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Compendio de malas decisiones financieras (Parte 1 de 2)

En estos días he estado pensando mucho en las malas decisiones financieras que cometen las personas, que los meten en serios problemas. Por eso escribí la semana pasada una columna sobre cómo comprar casa sin sacrificar tu estabilidad financiera: es una decisión financiera muy importante y por eso hay que tomarla bien.
La semana pasada me llegó un caso muy ilustrativo de una persona a la que le fue muy bien durante muchos años. Pero un día la música se acabó y vio que todo lo que había construido eran deudas y no inversiones, al grado que su patrimonio es negativo. No voy a hablar de eso hoy, porque es muy reciente y no quiero ser irrespetuoso con alguien que me lee y que está sufriendo. Algún día les contaré.
Así como esos, a lo largo de los años me han llegado muchos casos tristes, de personas que tomaron decisiones sin pensar en las consecuencias, o sin conocer las características del producto que estaban contratando. Aquí algunos ejemplos:
1.- Javier contrató un crédito de nómina que su banco le ofreció en el cajero automático, cuando estaba retirando efectivo de su cuenta. Le ofrecían tres meses de su sueldo y le pareció interesante usar parte de esa cantidad para irse de vacaciones.
Así que lo contrató sin conocer a detalle las condiciones del producto, ni siquiera tenía clara la tasa de interés y otros costos (que resultaron ser muy elevados).
Javier no necesitaba tanto, entonces intentó hacer un pago anticipado pocos días después de que el monto del préstamo le había sido abonado a su cuenta.
Para su sorpresa, no se lo aceptaron. El producto no permitía pagos parciales anticipados a capital (únicamente se podía hacer una liquidación total anticipada después de tres meses, no antes).
Al final no lo usó, y lo terminó pagando tan pronto como fue posible. Pero su decisión en el cajero automático, le costó tres meses de intereses, más IVA, más seguros y otros costos.
2.- José decidió invertir su dinero y fue a una casa de bolsa poco antes de la pandemia. Le hicieron un cuestionario de perfilamiento y con base en los resultados, le recomendaron una cartera diversificada. Firmó todos los contratos e hizo su depósito.
Se fue de espaldas cuando vio que tres meses después, el valor de su portafolio era 20% menor a lo que había depositado. Se enojó mucho, insultó al promotor quien intentó calmarlo, sacó su dinero e incluso intentó demandar a la institución financiera, porque su trabajo como “expertos” en inversiones era hacerlo ganar, no perder.
José es una de esas personas que invirtieron sin entender en qué estaba invirtiendo, sin comprender el rendimiento esperado de su portafolio así como la volatilidad asociada. Los mercados financieros a veces tienen movimientos fuertes hacia arriba y hacia abajo: eso es natural y es parte de las inversiones.
De hecho, en este caso, poco tiempo después se recuperaron y retomaron su tendencia alcista. Pero José no se recuperó, porque se asustó y decidió vender justo en el peor momento.
Primera regla de las inversiones: nunca inviertas dinero en algo que no entiendes cómo funciona, cuál es el rendimiento esperado, la volatilidad y las caídas máximas históricas que ha tenido ese portafolio. Desgraciadamente las instituciones financieras (incluyendo muchos asesores independientes de inversión) no proporcionan estos datos de los propios productos o carteras de inversión que promueven.
3.- Paco me contactó porque la aseguradora no quería pagar el seguro de vida de su esposa, recientemente fallecida. Resultó que era una póliza de muerte accidental y ella había muerto a causa de una enfermedad, por lo cual su caso no estaba cubierto por el mismo.
Un caso más de no saber lo que uno está comprando (y también de comprar un producto que a uno le venden, pero que no cubre sus necesidades).
Ya se me acabó el espacio y apenas llevo tres casos que ilustran lo importante que es tener cierta educación financiera y un poco de sentido común, que resulta ser el menos común de todos los sentidos. En la siguiente entrega relataré otros más.

