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Opinión

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La renuncia de Enrique

La historia de los partidos es la historia de los movimientos y cambios de la sociedad. Son un reflejo y una parte del espacio colectivo que se acomoda o se confronta con los regímenes o las realidades políticas existentes. Nada más hasta ese momento.

A lo largo de esa compleja historia, ya de hace más de siglo y medio, el centro de los ánimos y voluntades de esas organizaciones sociales, eran las ideas.

Se trataba de que en reflexiones a veces en bares, pequeños clubes o espacios sociales en secreto o en público, se expresarán ideas y se dieran explicaciones de lo que sucedía. Se manifestarán aspiraciones y deseos de lo que deberíamos ser. En otras ocasiones las reuniones entre los presentes era reunirse alrededor de un líder, de un gobernante, de una esperanza, algunos fueron perseguidos y pagaron su deslealtad con el régimen en turno, otros fueron agradecidos y les representaban ganancias políticas y económicas a lo largo del tiempo debido a su lealtad con el líder, con el “polit bureau” o el comité ejecutivo del partido.

Siempre, sin embargo, todo grupo, club, partido o agrupación política premiaba entre sus miembros a la inteligencia y el planteamiento de alternativas, la visión de futuro y la construcción de un imaginario que pudiera compartirse con el resto de la sociedad.

Aunque a los del otro lado les moleste, el PRI, tenía una visión y una idea de modernidad, al punto de invitar en el primer esfuerzo para la formación del PNR a que otras fuerzas formaran sus propios partidos, el PAN surgió 10 años después. El PRI tenía una manera de mirar que permitía construir en conjunto. No por nada resolvió lo que en siglo XIX, no resolvieron las armas o la ley: un proyecto nacional, real y compartido.

En los últimos años, digamos 20, el peso de las decisiones económicas fueron tales, que se abandonó el acuerdo en muchos frentes. Sectores productivos y laborales. Exportadores y proveedores medianos. Necesidades políticas para mejorar la vida de la población y políticas pulcras de atención social. La política se abandonó en favor de la economía y su eficiencia y eficacia, en el T-Mec y en todo demás.

En los últimos años un hombre responsable, leído, instruido y con experiencia, se lanzó a desafiar el estado de cosas en el que AMLO puso la elección presidencial: es decir, que había que destruir toda la racionalidad económica y política de los últimos 40 años para hacer que la política dominara el espacio público. En partes uno puede o no estar de acuerdo con ello, pero la locura ha llegado a lugares sencillamente inaceptables y contraproducentes, al punto de convertir nuestra experiencia reciente en una autocracia.

Esa voz es la de Enrique de la Madrid. Claro que me unen lazos generacionales y de acuerdos con él, pero lo menor es eso. Lo que importa es que logró igual que sus competidores reunir un apoyo social para su candidatura. Lo que importa que es que tenía una propuesta que no estaba ligada a, solamente, defender los valores vinculados con la democracia liberal, sino que pensaba un poco más allá.

Su idea es que es posible un México mejor. Más próspero y de oportunidades para todos, pero no con dadivas, sino con instituciones y acentos en la política y en la política económica.

Su renuncia al PRI la semana pasada, por lo tanto, no puede sorprender.

Alejandro Moreno es un teflón factual a las ideas. El PRI se ha convertido en un nido de ignorantes y algunos pocos con ideas y visión. En su interior hay esfuerzos muy interesantes de renovar y recuperar un liderazgo político en la sociedad mexicana, pero hasta ahora han tenido un éxito modesto. En el PRI hubo 40% de respeto a la rebeldía consustancial a la renovación generacional y de las ideas y 60% a lo demás. Hoy solo se acepta 100% de lealtad, de silencio, ignorancia y obediencia.

Como ha probado la historia, esa solución no dejará crecer nada. Enrique hace bien en terminar su ciclo con eso que ya no da nada, más que frustraciones. Cuando en el PRI se vayan todas las ideas, los sueños y las reflexiones, ese fenómeno iberoamericano que fue ese partido habrá cumplido su ciclo como institución, quedará en el aire la defensa de la democracia liberal que el PRI defendió muchas veces en las palabras, otras con hechos.

Como decía Héctor Aguilar: el día que se vayan ciertos personajes del PRI, ese partido se habrá acabado. Yo creo que ya llegó ese triste momento y yo también habré de acompañar a Enrique. Nada más, pero nada menos también.

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Ensayista e interesado en temas legales y de justicia. actualmente profesor de la facultad de derecho de la UNAM.

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