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La obesidad debe abordarse como enfermedad crónica progresiva

La obesidad hoy en día aún no es reconocida como una enfermedad crónica y progresiva ni por las personas que viven con ella ni por los profesionales de la salud. Sin embargo, hay cada vez más evidencia científica de que sí lo es, que la obesidad afecta a muchos sistemas de órganos y contribuye a más de 200 complicaciones, incluidos 13 distintos tipos de cáncer; por ende, hay que abordarla con ese enfoque de padecimiento complejo.
En México, vivir con obesidad es cargar un peso que va más allá de los kilos: es el estigma, ese juicio nada silencioso que persigue a quienes sufren tal condición. En un país donde la “gordofobia” está tan arraigada, las personas con obesidad son socialmente enjuiciadas como: flojas, sin disciplina, sin fuerza de voluntad o con un “se lo merece”. Pero hoy la ciencia desmiente esos prejuicios. La obesidad es una enfermedad crónica, compleja, multifactorial y recurrente, donde confluyen genética, hormonas, entorno y hasta estrés. Culpar al individuo no solo es injusto, sino contraproducente; el estigma daña la salud mental —provocando depresión y ansiedad— y aleja a las personas de buscar ayuda. El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) determinó que discriminar por el peso es una violación a los derechos humanos.
México enfrenta una epidemia que parece no tener fin. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2022, el 75% de los adultos mexicanos vive con sobrepeso u obesidad, mientras que el 36% de los niños y adolescentes ya está en esa misma ruta. Somos uno de los países con mayor prevalencia en el mundo, rankeados entre los 10 primeros en obesidad adulta y los cinco en infantil, de acuerdo con la OCDE.
Una pandemia que se triplica
A nivel mundial, la obesidad es una pandemia de la modernidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta que desde 1975 se ha triplicado, afectando a más de 650 millones de adultos en 2016. El Atlas de la Obesidad 2023 de la Federación Mundial de la Obesidad estima que para 2035, el 51% de la población global tendrá sobrepeso u obesidad, más de 4,000 millones de personas, causando cerca de 4 millones de muertes anuales. Las causas: entornos obesogénicos, acceso limitado a alimentos saludables y una amplia disponibilidad de alimentos ultraprocesados. En México, las desigualdades sociales agravan el panorama: quienes menos tienen son los más vulnerables: comprar frutas y verduras frescas es un lujo poco accesible cuando el ingreso familiar apenas alcanza para llenar el estómago con lo más barato y disponible.
Es momento de abordarla de manera integral
Definitivamente el tratamiento estrella debería ser la prevención y educación, hábitos equilibrados de alimentación y ejercicio, pero es la hora que no hemos logrado una política certera en ese sentido. Los medicamentos de última generación están llegando como opción complementaria. La liraglutida, la semaglutida y la tirzepatida, aprobados en Estados Unidos y Europa, están revolucionando el tratamiento de la obesidad. Estos fármacos, originalmente diseñados para la diabetes, actúan sobre el apetito y el metabolismo, logrando pérdidas de peso de hasta 20%. No son una bala mágica ni tampoco inocuos, pero combinados con dieta y ejercicio, están siendo un apoyo para alcanzar resultados que las modificaciones al estilo de vida solas rara vez obtienen a largo plazo.
El NICE de Gran Bretaña ya los incluyó en su Guías para el manejo de obesidad y sobrepeso recién publicadas en enero de 2025.
Pero esta pandemia no se resuelve solo con voluntad o pastillas; requiere un enfoque que combine políticas públicas efectivas -sí el etiquetado frontal, los impuestos a comida procesada y su prohibición en escuelas-, pero además educación alimentaria desde la infancia y estrategias nacionales de salud preventivas e integrales. Necesitamos romper el estigma, invertir en prevención y abrir la puerta a tratamientos que ya están cambiando vidas. México no puede seguir cargando este peso en silencio; es una enfermedad, y como tal, merece ser tratada con seriedad, profesionalismo y humanidad.
Y el costo también se multiplica
Un estudio en The Lancet demostró que la esperanza de vida disminuye a medida que aumenta el Índice de Masa Corporal (IMC). Quien tiene un IMC normal (de 25 a 30 kg/m2) su probabilidad de llegar a los 70 años es de 80%, pero baja a 60% si su IMC es de 35-40 y a 50% si es de 40-50. Pero hoy los especialistas saben que no sólo es un problema de peso, si no un exceso o disfunción de grasa corporal (adiposidad), a partir de lo cual se determina el diagnóstico de obesidad.
Y hablando de costos económicos de la obesidad en México, si en 2019 se estimaron en más de 23,000 millones de pesos (1.83% del PIB); para 2030 subirán a 37,840 millones (2.57%), y para el 2060 se habrán triplicado a más de 138,290 millones, es decir, más el 5% del valor de toda la producción nacional (PIB). Esto, a partir de datos adaptados del Observatorio Global de la Obesidad.
Novonordisk y Lilly en camino con sus tratamientos
En México, Novo Nordisk, empresa danesa que ha investigado tratamientos para la obesidad por más de 25 años, anunció que, a partir de abril de 2025, lanzará un tratamiento a base de semaglutida 2.4 mg, un medicamento de los análogos del GLP-1, cuya acción ayuda a reducir el hambre y a aumentar la sensación de saciedad. Sin embargo, su uso no está aún plenamente autorizado por el regulador nacional Cofepris para tratar obesidad, lo que limita el acceso y deja a muchos pacientes en un limbo terapéutico, y a los médicos limitados para prescribir.
Algo parecido a lo que sucede con la opción de la farmacéutica Eli Lilly, Tirzepatida, que en México fue aprobada en noviembre del 2024. Cofepris lo autorizó para pacientes con diabetes tipo 2 como una nueva clase terapéutica que ayuda a la producción de insulina y a disminuir el nivel de glucosa en el organismo. Pero con el antecedente de que ayuda también al control crónico del peso en adultos con obesidad, quién duda que será el gran competidor de Ozempik de la farmacéutica danesa…
Así que el regulador sanitario tendría que ser más realista, pues el mundo avanza hacia soluciones innovadoras, y aquí nosotros no podemos quedarnos rezagados, atrapados entre trámites burocráticos y costos prohibitivos. La realidad se sobrepondrá y con todas las limitantes, es innegable que será prescrito con ese enfoque; además, como sucede en otros países, la competencia entre ambas opciones terapéuticas llegará con todo al terreno mexicano donde la obesidad reina en forma masiva. Algo importante a evitar es la autoprescripción. Y por otro lado, más temprano que tarde deberá encontrarse la forma de un precio más accesible de esos tratamientos farmacéuticos, pues la verdad el plazo de 20 años de las patentes en estos casos se percibe demasiado lejanos.
Iniciativa Salud Mesoamérica del BID
Gracias a la Iniciativa Salud Mesoamérica (ISM) -una alianza entre BID, gobiernos de España y Canadá, así donantes como Fundación Carlos Slim y Fundación Gates-, la proporción de recién nacidos que reciben atención de calidad en la región se multiplicó por cinco y la atención de emergencia neonatal mejoró en 14%. En El Salvador, 98% de los partos ahora ocurren en centros de salud con personal calificado. En Costa Rica, la tasa de embarazos adolescentes en las zonas más vulnerables bajó 11.3%. En Chiapas, México, los nacimientos en centros de salud subieron del 37% al 48%, con mejor atención prenatal y posparto. Esto de acuerdo con un estudio realizado por NORC en la Universidad de Chicago.
Maribel.coronel@eleconomista.mx