Lectura 5:00 min
Fentanilo: La crisis que nos alcanzó

El pasado diciembre, las autoridades mexicanas llevaron a cabo un operativo en Sinaloa que resultó en la incautación de una tonelada y media de fentanilo, una cantidad suficiente para producir 20 millones de dosis y con un valor estimado de 400 millones de dólares. Este histórico decomiso no solo evidencia la magnitud del tráfico de esta sustancia en nuestro país, sino que también resalta la creciente amenaza que representa para la salud pública y la seguridad nacional.
El fentanilo, un opioide sintético desarrollado en la década de 1960, fue diseñado originalmente como un potente analgésico para tratar dolores severos, particularmente en pacientes con cáncer avanzado o sometidos a cirugías complejas. Su potencia es aproximadamente 50 veces mayor que la de la heroína y hasta 100 veces superior a la de la morfina. Pertenece químicamente a la familia de las fenilpiperidinas, compuestos diseñados para interactuar con los receptores opioides en el cerebro, bloqueando la percepción del dolor y generando una intensa sensación de euforia.
Lo que comenzó como una solución médica legítima ha derivado en una crisis devastadora debido a su uso ilícito. El fentanilo se ha convertido en la droga de elección de los cárteles debido a su bajo costo de producción y su extrema potencia, lo que permite obtener enormes ganancias con pequeñas cantidades.
Ante esta problemática, los gobiernos de México y Estados Unidos han puesto en marcha diversas estrategias. En México, la presidenta Claudia Sheinbaum lanzó la campaña nacional y permanente “Aléjate de las drogas. El fentanilo te mata”, un esfuerzo dirigido a informar a los jóvenes sobre los riesgos asociados al consumo de sustancias. Esta iniciativa se enfoca en la prevención, el tratamiento y la rehabilitación, involucrando a distintas dependencias gubernamentales. Además, las autoridades han llevado a cabo incautaciones históricas de fentanilo, reafirmando el compromiso del gobierno mexicano en la lucha contra el tráfico de esta sustancia.
Por su parte, Estados Unidos, bajo la administración Biden-Harris, coordinó esfuerzos internacionales para enfrentar el flagelo del fentanilo y otras sustancias sintéticas, desmantelando redes de suministro de opioides ilícitos. La Oficina de la Política Nacional de Control de Drogas (ONDCP, por sus siglas en inglés) lidera las iniciativas nacionales en esta materia, desarrollando y supervisando una estrategia integral que combina enfoques basados en evidencia de salud y seguridad pública para reducir el consumo de sustancias y sus consecuencias.
Sin embargo, estas medidas, aunque necesarias, resultan insuficientes. Las estrategias centradas exclusivamente en la prohibición y en campañas alarmistas han demostrado ser limitadas. Es fundamental implementar políticas más integrales que enfrenten las raíces de las adicciones, como la soledad, la desconexión social, la depresión y la ansiedad que afectan a muchos jóvenes en la actualidad. Estas condiciones a menudo los empujan a recurrir a sustancias en busca de alivio para su sufrimiento emocional.
Entonces ¿cómo combatir al fentanilo de manera más eficiente? Estudios han demostrado que las políticas de reducción de daños, programas de educación integral sobre drogas y el fortalecimiento del tejido social son más efectivos para prevenir y tratar las adicciones. Es fundamental promover entornos que fomenten la conexión humana, el apoyo comunitario y el acceso a servicios de salud mental de calidad.
La comunicación en los medios sobre temas como el uso de fentanilo desempeña un papel fundamental en la lucha contra la estigmatización que enfrentan quienes consumen sustancias psicoactivas. El Instituto RIA de México, una organización dedicada a la investigación y al diseño de políticas sobre drogas, ha destacado que la estigmatización, patologización y criminalización del consumo, tanto en las conversaciones cotidianas como en los entornos de salud, contribuyen a que las personas usuarias se excluyan de los servicios esenciales. Es imprescindible que los medios adopten narrativas que fomenten la comprensión, la empatía y el respeto. Respaldar iniciativas de reducción de riesgos y daños no solo previene tragedias, sino que también refuerza un compromiso genuino con la salud pública y los derechos humanos.
El fentanilo plantea una crisis compleja que desafía a nuestra sociedad. No basta con endurecer penas ni cerrar fronteras; es imprescindible adoptar una estrategia integral que contemple la salud, la educación y la cooperación internacional. Al final, cada persona afectada por esta epidemia es alguien que merece una segunda oportunidad.
Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a dra.carmen.amezcua@gmail.com o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua. ¡Hasta la próxima!