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Arte e Ideas

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Significados detrás de la OFUNAM y el IEPS

Lo que pasa en la Orquesta Filarmónica de la UNAM ocurre en muchos organismos de naturaleza cultural. Cúlpese a un Estado sin política fiscal en lo general y en lo que concierne al sector cultural.

Hablar de impuestos y de procuración de fondos causa reacciones encontradas, tanto como encierra abismos y oasis. Los prejuicios sobre su imbricación hacen más daño de lo que se imagina al sector cultural.

Quienes acudimos a las temporadas de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM), tenemos un tiempo de leer los ofertones de su Patronato y la Sociedad de Amigos. La meta, promover el proyecto de desarrollo con una mayor participación de nuestro público, de la comunidad universitaria y de la sociedad .

Con tan feliz motivo hemos reorganizado con una nueva nomenclatura a las aportaciones económicas, sus beneficios y la forma en que puede realizarse .

Más allá de la ligereza conceptual y del pésimo diseño con que se intenta atraer las aportaciones (de suyo los programas de mano son de dar pena), lo más vergonzoso es no decir la verdad.

¿Para qué tipo de desarrollo requiere la filarmónica el dinero de otros? ¿Cómo rinden cuentas de esos recursos y del subsidio ordinario? ¿Las contraprestaciones son equitativas? ¿Es un donativo deducible de impuestos, un regalo bienintencionado o una suerte de acto caritativo? ¿Cómo se estiman las captaciones? ¿La procuración de fondos responde a un estudio o al contentillo del que presume de mercadólogo?

De nuevo queda en evidencia la falta de perspectiva entre valor y significado. Mire usted si no: el inventor del modelo centavero de la OFUNAM ofrece nueve categorías para sumarse a la nómina de amigos, así como 22 paquetes, según el monto de la aportación.

El matemático filarmónico descubre que, amén de comprar el boleto, lo mínimo a aportar son 600 pesos (más de lo que se paga por un abono en la zona de coro ya con 50% de descuento). En el estatus Adagio los beneficios son un reconocimiento en el portal de Internet de la orquesta (sepa qué significa) e información anticipada de los conciertos (como si no fuera su obligación hacerlo).

Las franjas y topes me recordaron cuando jugaba Turista. Por ejemplo, para ser amigo Allegro hay que desembolsar de 6,001 a 12,000 pesos ¿dicen la ecuación que determina el abismo? No, por supuesto.

Aquí son 11 los beneficios. Pero si desembolsan 5,999 pesos más alcanza 14 contraprestaciones con la etiqueta Vivace. ¿Quién entiende que la cifra haga tal diferencia de costo-beneficio? Lo digo ya que el péndulo tiene su siguiente tope en 24,000 pesos, ¿qué motiva las decisiones, el altruismo o los valores agregados?

Las aportaciones van de los 600 a más de 100,000 pesos. La lista que se publica no revela los montos de cada benefactor, hay anónimos y firmas consultoras. Sobre lo que pude contar las nueve categorías arrojan 297 amigos. La OFUNAM presume además patrocinios corporativos: Fundación MVS, Nuestro México del Futuro, Corporación San Luis y CA México Asesores Patrimoniales. También el fideicomiso Lic. Ricardo Nassar Zacarías y la Fundación Miguel Alemán.

Consideremos que son anualidades. Si tomamos el límite inferior de las aportaciones sobre la base de los 297 fans y la dividimos proporcionalmente, la recaudación alcanza la cantidad redondeada de 6 millones 825 mil pesos.

En el extremo, con los mismos rigores nos dan 10 millones 105 mil pesos. ¿De qué sirven estas cantidades, deducidos los gastos de administración y generación de beneficios? ¿Son congruentes con el subsidio?

¿No sería mejor, por ejemplo, un plan de negocios o suprimir los descuentos o incrementar razonablemente los precios por butaca y hacer uso de la numeración para comodidad del asistente que le carga hacer filas?

La Sala Nezahualcóyotl tiene 2,300 sillas. Salvo excepciones, la sala quizá promedie 50% de aforo por temporada. ¿Se vale pedir cooperación para subsidiar a una minoría el disfrute orquestal?

Lo que pasa en la OFUNAM ocurre en muchos organismos de naturaleza cultural. Cúlpese a un Estado sin política fiscal en lo general y en lo que concierne al sector cultural, sin esperanzas de tenerla. Crear impuestos, incrementar los que hay, estructurar estímulos productivos, una quimera.

Bien concebidos, alentarían una corresponsabilidad. Bastaría, por ejemplo, ampliar y redistribuir la cadena impositiva en instrumentos como el impuesto especial sobre productos y servicios.

En el 2012 el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) recaudó 33 mil millones de pesos en tabacos, casi 22 mil en cerveza y poco más de 6 mil en telecomunicaciones. Una muestra de seis segmentos aplicados por Hacienda sumaron ¡72 mil 972 millones!, alrededor de los presupuestos de la UNAM, el Conacyt y el Conaculta.

Valor y significado nos tienen atrapados en un laberinto sin salida.

eduardo.cruz@eleconomista.mx

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