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Opinión

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El estatismo es el verdadero rostro de la 4T

Un lema de campaña y de gobierno tanto de López Obrador como de Claudia Sheinbaum ha sido: “no es posible un gobierno rico con un pueblo pobre” y que había que dar prioridad en el gasto del gobierno a mejorar las condiciones de vida de la gente en lugar de obras o gastos suntuosos e innecesarias.  

Cumplieron en parte ese compromiso con los programas sociales, pero las inversiones que realizó López Obrador por más de un billón y medio de pesos hubieran tenido más beneficio social en escuelas, clínicas, medicinas, mantenimiento a carreteras e infraestructura en las ciudades y pueblos, que en el Tren Maya, la refinería, los aeropuertos Felipe Ángeles y Tulum, los hoteles o la compra de aviones para Mexicana.

Estas inversiones, además de que podían haberse hecho por la iniciativa privada, van a significar un alto costo anualmente para el presupuesto del gobierno. Qué beneficio significa para la gente que el gobierno opere hoteles, o construya aeropuertos, opere una línea aérea o construya líneas y opere ferrocarriles.

Todavía el Tren Maya tendría una justificación para impulsar el sureste, pero ahora la idea de Claudia Sheinbaum de desviar 140,000 millones de pesos para construir el tren a Querétaro y Pachuca, obras que podría hacer el sector privado, en lugar de canalizar esos recursos a clínicas, escuelas, carreteras, pavimento, agua, drenaje y servicios básicos, deja en evidencia la insensibilidad social del gobierno de la actual presidenta.

La infraestructura del país está destrozada, no sólo en las poblaciones y ciudades pequeñas, sino en las grandes ciudades, se podría decir que es responsabilidad de los estados y municipios, pero éstos no cuentan con los recursos suficientes para atacar el problema y es responsabilidad de la federación apoyarlos en beneficio de la gente. Nunca la infraestructura, calles, avenidas, banquetas, parques, de la Ciudad de México había estado en peores condiciones que en la actualidad. Lo mismo pasa con las carreteras en todo el país, nunca que yo tenga memoria, habían estado en peores condiciones que ahora.

Tanto López Obrador como Claudia Sheinbaum tienen una mente estatista, no de izquierda, sino un populismo estatista, en donde el Estado debe intervenir directamente en la economía. Esto puede ser necesario en el caso del petróleo y la energía eléctrica e inclusive en la construcción de vivienda popular, pero no lo es en trenes, hoteles, aeropuertos y líneas aéreas. Aún si estas inversiones reportarán utilidades, lo cual es muy poco probable, ese dinero podría ser utilizado mucho mejor en beneficio de la gente, sobre todo en educación y salud.

Más allá de que el gobierno es en general un mal administrador, el estatismo es una estrategia económica del pasado, demostró que en el corto plazo se convierte en una carga demasiado pesada para las finanzas públicas. López Obrador y su alumna Claudia Sheinbaum son nostálgicos del pasado de Echeverría, donde se llegó a un extremo del estatismo que quebró al Estado y obligó a Miguel de la Madrid y Salinas a vender todas las empresas públicas.

Yo no creo en un Estado pequeño, creo en un Estado fuerte con recursos suficientes para garantizar los derechos sociales a toda la población, pero no creo que la forma de lograrlo sea el estatismo.

La gente aplaude todas estas inversiones, pero hay que hacerles ver que esas inversiones no les benefician y podrían ser mejor invertidas en beneficio directo hacia ellos.

Ciudadano interesado en las soluciones para el país y la Ciudad de México. Político mexicano, ha sido diputado federal (1988-1991), senador (2000-2006) y jefe delegacional de Miguel Hidalgo (2009-2012)

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