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Oposición en México: Es hora de una agenda por la libertad

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México enfrenta desafíos monumentales que demandan soluciones audaces y visionarias. La oposición ha quedado relegada después de las elecciones, en parte, debido a su falta de claridad en un proyecto de nación, sin una visión de país propositiva y que defienda valores que la distingan claramente del oficialismo. Quienes somos parte de la “Marea Rosa” que salió a las calles a defender la democracia, requerimos transformarnos en una fuerza política con una nueva agenda que coloque la libertad en el centro de nuestro camino hacia el progreso humano. Me adscribo a tres ejes centrales: Prosperidad incluyente, Estado de Derecho y Democracia.

Nuestra regulación excesiva y la baja inversión en capital humano y tecnológico han obstaculizado el desarrollo. Durante el actual sexenio, hemos experimentado un crecimiento económico anémico, con un promedio del PIB cercano al 1%. Esta realidad contrasta con las promesas de una economía próspera. Según la encuesta mensual de expectativas del Banco de México, solo la mitad de los ciudadanos percibe mejoras en la economía respecto al año anterior.

La innovación y la prosperidad incluyente son clave para revertir esta situación. Debemos fomentar la acumulación de capital físico y humano, así como impulsar el cambio tecnológico en nuestros procesos de producción. Esto solo será posible si promovemos una educación de calidad y facilitamos la capacitación laboral para adaptarnos a las demandas del mercado. Solo así podremos atraer inversiones, generar empleos y mejorar el bienestar de todos los mexicanos. Es vital diversificar los sectores productivos, implementar cambios estructurales en nuestras finanzas públicas, y promover la inversión en infraestructura.

En cuanto a nuestro sistema de justicia y Estado de Derecho, enfrentamos una crisis profunda. Durante los últimos seis años, hemos presenciado un debilitamiento preocupante de nuestras instituciones y una creciente impunidad que ha dejado a nuestra sociedad vulnerable a la delincuencia y la corrupción. En México, prevalece un débil Estado de Derecho que ha permitido que la corrupción y la impunidad se arraiguen en nuestra sociedad. Desde una definición ineficiente de los derechos de propiedad hasta una falta de garantía judicial del cumplimiento de contratos, nuestras instituciones han fallado en proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos.

El presidente actual será recordado como un destructor de instituciones, con una actitud autocrática que ha debilitado la separación de poderes y socavado la independencia del Poder Judicial, y este próximo gobierno parece seguir esa tendencia con el Plan C que lograron al obtener mayorías en el Congreso. Su enfoque autoritario y su desprecio por los contrapesos institucionales han dejado al país en una situación precaria. Para reconstruir nuestro Estado de Derecho, debemos tomar medidas audaces y urgentes. En primer lugar, necesitamos una definición clara y efectiva de los derechos de propiedad, así como una protección sólida contra actos de violencia y expropiación por parte del gobierno. Además, debemos fortalecer nuestro sistema judicial para garantizar un cumplimiento efectivo de los contratos y proteger a los ciudadanos de abusos de poder. Esto requerirá una reforma integral del sistema de justicia, así como una mayor inversión en capacitación y recursos para los tribunales.

La intolerancia hacia quienes piensan diferente es alarmante. La democracia no puede prosperar si se silencian las voces disidentes o se menosprecia a las minorías. La democracia requiere del respeto a la diversidad de opiniones y del reconocimiento de la legitimidad de todas las fuerzas políticas. Es necesario fortalecer las instituciones que protegen los derechos de las minorías y garantizan un juego político equitativo.

Para revertir esta tendencia autoritaria y promover una verdadera democracia plural, es necesario impulsar reformas que fortalezcan el sistema de partidos y promuevan la participación ciudadana. La creación de gobiernos de coalición y la democratización interna de los partidos son pasos fundamentales en esta dirección. Además, es crucial garantizar la independencia de los órganos electorales y proteger la libertad de expresión y manifestación.

México tiene el potencial de ser una nación próspera y equitativa. Pero para lograrlo, debemos adoptar una agenda que promueva la libertad. Es hora de dejar atrás el nacionalismo revolucionario autoritario que es la piedra angular de estos gobiernos y construir un futuro de oportunidades para todos. La libertad es el camino hacia el progreso, y es hora de defenderla con determinación y valentía.

Maestro en Economía por ESEADE y Licencia en Relaciones Internacionales por la UNAM | gar.david@hotmail.com

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