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Demagogia global: El nuevo orden autocrático

La democracia liberal enfrenta una crisis profunda, entre otras cosas, porque los ciudadanos han dejado de anhelarla, no ven sus beneficios (los tiene, más que cualquier otra forma de gobierno). Muchas democracias han retrocedido, en los últimos años, hacia la autocracia populista. En Norteamérica, México avanza a pasos agigantados hacia una autocracia populista, una dictadura de la mayoría dirigida por una oligarquía demagógica. Estados Unidos comienza su propio retroceso. Trump, en su segundo mandato, gobierna a golpe de decretos y evita el debate parlamentario. En su segundo cuatrienio veremos si las instituciones estadounidenses resisten la andanada autocrática.
Lo cierto es que los autócratas han encontrado el talón de Aquiles de la democracia: por un lado, ninguna fuerza del orden obliga al Ejecutivo a cumplir los mandatos judiciales; los autócratas viven cómodos en desacato. Por el otro lado, usan la demagogia para debilitar las instituciones democráticas, siempre justificándose con “otros datos” (Trump culpando a Ucrania del inicio de la guerra; la cantidad de mentiras de la mañanera) para convencer al “pueblo” que los eligió. La democracia sucumbe ante los demagogos, es una debilidad inherente. No es nuevo, miren lo que escribió Aristóteles en su Política: “las democracias se alteran, sobre todo, por la insolencia de los demagogos”.
Deseo un coletazo de las democracias, como ha sucedido antes, que reaccionen y regresen más fuertes de estos años de oscuridad. ¿Pero, y si no regresan fortalecidas? Podríamos volver al mundo como siempre ha sido, salvo en el periodo comprendido entre la declaración universal de los derechos humanos y hoy: El reinado del más fuerte. Parece que Trump y los halcones que lo acompañan en la Casa Blanca han decidido que el camino para la prosperidad de su nación no pasa por las reglas internacionales sino por el uso de la fuerza. ¿Si se anexionan Groenlandia quién los va a detener? La OTAN, ¿de la que son el miembro más fuerte? ¿Rusia? ¿China? No es difícil imaginar una mesa de negociación en la que Rusia, China y Estados Unidos se repartan Taiwán, Groenlandia, Ucrania, Gaza, Siria, Líbano, Corea del Sur. ¿Qué los detiene?
Y aquí viene un giro curioso: quizá en el caos que con tanto gusto genera Trump en el mundo, el México de la cuarta transformación encuentre acomodo. Qué duda cabe que los populistas suelen entenderse entre sí, sobre todo cuando los débiles se subordinan al poder del más fuerte y encuentran un recurso demagógico para justificarlo. El México que emerge tras la transformación morenista cabe bien en un mundo bipolar dividido entre democracias y autocracias populistas, alineado, por ejemplo, con Rusia y Estados Unidos trumpista, junto con los que se vayan sumando al nuevo orden no legalista, no democrático, no igualitario. Otra opción sería alinearse con las democracias, pero ¿cómo hacerlo después de haber dinamitado la democracia mexicana y, además, bajo el yugo de Trump? La tercera alternativa sería volver a una nueva versión de los países no alineados. El camino fácil es la subordinación y la adopción de las razones del gran demagogo. ¿Cuál seguirá Morena?

