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¿Desencantados con la democracia?
Las campañas políticas ya están con todo. A estas alturas hemos visto candidatos bailando, cantando, hablando con extraterrestres... hasta resucitar. En muchos casos, el circo bien podría llamarse “comedias por un hueso”. Esta elección también tiene otro tinte “espectacular”, al ser la más grande de nuestra historia por el número de electores y por los cargos que se elegirán.
Nos encontramos prácticamente a un mes y medio del día de la votación. En ese contexto, me pareció muy interesante conocer cómo anda nuestro aprecio por la democracia. Conviene recordar que la última edición del Latinobarómetro marcaba que la percepción de la democracia como el mejor sistema de gobierno había ido disminuyendo.
Una reciente encuesta del Inegi y del INE reveló que 65 de cada 100 mexicanos piensa que es preferible esta forma de gobierno a cualquier otra. ¡Qué bueno! Menos mal. Sin embargo, a los demócratas debería alarmarnos que casi el 30% de los encuestados considera que, en algunas circunstancias, un gobierno no democrático puede ser mejor o que le da igual el tipo de régimen en el que vive.
Tal vez por eso no sorprende que 46 de cada cien se encuentren insatisfechos con este tipo de gobierno. Mucho cuidado. Ya sabemos que no hay sistema perfecto, en otras palabras, como ironizaba Churchill, “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”.
Tengo en mente también las palabras de Octavio Paz, quien decía que “una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos”. Él mismo señaló que “sin democracia, la libertad es una quimera”. Casualmente, Paz lo refirió alrededor de estas fechas, varias décadas atrás.
Un valor fundamental de la democracia es la tolerancia y el respeto a las diferencias. Por ello, el Inegi pregunta en este instrumento estadístico si le rentaríamos un cuarto a personas con determinadas características como el color de piel, la religión, la edad, etc.
La gran mayoría ―ojo, que no todos―, alquilarían la habitación a una persona de piel morena, a un indígena, a alguna persona con discapacidad, a algún adulto mayor. Me sorprendió que más personas prefieren abrir el espacio a alguien que no sea de su misma religión que a un ciudadano de un partido político distinto. Así los arriendos en tiempos polarizados.
La misma encuesta nos dice que 7 de cada 10 no se lo rentarían a alguien que fuma marihuana, la mitad no lo haría a alguien que estuvo en la cárcel, y aproximadamente uno de cada cuatro tampoco se lo alquilaría a un inmigrante, ni a una persona con sida o VIH, ni por ser gay o lesbiana.
Pues eso también me parece que, en parte, explica la disminución del aprecio en un sistema, como el democrático, en el que deben caber las diferencias. Solo pongo sobre la mesa, para pensarlo, la manera como cada uno vive la tolerancia y el respeto a las diferencias.
El otro elemento central de un sistema democrático es la participación. Hay que tenerlo presente ahora que se acerca la jornada electoral.
Como lo mencionó el consejero presidente del INE, el doctor Lorenzo Córdova, los avances en materia de cultura cívica ―que sin duda los hay― son todavía insuficientes para aspirar a ser una sociedad democrática madura.
