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Política

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Golondrinas: la historia de los barrios que hacen su propio verano

Emiliano Ruiz Parra describe en el libro “Golondrinas. Un barrio marginal del tamaño del mundo”, la realidad de una colonia de las goteras de la Ciudad de México, que se parece a miles, la cual no se quiere ver.

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Emiliano Ruiz Parra es autor del libro “Golondrinas. Un barrio marginal del tamaño del mundo”. Foto: Cortesía

Diego Badillo

Así como todos los inviernos las golondrinas migran hacia el sur huyendo del frío, miles de personas se desplazan hacia las periferias de la Ciudad de México (como ocurre en prácticamente todas las urbes, de los cinco continentes) para construir con sus propias manos su verano. Van en busca de una segunda oportunidad, dando forma a comunidades erigidas en la incertidumbre, donde las mujeres se rifan contra la precariedad.

Esa es la historia que cuenta Emiliano Ruiz Parra en “Golondrinas. Un barrio marginal del tamaño del mundo”, libro que lleva el nombre de esa ave, editado por Debate, el mismo con el que bautizaron a una colonia del municipio de Ecatepec, ubicada en los límites con Coacalco y Jaltenco, en el Estado de México. Sí, en las goteras de la capital del país.

En 292 páginas, este libro editado por Debate, retrata la realidad de una colonia que se parece a miles. De hecho, como lo apunta el autor, en 2050, nueve de cada 10 mexicanos vivirán en ese tipo de barrios marginados, a los que no se quiere ver, pero este periodista que ha dado el salto a escritor describe, a golpe de crónica, la escala de grises de ese barrio y la sagacidad de sus habitantes para negociar con coyotes, autoridades y candidatos lo poco que tienen, entre ellos sus votos, a cambio de servicios, que consiguen, como todo ahí, en abonos chiquitos.

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—¿Cuál es el objetivo de este libro?

—Era poder contar una historia que fui poco a poco comprendiendo que se convertía en la principal condición de vida de muchas personas de la periferia de la Ciudad de México y que no se contaba.

La mayoría de la gente de municipios como Ecatepec, Chalco, Los Reyes La Paz, Estado de México, entre muchos otros, viene a trabajar o a estudiar al centro de la Ciudad de México, pero no sabemos nada de ellos.

Fue el deseo de conocer qué hay más allá de las cuatro o cinco colonias que conoce un chavito de clase media de la Ciudad de México.

—¿Qué es lo que quisieras que no dejaran de llevarse los lectores de este texto?

—Los que son de la periferia, decirles que sus historias importan y que las tienen que contar. Y para quienes somos del centro de la Ciudad de México, darnos cuenta de que el mundo es más allá de lo que tenemos frente a la nariz.

—¿En las periferias de la capital del país hay historias que merecen ser contadas?

—En este caso es la historia de cómo un grupo de señoras convierte un monte en un espacio vital, contra todo: contra la ley, la policía, las políticas públicas. Esa es la historia de Golondrinas.

—Planteas historias de segundas oportunidades de personas que llegaron a ese lugar. ¿Cómo es eso?

—Son personas que llegan buscando vivienda para sus hijos. ¿De dónde llegan? Muchos del México rural; hay gente que habla alguna lengua indígena; también clasemedieros desplazados; profesores, o familias que tienen que buscárselas en los barrios marginales.

También es la historia de aquel que vendió su casa en Aragón para que su hijo pudiera irse a Estados Unidos; la de aquel que tuvo que vender su casa para darle el dinero a su hija y tuvo que empezar de nuevo más lejos.

—Cuentas historias de invasores, defraudados por fraccionadores... gente que se instala en la incertidumbre. ¿Cómo es eso?

—Muchas de estas comunidades se construyen sobre lo que eran tierras de cultivo. La ciudad invade el campo. Los campesinos se convierten en fraccionadores de terreno para vivienda.

Pero el problema es que son ventas irregulares y los nuevos poseedores se enfrentan a una serie de problemas para demostrar que son los propietarios. En eso se llevan 20 o 30 años de negociación política porque se convierten en clientelas políticas para partidos que buscan votos a cambio de ayudas.

—¿Cómo es la relación que entablan esas personas con la autoridad?

—Son personas muy sagaces que se convierten en negociaciones políticas permanentes. Todo se negocia: el agua, la luz…

Saben que se tienen que movilizar todo el tiempo, que tienen que negociar bien su apoyo político, más ahora en un escenario político multipartidista.

Antes el PRI era el actor con el que tenían que negociar; ahora son varios, porque todos pueden ser gobierno. Eso implica que le pueden sacar algo a cada uno, pero también existe el riesgo de equivocarse y apoyar al que va a perder.

—También te encargas de describir cómo se ve ese proceso de crecimiento de la Ciudad. Platícame de eso.

—El paisaje es calles pavimentadas y sin pavimentar o parcialmente pavimentadas. Parecen cuadrículas de cemento junto a tierra. Algunas viviendas todavía son de tablas con techo de lámina o aquellas donde las lonas que sirvieron para las campañas políticas ahora sirven de muros o techo.

Es el escenario de la épica de la precariedad protagonizada por mujeres negociando sus votos a cambio de servicios públicos, mientras crean a sus hijos en condiciones de mucha dificultad. El argumento del libro es que así va a ser el mundo en 30 años.

Dice Ruiz Parra que como Golondrinas existen miles de comunidades en el Estado de México y todas están excluidas del modelo de desarrollo del país: no hay, para sus habitantes, empleos formales, educación de calidad ni seguridad pública.

Familias abandonadas a su suerte y exprimidas como reservas de mano de obra barata, masas para los mítines y votos para las elecciones.

Son gente que puede elegir la desmoralización o el crimen y, aunque algunos toman el segundo camino, una primavera no hace verano, la mayoría opta por el trabajo extenuante y el apego a los valores. Son gente que vive en la resistencia. Sabe que las golondrinas vuelan.

diego.badillo@eleconomista.mx

Diego Badillo

Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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