. Mientras, en la selección dejó un vacío emocional y de talento, pero sobre todo de magia, aquella que ayer en el Azteca vio despedir al último ídolo del futbol mexicano.

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