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Opinión

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¿Buen momento para aumentar el salario mínimo?

El estancamiento del salario mínimo y de los salarios en general fue, sin duda, uno de los grandes fracasos del régimen de la transición. Revertir esta tendencia, iniciada antes de 2018, es uno de los mayores logros de la 4T y explica en parte su popularidad. Sin embargo, ante el reciente anuncio de un aumento del 12% para el 2025, vale la pena tomar los datos con cautela.  

Desde mediados de los noventa, las políticas económicas heterodoxas llevaron a un estancamiento del salario mínimo y una caída en términos reales del poder de compra de este. Esto se justificó principalmente por el miedo a la inflación —el famoso efecto faro— y la idea de que mantener bajos los costos laborales era esencial para la inversión. Este último, no era un miedo totalmente injustificado en el contexto internacional: en 1999, China firmó un acuerdo bilateral con Estados Unidos que facilitaría su ingreso a la OMC en 2001, detonando el boom industrial chino que, en gran medida, perjudicó a México.

Pero “haiga sido como haiga sido”, el hecho es que los salarios en general, y en especial el mínimo que funciona como ancla, se estancaron en México durante más de 20 años.

Desde el 2000, la participación del trabajo en el ingreso nacional de México ha fluctuado entre 30 y 35% del PIB, con una tendencia decreciente desde 2010. Entre 2010 y 2015, la productividad aumentó en sectores como las manufacturas, pero sin un crecimiento proporcional en los ingresos laborales. Las reformas estructurales de 2015-2018 no revirtieron esta tendencia, mientras fenómenos como la automatización favorecieron al capital. Durante la pandemia (2020-2023), los ingresos laborales cayeron debido a la pérdida de empleos, y, pese a la recuperación económica, la participación laboral permaneció estancada, inferior a 40% común en América Latina.

Los últimos datos del Inegi, del segundo trimestre de 2023, muestran que esta proporción no ha cambiado sustancialmente. El PIB de México se divide en 39.5% de capital y rentas, 30.9% de remuneraciones de asalariados y 22.3% de Ingreso Mixto Bruto, típicamente asociados a trabajadores por cuenta propia y pequeñas empresas familiares.

Si bien una de las pocas políticas positivas de la 4T y su segundo piso ha sido culminar el proceso de aumento al salario mínimo —un proceso que inició antes, gracias a la desindexación del salario mínimo— también es necesario desagregar estos datos. Aunque el salario mínimo ha crecido sustancialmente, entre diciembre de 2018 y octubre de 2024, el Salario Base de Cotización promedio registrado en el IMSS creció a una tasa anual compuesta nominal de 7%, pero a una tasa real ajustada por inflación de 3.3 por ciento.

Ante el anuncio de ayer de un aumento de 12% para el 2025, algunas lecturas sugieren que se moderó el aumento, ya que no alcanzó 20% y se limitó a 12 por ciento. Pero la situación de la economía para esta decisión no es la mejor. Aunque las cifras de ocupación de la ENOE parecen indicar una mejora en el empleo, el empleo formal está totalmente estancado. En octubre se sumaron 138,000 puestos de trabajo, la cifra más baja para un mes similar desde 2011. En lo que va del año, se han generado 594,000 empleos, un crecimiento de apenas 1.4% frente al mismo periodo de 2023.

Con una inflación aún por encima de 4.5%, la economía y el empleo formal estancados, la inversión en caída y con los nubarrones económicos que se vienen, un aumento de 12% —que en términos reales será de alrededor de 8%— parece una medida temeraria y osada, por decir lo menos.

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