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Vecinos muy distantes

En estos momentos de tensión y distanciamiento entre México y Estados Unidos, causados por las marcadas diferencias en temas de comercio internacional, migración, violencia y narcotráfico, hace sentido analizar la relación histórica entre ambos países. En 1985, se publicó el libro “Vecinos distantes: un retrato de los mexicanos”, de Alan Riding, corresponsal en México del New York Times, quien analiza este tema con una gran profundidad. A cuatro décadas de su publicación, muchos de los problemas señalados en este libro siguen vigentes y parece ser que el momento actual es el de mayor distanciamiento en décadas.
La relación entre México y Estados Unidos ha tenido profundos altibajos, con momentos de gran tensión y momentos de cooperación. Entre estos últimos, vale la pena destacar el acuerdo firmado en 1942 entre el presidente Manuel Ávila Camacho y el presidente Franklin D. Roosevelt, para la venta exclusiva de bienes de exportación como petróleo, zinc, plomo y fibras naturales, para apoyar el esfuerzo militar estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. En el mismo sentido, el acuerdo migratorio temporal llamado “Programa Bracero“, también firmado por Ávila Camacho y ratificado por los gobiernos de Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, fue beneficioso para ambos países. Este acuerdo que permitía el acceso temporal de trabajadores mexicanos al territorio estadounidense para efectuar labores agrícolas y de construcción, le ayudó a Estados Unidos a hacerle frente a un problema de escasez de mano de obra y le permitió a México resolver un grave problema de falta de empleo de miles de trabajadores, asegurando de esa forma, una fuente de ingresos para sus familias.
Otro evento donde hubo un gran acercamiento entre ambos países, se dio durante la crisis de 1994-1995, cuando el gobierno y el sistema financiero en México enfrentaban un grave problema de liquidez. En esos momentos críticos, el presidente Clinton, su secretario del Tesoro Robert Rubin y el subsecretario Larry Summers, le brindaron a nuestro país un apoyo determinante para obtener un paquete financiero por parte del Tesoro americano y del Fondo Monetario Internacional. Este apoyo financiero le permitió a México salir de una grave crisis de liquidez y evitar una crisis de deuda. Estos eventos son una muestra clara de que la relación entre ambos países puede funcionar de manera eficiente, cuando sus intereses están alineados. Desafortunadamente, se han tenido muchas situaciones donde los intereses son totalmente opuestos y es aquí donde se han presentado guerras comerciales, problemas de pago de deuda externa, fricciones por falta de agua e incluso invasiones territoriales.
En este artículo de dos partes, me enfocaré en tres eventos de gran complejidad que iniciaron con la imposición de tarifas de importación, por parte de Estados Unidos. El primero fue detonado durante la presidencia de Andrew Jackson en 1828, el segundo en 1890 por el senador (y después presidente) McKinley y el tercero en 1930, con la Ley Smooth Hawley. Analizaré cada uno de estos eventos y sus consecuencias, a la luz de la situación interna en México y de las reacciones de nuestros gobernantes ante dichos eventos. Las consecuencias han sido radicalmente distintas, dependiendo del grado de descomposición social existente entre la población y del grado de fortaleza de las instituciones en cada momento.
Andrew Jackson probablemente ha sido uno de los presidentes norteamericanos que más ha hecho daño a nuestro país. Este general, propietario de plantaciones de esclavos en Tennessee, logró su triunfo en la contienda electoral de 1828, mediante una crítica feroz contra su antecesor. En su campaña, Jackson acusó a John Quincy Adams de alejarse del pueblo al gobernar en contra de éste, apoyado por élites corruptas provenientes de prestigiosas universidades. A pesar de su origen empresarial y su riqueza personal, Jackson tuvo la habilidad política para posicionarse como representante del pueblo (lo que no nos debiera sorprender ante los resultados recientes en las elecciones presidenciales del país vecino). Este líder populista, que se mantuvo en el poder por casi 10 años, influyó de manera determinante sobre varios de sus sucesores.
Como parte de su política económica, Jackson impuso una tarifa del 57% a las importaciones, basado en las políticas mercantilistas de los siglos XVI a XVIII, que consideraban al comercio internacional como un “juego suma cero”, donde lo que un país gana, el otro lo pierde. Cabe aclarar que el Mercantilismo fue severamente criticado por el economista David Ricardo con su “Teoría de la Ventaja Comparativa”, publicada en 1817, donde se muestran claramente las ventajas del libre comercio. Sin embargo, es común que líderes populistas utilicen argumentos proteccionistas por su efectividad política para atraer electores.
Por otra parte, Andrew Jackson creía firmemente en el “Destino Manifiesto”, término acuñado por el periodista James Sullivan, que justificaba la expansión de Estados Unidos en el continente americano, basada en la creencia de que Estados Unidos tenía una misión providencial (un derecho divino) de expandirse territorialmente en el mundo, así como en la percepción de que las poblaciones no anglosajonas eran inferiores, por lo que debían ser “civilizadas”. Consistente con esta reprobable orientación ideológica, Jackson intentó comprarle el territorio de Texas a México entre 1829 y 1830, pero el gobierno mexicano rechazó la propuesta. En ese momento, un personaje muy peculiar gobernaba en México; Antonio López de Santa Anna, quien asumió la presidencia por primera vez en 1829 y estuvo a cargo de manera intermitente por los siguientes 18 años. Una descripción de su controvertida personalidad, sus graves errores y su gran influencia en esa compleja etapa de la historia, se detalla en el libro “Siglo de Caudillos: biografía política dé México”, escrito por Enrique Krauze en 2003.
Unos años después, Sam Houston y otros norteamericanos que habitaban el territorio de Texas, buscaron independizarse de México, contando con la ayuda no oficial de Jackson, quien los apoyó con armamento. Esto dio inicio a la Guerra de Texas (1835-1836), donde Santa Anna fue capturado, teniendo que ceder ese territorio para obtener su liberación. El presidente Jackson reconoció la independencia de Texas, justo antes de dejar la presidencia, con miras a anexarse ese territorio, lo que ocurrió casi una década después. En 1846, el presidente James L. Polk, fiel seguidor de Jackson, inició la Guerra México-Estados Unidos. Esta guerra, como bien se sabe, le permitió a Estados Unidos continuar con la anexión de la mitad del territorio de nuestro país, es decir, además de Texas, los estados de California, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y parte de Colorado y de Wyoming.
Regresando a la presidencia de Jackson y a la Guerra de Texas, es notorio como gran parte del daño ocurrió por la propia debilidad de nuestro país. Si se analizan las batallas entre ambos bandos, se puede concluir que esta guerra no la ganó Estados Unidos, sino que la perdió México por sus problemas internos. Al iniciar esta guerra, el ejército mexicano era más numeroso que el norteamericano, pero el exceso de confianza por parte de Santa Anna, las fallas en suministros y la corrupción, lo debilitaron. Por otra parte, la falta de cohesión entre los diversos estados de la República, es explicada por la postura centralista de Santa Anna que para ese fin abolió la Constitución de 1824. Este hecho, provocó que el estado de Zacatecas se levantara en armas, quedando fuera de la contienda contra los colonizadores de Texas, lo que debilitó enormemente el esfuerzo militar.
En la segunda parte de este artículo analizaré dos eventos que también iniciaron con una guerra comercial, el incremento tarifario de McKinley y la Ley Tarifaria Smooth Hawley, cuyas implicaciones fueron muy diferentes a los eventos descritos, ante una situación interna muy distinta.
