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La inflación destruye tu dinero (II)
Parte 2 de 3
La manera de manejar nuestro dinero es la misma en cualquier entorno, pero lamentablemente no toda la gente está preparada. Como siempre digo: quien no tiene deudas, está acostumbrada a ahorrar para su retiro y tiene un fondo para emergencias, siempre la pasa mejor cuando las cosas van mal. Tiene flexibilidad financiera.
En cambio, la gente que lo debe todo, que tiene compromisos de pago, no tiene mucho para dónde moverse. Siempre está apretada.
Así que la mejor manera de prepararnos para cualquier situación adversa, incluyendo un entorno de mayor inflación, es tener nuestras finanzas sanas. Cero deudas de consumo y un ahorro, un colchón.
Si no estamos ahí, tenemos que irnos acercando. Nuestra prioridad entonces será salir de deudas e iniciar un ahorro.
Empecemos entonces por hacer un plan de gastos, que es simplemente sentarnos, cada vez que recibamos un ingreso y hacernos una sencilla pregunta: ¿Qué es lo que necesito que este dinero haga por mí, antes de que me vuelvan a pagar? Le asignamos a cada peso que ganamos un trabajo.
Esto es esencial, porque el dinero se comporta como un niño rebelde. Si no le decimos qué es lo que tiene que hacer y no estamos al pendiente de que lo haga, el dinero hará lo que se le venga en gana. Por eso muchas veces sentimos que no sabemos ni en qué se nos va. Hemos perdido el control, al menos de una parte de él.
Cuando tenemos deudas, siempre recomiendo guardar las tarjetas de crédito, literalmente, en el congelador. No llevarlas con nosotros, para evitar tentaciones. Como si no las tuviéramos.
Como dije, al dinero, como a los niños, hay que vigilarlos para garantizar que estén haciendo exactamente lo que le dijimos. Eso significa que antes de hacer cualquier compra o gasto, revisemos cuántos pesos tenemos para ese trabajo. En principio, no debemos tomar dinero al que le hemos dado un trabajo diferente.
Sin embargo, el plan de gastos es flexible, porque la realidad nunca es exactamente como la planeamos. Podemos reasignar trabajos. Por ejemplo: si el recibo de la luz llega más caro, de todos modos lo tenemos que pagar. Pero antes de hacerlo, tenemos que sentarnos, ver nuestro plan de gastos y ver de dónde vamos a sacar lo que nos falta. A lo mejor tenemos que reasignar parte del dinero que habíamos destinado a diversiones y darle un nuevo trabajo.
Cuando empecé mi vida laboral, la inflación en México todavía era elevada. Para cuidar el poder adquisitivo de mi dinero, cada vez que pagaban, transfería ese salario a un fondo de inversión de liquidez diaria, que en aquél entonces me daba rendimientos por encima de la inflación. Eso me ayudaba. Además, hacía mis pagos siempre en la fecha límite y no antes.
A medida que la inflación se fue controlando, y las tasas de interés por consiguiente se redujeron, dejé de hacerlo. El rendimiento que podía obtener ya era muy marginal (unos cuantos pesos al mes) y no valía la pena el esfuerzo. Además, es más fácil para mí hacer todos mis pagos del mes en un día y no tener que recordar múltiples fechas.
Hoy todavía no estamos ahí, pero lo que antes hacía es algo que se puede considerar para proteger lo más posible el poder adquisitivo del salario. Sólo hay que recordar hacer el retiro dentro del horario del fondo, cada vez que necesitemos dinero.
En etapas de incertidumbre o que pueden ser complejas, me gusta estar lo más informado posible. Me entero del entorno económico mundial y de lo que está pasando en mi país. El conocimiento es poder.

