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Opinión

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Derechos Humanos con “características chinas”

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China promueve su muy particular visión de los derechos humanos y pretende someter a la ONU para adaptarla a las necesidades de su régimen autoritario. Indicios de esto son cada vez más claros y continuos. El régimen comunista chino ha sido acusado de abusos a gran escala contra los derechos humanos desde la sangrienta fundación de la República Popular en 1949, hasta la represión en el Tíbet en 1959, el derramamiento de sangre de la Revolución Cultural, la represión en 1989 contra los manifestantes en la Plaza de Tiananmen y, finalmente, la actual persecución contra los uigures en Xinjiang y los ataques contra la democracia en Hong Kong.

El gobierno de Xi Jinping propone unos derechos humanos donde “el sentido de ganancias, felicidad y seguridad de las personas sean los genuinos fundamentos. En este esquema la prosperidad económica y el nebuloso concepto de “felicidad” reemplaza a indicadores más concretos como las libertades de expresión, religión y asociación, así como la igualdad racial y de género. También la idea de “seguridad” se eleva a una prioridad de derechos humanos. Así, desde el punto de vista chino, un espectacular crecimiento económico y el eficaz combate “al terrorismo” justifican cualquier medio utilizado para obtenerlos porque dejar de ser pobre y estar “seguros” son los mejores derechos humanos.

No en vano la ONG internacional Human Rights Watch denuncia en sus informes anuales cada vez con mayor ahínco los ataques del gobierno chino contra el sistema global de protección de los derechos humanos. China planea, al redefinir los derechos humanos para incluir como esenciales en ellos la seguridad económica y física, competir con las democracias liberales por el campeonato de la “superioridad moral” implícita en la protección de estos paradigmas y así deshacerse de la “interferencia en los asuntos internos de otros países bajo el pretexto de defender las libertades y las garantías individuales interpretados desde la óptica occidental”.

Evidentemente, esta formulación china es atractiva para todos los gobiernos abiertamente autoritarios o con inclinaciones en ese sentido poque “legitima” la idea de suprimir derechos civiles y políticos en favor de un énfasis centrado en el desarrollo. Justo en el centro del empeño de China dentro de los BRICS y el Sur Global se encuentra la idea de enseñorear estos nuevos y abominables conceptos.

Xi quiere un liderazgo mundial alternativo donde ideas como los derechos humanos o la democracia procedentes de los países occidentales se descarten. Según esta lógica perversa, China y otros muchos países del orbe tienen una cultura supuestamente poco afín a los ideales liberales. Lo reiteró el dictador chino hace un par de semanas al recibir con bombo y platillo al sátrapa sirio Bashar al-Assad, responsable de innumerables y atroces crímenes de guerra y contra la humanidad. Junto a él invitó (una vez más) a la comunidad internacional a “no copiar el modelo de otros”, sino elegir “su propio camino de desarrollo de los derechos humanos basado en sus particulares antecedentes históricos, patrimonio cultural, condiciones nacionales y necesidades reales”.

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