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La economía diversa del cine independiente: por qué invertí y llevé la producción ejecutiva de "Ride or Die"

Foto: Especial
Estrenar "Ride or Die" en la competencia oficial del Festival de Tribeca 2025 es mucho más que un logro artístico. Para mí, como productor ejecutivo latino, representa una afirmación poderosa sobre el tipo de cine que quiero construir: un cine que arriesga, que cuestiona, que abre espacio a voces nuevas y que entiende la diversidad no sólo como un valor cultural, sino como una estrategia económica de futuro.
Como productor, al leer un guion, busco una de dos cosas: o bien su potencial comercial dentro del mercado del género, o bien —como en el caso de este proyecto independiente— su relevancia cultural en el contexto actual. Desde que leí el guion de Josalynn Smith, supe que estaba ante una historia urgente. Una narrativa queer, afroamericana, femenina e incómoda. Su guion no pedía permiso: hablaba del amor sin etiquetas, de la violencia emocional en los vínculos afectivos y de la tensión entre el deseo y el trauma. Me pareció una voz ferozmente necesaria. Producir su ópera prima ha sido un privilegio y un acto de convicción. Acompañarla en este camino junto a talentos como Jamie Foxx (galardonado actor y productor, ganador del Óscar por "Ray" en 2005), Matthew Keene Smith, Datari Turner y Aaron Gilbert (productor de más de 100 títulos incluido "The joker") ha sido un honor y una experiencia profundamente enriquecedora. La producción de Ride or Die es, en sí misma, un testimonio de lo que puede lograrse cuando diferentes culturas y generaciones colaboran con un fin común.
Pero más allá del orgullo personal, este proyecto me ha reafirmado una certeza: el cine independiente es una fuerza económica real, diversa y circular, que necesita ser valorada en toda su dimensión.
El cine independiente como motor económico global
En Estados Unidos, la industria del cine y la televisión genera más de 2.2 millones de empleos y distribuye 192 mil millones de dólares en salarios cada año. De esa enorme maquinaria, el cine independiente es una pieza fundamental: más del 89% de las productoras tienen menos de 10 empleados, pero alimentan la innovación, descubren talento y nutren tanto al cine de autor como al mainstream. Son miles de pequeñas compañías, freelancers, crews locales y artistas que mantienen viva una economía descentralizada y resiliente.
En este ecosistema, los festivales de cine no son solo vitrinas culturales: son también nodos económicos. Cannes, por ejemplo, genera casi 200 millones de euros en derrama local por edición. En Nueva York, Tribeca ha aportado más de 750 millones de dólares a la economía desde su creación tras el 11-S. Además de atraer turismo, crean redes de distribución, posicionan películas, lanzan carreras. Mi propia película —una historia queer protagonizada por dos mujeres afroamericanas— probablemente no existiría sin este ecosistema independiente y sin estos espacios donde las nuevas voces tienen cabida.
Diversidad: ética, innovación y negocio
Hay algo que me gusta repetir: apoyar la diversidad no es un gesto de buena voluntad; es una decisión inteligente. Los datos lo respaldan. Los latinos representamos casi el 19% de la población de Estados Unidos, pero compramos más del 28% de las entradas al cine. Cuando hay talento latino en pantalla o detrás de ella, la audiencia responde. Las historias LGBTQ+, afrodescendientes, indígenas o migrantes no sólo enriquecen la cultura: también atraen públicos, generan conversación, construyen franquicias nuevas.
Los ejemplos abundan. Fruitvale Station lanzó la carrera de Ryan Coogler, quien luego dirigiría "Black Panther", un fenómeno cultural y comercial. "Nomadland", dirigida por Chloé Zhao —egresada del cine independiente—, ganó el Óscar antes de que ella pasara a dirigir una superproducción de Marvel. ¿Qué nos dice esto? Que las grandes ideas nacen en lo independiente, en lo incómodo, en lo distinto. Que lo que hoy se llama “nicho” será el “mercado” del mañana.
Además, estas producciones generan empleos locales, impulsan economías circulares y permiten distribuir riqueza en regiones donde las grandes plataformas no llegan. En países como Nigeria, por ejemplo, la industria local (Nollywood) es el segundo empleador nacional, superado sólo por la agricultura.
Una economía creativa plural y circular
El cine independiente, cuando es inclusivo, también activa modelos de economía circular: lo que se gana se reinvierte en nuevos talentos, nuevas historias, nuevos públicos. La economía creativa ya representa hasta el 7% del PIB en algunas naciones y emplea a millones de personas en el mundo. Gobiernos, academias y organismos internacionales están reconociendo este poder: por eso la diversidad ya es parte de los estándares para premios, financiamientos y fondos públicos.
La Academia de Hollywood, por ejemplo, ahora exige criterios de representación para las películas que buscan competir al Óscar. Las reglas del juego han cambiado. No se trata solo de quién cuenta la historia, sino de quién puede vivir de contarla, quién accede a la producción, al financiamiento, al mercado.
"Ride or Die": un modelo de futuro
"Ride or Die" fue posible porque creímos en una voz que otros podrían haber descartado. Porque entendimos que la diversidad también puede ser un modelo de negocio viable, rentable y sostenible. Porque trabajamos entre culturas, entre generaciones, entre formas distintas de ver el mundo.
Hoy la película se estrena en uno de los festivales más importantes del mundo. Pero sobre todo, se estrena en una conversación global sobre el valor de lo diverso. No solo por justicia social —que también—, sino porque es ahí donde está la próxima gran historia, el próximo talento, la próxima oportunidad.
Agradezco profundamente formar parte de esta película y trabajar con un equipo que cree, como yo, que el cine es mucho más que entretenimiento. Es una industria transformadora y, cuando se hace con visión, también una inversión con sentido.
*El autor es productor cinematográfico, productor ejecutivo de "Ride or Die"