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Trump, la amenaza

Opinión
En el momento en que este artículo sea publicado faltarán tres días para que Donald J. Trump asuma su segundo mandato presidencial. Todo indica que viene fortalecido por el desdibujamiento de los demócratas, en buena medida culpa de Joe Biden, quien proyectó una imagen negativa. Pero Biden y los demócratas no son los únicos responsables, hay algo más de lo que se habla poco: el giro a la derecha de grandes sectores poblacionales de Estados Unidos y buena parte del llamado Occidente.
Los analistas se dividen respecto a lo que hará Trump. Unos dicen que su gobierno será desastroso para nuestro país, sobre todo en los tres temas en los que ha insistido y que, en buena medida, le dieron el triunfo: economía, migración y drogas.
Muchos norteamericanos tienen una mala impresión acerca de cómo manejó la Casa Blanca estos asuntos, pero la verdad es que, de acuerdo con los datos, no lo hizo mal; en economía lo hizo menos mal que la Unión Europea, Japón y Reino Unido, de alguna manera la migración está controlada y el tráfico de drogas no sólo es culpa de los cárteles, también lo es del mercado que exige la droga. En este último tema hasta podría afirmarse que, si no hubiera mercado, entonces los cárteles no serían tan poderosos.
Otros analistas señalan que Trump está amenazando como una estrategia de negociación, pero que no podrá hacer lo que dice o bien que no le conviene hacer lo que dice. Al parecer, la presidenta Sheinbaum está en este grupo. Ha minimizado todas las amenazas del futuro presidente norteamericano y asegura que habrá una buena relación. ¿Cuál es su base para afirmar esto? El hecho de que, según ella, el presidente López logró tener una buena relación con su homólogo estadounidense. Por supuesto, si eso fue una “buena” relación, entonces habrá que imaginarse una mala relación como una pesadilla.
La verdad es que el margen de negociación con Trump es limitado, pero no sólo para México. Por ejemplo, Canadá tampoco puede hacer mucho. El futuro presidente quiere renegociar varias relaciones de su país. Con la Unión Europea y la OTAN, con China y Rusia y, desde luego, con sus socios comerciales, Canadá y México. Los demás temas no parecen importarle mucho. Sí, ha lanzado amenazas a Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero dudo que estén en su agenda prioritaria.
Creo que la pregunta que hay que hacerse es: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar Trump en las redefiniciones que pretende hacer? Para contestar esta pregunta hay que señalar que el magnate es un hombre pragmático. Es cierto que detrás de él hay todo tipo de fanáticos de derecha que están aprovechando el momento. Personas que creen que las minorías deben ser excluidas y hasta perseguidas para regresar al sueño de la “América blanca”, conservadores que suponen que Estados Unidos debe regresar a la época en la que era la gran fábrica del mundo, grupos que idealizan los valores familiares y que están dispuestos a cancelar los derechos de las comunidades LGBTQ+ y un largo etcétera.
Sin embargo, también hay amplios sectores poblacionales que no son extremistas, pero que están insatisfechos debido a varias causas y que han comprado la idea de que todo es culpa de la cultura woke, el lenguaje inclusivo, el aumento de derechos a las mujeres o a los homosexuales, los apoyos sociales y los migrantes. Toda esta mezcla es falsa, pero revela la ignorancia de quienes la han asumido.
Regresando a la pregunta, creo que Trump no es un fanático y, a diferencia de un López Obrador, no tiene un proyecto político de largo plazo, sino intereses muy concretos. Por supuesto, no estoy diciendo que sus afirmaciones son bravatas sin consecuencias. Es posible que ponga aranceles, deporte una gran cantidad de personas, declare a los cárteles como organizaciones terroristas. Inclusive medidas menos radicales que las que ha anunciado les harían daño a las economías de varios países. En el caso de México todo sería más grave por la cercanía geográfica, el grado de dependencia económica y los problemas de drogas y seguridad, algo que, por ejemplo, no tiene Canadá.
Lo cierto es que el nuevo presidente tendrá que hacer varios anuncios fuertes. Está obligado con sus seguidores y sus fanáticos, que no son lo mismo. De no hacerlo, esto dañaría su fuerza política. Pero hay una cosa cierta: debe ponerse límites, de lo contrario algunas de sus medidas serían contraproducentes. Por ejemplo, poner aranceles generalizados dañaría sectores económicos estadounidenses y causaría un fenómeno inflacionario.
¿Será capaz el magnate de reconocer esos límites por su propia conveniencia? Nadie lo sabe. Habrá que hacer preparativos para lo peor y velar armas junto con el resto de los actores políticos del mundo.