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Opinión

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Interpretaciones de resultados electorales

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Pascual Hernández Mergoldd

Las diferencias honestas son a menudo un signo saludable del progreso, Mahatma Gandhi

La contienda electoral, sobre todo por la jornada electoral del 2 de junio a cargo de ciudadanos que hicieron un gran trabajo al organizar cada casilla y contar los votos, revela la importancia del INE y que quienes lo idearon y construyeron, no se equivocaron, sería un error destruirlo.

El proceso electoral se caracterizó por la gran inequidad que propició la ilegal y recurrente intervención del presidente, quien se dedicó a violar la Constitución y las demás reglas electorales aplicables, lo que se tradujo en más de cincuenta medidas cautelares del INE y cerca de cuarenta sentencias del Tribunal Electoral que nada le importaron. Hemos sido testigos de que la actividad prioritaria del mandatario fue la sucesión, por ello se dedicó a prepararla por diversas vías como la entrega de dinero público a millones de personas. Aunque nadie duda que los programas sociales para combatir la pobreza son necesarios y que su mérito fue tomarlos en serio, es inaceptable que haya sido con un propósito de clientelismo político. La conducta del mandatario ha distado de ser la de un Jefe de Estado y la de un estadista y quedará en la memoria de la democracia mexicana como una mancha en la historia. 

Los reiterados errores, abusos, violaciones a la Constitución y al marco legal, corrupción y opacidad que se traducen en un saldo negativo de este gobierno, no fueron suficientes para menguar su aceptación en la mayoría.

El deseo de un gobierno fuerte, aunque sea autoritario, revela que la democracia es menos valiosa en nuestro país. Un estudio encontró en 2023 que sólo un 35% de los encuestados piensa que la democracia es la mejor forma de gobierno. 

Como sea, nadie puede dudar de la victoria de Claudia Sheinbaum, virtual presidenta electa, quien obtuvo 36 millones de votos, un más alto porcentaje de la votación del que obtuviera el actual presidente. 

16.5 millones de votos los obtuvo la otra candidata y representan a ciudadanos que deben ser tomados en cuenta, es decir, el pluralismo no fue erradicado. 

No conviene perder de vista que el poder absoluto envenena a la sociedad y puede generar las condiciones para el autoritarismo, el despotismo y la corrupción. Ese fue el motor que en los 70, desde el poder, impulsara la creación de las curules plurinominales para dar representación a las minorías.

Que los candidatos a diputados y senadores oficialistas hayan obtenido en conjunto alrededor de cuatro millones de votos menos de los que obtuvo la candidata presidencial, significa que la voluntad popular no quiere mayorías calificadas y menos les otorgó sobrerrepresentación. La votación para los candidatos oficialistas a diputados federales fue del 54.1% y pretenden quedarse con el 74% de las curules, 20% más del límite constitucional que es del 8%. Algo similar se pretenderá en el Senado.

La interpretación oficialista de que con la votación lograda el pueblo avala el Plan C para desmantelar las instituciones del Estado Mexicano, es un grave error. Nadie puede dudar que, por excepción, quienes votaron, tienen alguna idea de su contenido y los graves efectos que tendría para todos.

Las instituciones del Estado Mexicano no son el resultado de ocurrencias ni de medidas espontáneas o autoritarias, fueron creadas desde hace 200 años en nuestra primera Constitución, en la que se incluyó la división de podres que siempre ha implicado la autonomía del Poder Judicial, modelo confirmado y fortalecido en las constituciones de 1857 y en la de 1917. 

Un nuevo conflicto sería una interpretación del INE, sin duda amañada e ilegal, que resulte en la asignación de una sobrerrepresentación mayor al 8% en beneficio de las bancadas oficialistas y les otorgue las mayorías calificadas que no obtuvieron con los votos, eso lastimaría más la ya frágil concordia. Tristemente, el árbitro electoral de la CDMX ya otorgó una sobrerrepresentación a los partidos oficialistas en el congreso local, que no otorgaron los electores. 

No conviene ignorar que la democracia es el gobierno de las mayorías con respeto a las minorías, que requiere de la negociación, del debate, de la capacidad de escuchar al otro y de actuar con empatía. Se trata de una lucha continua, pero civilizada y regulada en un ambiente de tolerancia a la opinión diferente y a la crítica.

Respecto de contrapesos, todo indica que ni el mandatario ni sus correligionarios tomaron en cuenta que la realidad global es un contrapeso real fuera de su control. Los mercados financieros y los inversionistas temen que, con la amplia mayoría oficialista que pretenden transformar en mayorías calificadas, se impulse la aprobación de las reformas constitucionales como la de demoler al Poder Judicial, último contrapeso del Poder Ejecutivo, temor que ya se reflejó en la depreciación del peso, entre otros.

La candidata ganadora ha declarado sobre esas reformas, que serán analizadas en un marco de apertura al diálogo y en la modalidad de parlamento abierto y de que no se afectará a nadie, con lo tranquilizó los mercados en su momento. Veamos la reacción al anuncio de que de las primeras reformas de su mandato será la relativa a una profunda transformación al Poder Judicial.

Confiamos en que el presidente López Obrador saldrá con una gran popularidad y que no le hará difícil a la presidenta Sheinbaum su gestión, quien tiene la oportunidad histórica de fortalecer la libertad y la democracia.

La democracia es el gobierno de las mayorías que respeta a las minorías, sobre todo cuando –como hoy- están formadas por millones de mexicanos que oscilan en un 40% de los votantes. No matemos al pluralismo ni nos rindamos ante la restauración de un régimen de partido único, gobernar solos, con un solo partido, es veneno. 

Los anquilosados partidos de oposición y sus mediocres dirigentes, que son repudiados por los jóvenes ciudadanos principalmente, debieran considerar su transformación en una nueva organización política civil que represente a la oposición. 

El cuidado de nuestra democracia, que es frágil y joven, es responsabilidad de todos, principalmente de quienes gobiernan.

Ningún país la tiene conquistada para siempre.

Urge la concordia, ser opositores no es ser enemigos.

*Pascual Hernández Mergoldd es abogado y mediador profesional.

Contacto: mediador.negociador@gmail.com

X: @Phmergoldd

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