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Y… obedeció

En el debate de este domingo, un fantasma recorrió a los debatientes: el de López Obrador. El fantasma lo trajo al debate Claudia Sheinbaum. Leal y obsecuente con su jefe, hizo caso al reclamo presidencial del debate pasado. En aquel momento, en la mañanera del lunes siguiente, se paró en su pulpito a reclamar que nadie había reconocido sus logros y ni había hablado de los avances que la 4T había proporcionado al país.
La declaración del presidente se leyó como un distanciamiento con su candidata y un enojo por no haberse ceñido a una estrategia pactada, en la que lo principal de la continuidad, era el reconocimiento de las miles de bondades con las que ha gobernado el señor López Obrador y los muchos logros que se han tenido durante el sexenio.
Fiel a su megalomanía, el presidente no puede no ser el personaje principal en cualquiera de las manifestaciones políticas de carácter nacional. Para él y la preservación y cultivo de su imagen se ha convertido, en el final de su sexenio, en una obsesión que raya en una manía delirante.
El problema sin embargo, es que la defensa del presidente y su otros datos sumado a las propias impresiones o, de plano, mentiras de Claudia hacen un coctel imposible de beber.
Hablar del crecimiento de 3% el año pasado y centrarse en ello, es una trampa. Si el año pasado crecimos así, pero el promedio del sexenio no da más que para el 0.7%. La inflación ha echado por tierra los aumentos salariales. El haber sacado a 4.5 millones de la pobreza, palidece ante el hecho de que siguen 9 millones en pobreza extrema, con el añadido de que ahora todos gastan más en salud en los dispensarios de las farmacias y en medicinas que no ha podido surtir el gobierno actual. Y así la enumeración podría seguir, pero por razones de espacio me detengo.
En la interpretación de Claudia, decir que no se quiere tratar un tema, no es como hace su jefe diciendo que tiene otros datos o lo que diga mi dedito, no. Para ella no quiero hablar del tema es un contundente y frío eso ya se resolvió o un ya tratamos ese tema, con un tono y una gesticulación que infunden temor. No me la quiero imaginar de presidenta y llevarle la contraria en algo.
Xóchitl hizo bien en señalar que Claudia ha caído en las fantasías de su jefe político. Claudia pregunta en sus mitines en Chiapas como andan los centros de salud y recibe la respuesta natural: mal. ¿Qué les falta? Todo, responde el respetable. Se asombra Claudia de los retenes y los tilda de montaje de “Latinus”. En fin.
Otro error estratégico, me parece, de la obsecuencia con el megalómano, es doble. Por un lado, le pone una camisa de fuerza a lo que Claudia podría ser si no tuviera esa limitante. Por el otro, la obliga a cargar sobre sus hombros los errores percibidos por los anti 4t y los indecisos, que se supone debería estar conquistando. La estrategia implícita es, y no sorprende, sé cómo yo y ganarás. Error infinito que ya cometió Clara Brugada en el debate chilango, que arrastra a sus candidatas a un final de campaña en el que paradójicamente el único que podría sacar algo es el propio AMLO. Podrá decir: les dije que yo era un demócrata, miren hasta mis candidatas perdieron. Maquiavelismo puro en el que están siendo arrastradas las dos candidatas.
Por último, no puedo dejar de mencionar, que tanto en su aspecto de niña buena de colegio de monjas, como en su proclamación innecesaria, prematura, vanidosa y poco elegante sobre su triunfo en el debate, prefiguran una tragedia posible. Si gana, jamás se podrá quitar el prurito de que el que de verdad manda está en Palenque. Si pierde, la tragedia personal será inmensa y el único que podrá ganar algo de ella, será el propio AMLO. Ni modo, Claudia obedeció y habrá de pagar las consecuencias. Nada más, pero nada menos, también.

