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Opinión

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Se nos acabó la paciencia

Lucía Melgar

Desde octubre del año pasado, una ola de denuncias contra acosadores sexuales en las altas esferas del cine, los medios, instituciones culturales y políticas ha conmovido a gran parte de la opinión pública de Estados Unidos. Iniciada como llamado a la solidaridad entre mujeres alguna vez violentadas, la etiqueta #MeToo marca ahora el inicio de un movimiento que podría cambiar el paisaje laboral de ese país. La clave está en que las principales protagonistas han rebasado la esfera de la denuncia y buscan impulsar “una revolución cultural”. Más allá del, para mí, ambiguo simbolismo de los vestidos negros (y glamorosos) de los Globos de Oro 2018, se están tejiendo redes de solidaridad entre mujeres de distintas ocupaciones y clases sociales

Los medios norteamericanos se han ocupado sobre todo de las mujeres famosas que han ido denunciando a agresores poderosos. Alzar la voz y difundir estas denuncias ha sido fundamental para llamar la atención del público y comunicar a otras mujeres que no están solas. Gracias a esta solidaridad, el acoso – cruda violencia sexual en muchos casos– ha cobrado una visibilidad que antes no se había logrado. Hombres “intocables” han perdido puestos y prestigio; sus comportamientos intolerables ya no se pueden justificar como parte de la “cultura laboral” y de hecho diversos grupos y corporaciones están tomando medidas a favor de la igualdad en el trabajo.

Menos atención se ha puesto hasta ahora en la crucial participación de las trabajadoras agrícolas de Estados Unidos en esta discusión, reconocida en la carta abierta que actrices, escritoras y productoras publicaron el 1ero de enero. Bajo el título Time’s Up (“se acabó el tiempo” o , podría decirse, “se nos acabó la paciencia”), las más de 300 firmantes iniciales se dirigen a las integrantes de la Alianza Nacional de Campesinas que, en noviembre, se solidarizaron con las primeras denunciantes.

Al reconocer como “hermanas” a las trabajadoras del campo, latinas muchas de ellas, las estrellas de Hollywood han dado un paso significativo hacia la creación de un verdadero movimiento de mujeres que trascienda las barreras de clase. Como bien lo expresaron las trabajadoras, el acoso sexual ha sido normalizado en los sectores mal pagados y marginales, pero afecta a mujeres de todas las clases sociales.

Las trabajadoras agrícolas han sido de las más explotadas y violentadas, por compañeros, supervisores, empleadores. En su carta solidaria con las actrices, sin embargo, destacan paralelismos y puntos en común. Ha sido normalizado en los sectores mal pagados y marginales. Ven, por ejemplo, la actuación y el trabajo agrícola como dos formas de nutrir y alimentar: “Su trabajo alimenta el alma, llena los corazones y reparte alegría” – le dicen a las artistas. “Nuestro trabajo nutre a la nación con fruta, vegetales y otros cultivos que sembramos, cosechamos y empacamos”. Las actrices brillan bajo las luminarias mientras que ellas viven en la sombra. Ambas, denuncian, han padecido a individuos que tienen el poder de “contratar, despedir y poner en listas negras” y de afectar su bienestar en todos los sentidos. Desde esa condición común, aseguran a sus compañeras privilegiadas que “No están solas”.

La respuesta de actrices, abogadas y figuras políticas como Anita Hill, es significativa pues rebasa la retórica de la sororidad. Time’s Up no sólo reitera el rechazo total al acoso, ofrece medidas concretas para denunciarlo y combatirlo. En su portal (timesupnow.com), se difunde información sobre derechos de las mujeres, asesoría legal o laboral, se invita a solidarizarse con la causa y a aportar al fondo de apoyo, creado para que mujeres con menos recursos puedan acceder a la justicia, gesto con que la solidaridad se hace efectiva.

Es muy pronto para prever el curso de este movimiento, pero sus primeros pasos sugieren la posibilidad de crear una amplia alianza feminista que atraviese las barreras de clase y etnia. Alianza a la que también se invita a los hombres como agentes activos contra la violencia y la desigualdad laboral.

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Lucía Melgar

Es profesora de literatura y género y crítica cultural. Doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad de Chicago (1996), con maestría en historia por la misma Universidad (1988) y licenciatura en ciencias sociales (ITAM, 1986).

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