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Sueño de opio

Con los motores del crecimiento interno (consumo privado, gasto de gobierno e inversión) seriamente debilitados por los efectos de la pandemia y la desconfianza empresarial en el gobierno de la 4T, se tiene la expectativa de que el nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá impulse la reactivación de la economía mexicana. El problema es que la pandemia también vulneró sustancialmente a un comercio internacional, cuya velocidad de crecimiento se había reducido a la mitad desde la crisis financiera del 2008 y que estaba siendo seriamente zarandeado por el resurgimiento del proteccionismo encabezado por la administración Trump. En medio del marasmo, la Organización Mundial de Comercio (OMC) arriesga una primera estimación de las consecuencias de este tóxico panorama para el valor del comercio internacional en el 2020: Una reducción en un rango muy abierto, lo cual es una evidencia más del alto nivel de incertidumbre reinante en la coyuntura, de entre -13 y 32 por ciento.
Y la caída en el valor global de comercio, se acompaña de alteraciones significativas en su estructura sectorial y territorial. Los requerimientos materiales para enfrentar la emergencia de salud y la ausencia de sincronía en la intensidad de los contagios en las distintas latitudes, han representado un desafío mayor para mantener el funcionamiento de las cadenas globales de valor. El confinamiento inicial en China paralizó las operaciones de ensamble en América del Norte, por la falta de insumos provenientes del gigante asiático, aún antes de que se decretara el paro de actividades para intentar frenar la pandemia. Ahora que Norteamérica pone a funcionar nuevamente sus líneas de montaje, no ha sido fácil sincronizar las redes de abasto para atender una demanda cuyos niveles y preferencias han sido trastocadas por la depresión económica global detonada por el Covid-19. (Por su magnitud y alcance, solamente comparables con la Gran Depresión del siglo pasado, así ha sido clasificada por Carmen y Vincent Rehinard, economistas en jefe del Banco Mundial y de la compañía de inversiones Mello, respectivamente, en un ensayo publicado en la última entrega de Foreing Affairs).
Así, mientras México, aún el principal proveedor de autopartes para el mercado estadounidense, pierde participación relativa en el mismo, en beneficio de países del sudeste asiático (Corea del Sur, Tailandia, Taiwán y Japón), sus exportaciones agropecuarias aumentaron 4.2% durante el primer semestre del año (nota estelar de la edición del viernes en El Economista). En el caso de la industria automotriz, la asociación mexicana del ramo (AMIA) anticipa un desplome de -30% en sus ventas foráneas en el 2020. ¿Cómo impactan estos cambios a las economías de las regiones y estados de la República mexicana?
Para responder a esta pregunta necesitamos conocer el grado de articulación de cada una de esas economías con el sector externo, así como la mezcla sectorial de sus exportaciones. En esta entrega iniciaremos nuestra revisión de los posibles impactos empezando por la región noroeste de México (Baja Californias, Sonora, Chihuahua y Sinaloa). Las exportaciones contribuyen con 38.1% de su producción bruta total (PB), 30.5% de su Producto Interno Bruto (PIB) y 28.8% del ingreso disponible en sus hogares. Las tres entidades fronterizas son las más dependientes de las ventas externas, pues Baja California Sur está fuertemente especializada en la oferta de servicios turísticos (aún y cuando su clientela está conformada mayoritariamente por turistas internacionales, no se registran en la contabilidad nacional como exportaciones), en tanto el peso de las ventas foráneas de Sinaloa en los indicadores económicos aquí mencionados (PB, PIB e ingreso disponible) es sensiblemente inferior a la media regional (alrededor del 10 por ciento).
Construyamos algunos escenarios, ocupándonos únicamente de los efectos provocados por cambios en el valor de las exportaciones, es decir, sin considerar los impactos de variaciones en el consumo, el gasto gubernamental y la inversión fija. Ubicándonos en el rango medio bajo de las estimaciones de la OMC, que ocurriría con el valor de la producción si las exportaciones caen de forma generalizada -20 por ciento. La PB de la región noroeste bajaría -7.6% y en los estados que la conforman los resultados serían los siguientes: Chihuahua (-8.4), Baja California (-8), Sonora (-6.8), Sinaloa (-2.3) y Baja California Sur (-1.3).
Veamos ahora algunos impactos sectoriales ¿Cuál sería el cambio en la PB del noroeste y sus estados si: 1) las exportaciones de la industria automotriz caen -30%, 2) las del resto del sector maquinaria y equipo (dentro del cual se clasifica la industria electrónica) -20% y 3) las del sector primario y la industria alimentaria aumentan 10%? Veamos primero cada escenario por separado y luego la combinación de los tres.
Escenario 1. La PB del noroeste (-3%): Chihuahua (-3.9), Sonora (-3.7); Baja California (-2.1), Sinaloa (-0.1) y Baja California Sur (0). Escenario 2. Noroeste (-2.3): Baja California y Chihuahua (-3.4), Sonora (-1.3) y Baja California Sur y Sinaloa (0). Escenario 3. Noroeste (0.2): Sinaloa (0.4), Sonora y Chihuahua (0.2), las dos Bajas (0.1). Escenario combinado (1+2+3): noroeste (-5.1), Chihuahua (-7.1), Baja California (-5.3), Sonora (-4.8), Baja California Sur (0.1) y Sinaloa (0.3).
Los números para la economía mexicana no son muy diferentes: si las exportaciones en general se reducen -20%, la PB se contraería -5.7. En el escenario combinado del párrafo previo, el desplome de la PB sería de -4.8.
Para cerrar, algunas reflexiones: en todas las grandes crisis económicas globales que se han presentado desde mediados de la década pasada hasta el presente, recuperar el nivel de PIB por habitante previo al descalabro, ha tomado un promedio de ocho años.
Conservar la participación de México en los mercados internacionales, en medio de graves amenazas a la globalización, una profunda depresión económica, una revolución tecnológica sin precedentes y los costos de las inevitables acciones para combatir el cambio climático, será una tarea que costará sangre, sudor y lágrimas.
En las circunstancias actuales, depositar en el T-MEC la esperanza de que el sector externo sea la locomotora que arrastre a la economía mexicana sobre los rieles de un crecimiento sustancial y sostenido, es un “sueño de opio”.
*Investigadores nacionales del Conacyt, adscritos al Centro de Investigaciones Socioeconómicas de la Universidad Autónoma de Coahuila.