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Opinión

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Autoritarismo vs. Educación

Lucía Melgar

El cierre del Programa de Escuelas de Tiempo Completo (PETC) es un eslabón más en la cadena de ataques contra la educación con que se busca desde el gobierno encadenar el pensamiento crítico y clausurar la posibilidad de desarrollo personal e intelectual de la infancia y la juventud, además de seguir obstaculizando la búsqueda de autonomía de las mujeres. Como si no bastaran el cierre de estancias infantiles, la disminución de recursos para refugios, la eliminación del Progresa y el acoso continuo a las instituciones de educación superior, el afán autoritario se vuelca ahora contra un programa educativo que beneficiaba a los niños y niñas y a las madres trabajadoras de zonas marginadas.

 Aunque de nuevo se ha usado el argumento de la lucha contra la corrupción para destruir este programa que, como cualquiera, podía ser perfectible, la lógica gubernamental cae por sí misma puesto que este recorte, según se ha anunciado, se destinará  al cuestionado programa La Escuela es Nuestra (LEEN). Si bien muchas escuelas carecían de instalaciones dignas, la manía de destruir lo existente para sustituirlo con una medida mal diseñada nos dejará sin escuelas dignas y con brechas educativas más anchas.

Como sugieren el "extravío" de al menos 573 millones de pesos destinados a LEEN, documentado por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), y los testimonios de docentes y familiares engañados por falsos ingenieros y "servidores de la nación" cómplices, que han dejado obras a medias o mal construidas, inservibles (Proceso, 13 marzo), este programa es una vía más hacia el abismo de opacidad en que se "pierden" recursos tan escasos y necesarios para las comunidades más precarias: carece de procedimientos formales para asignar las obras, de supervisión de calidad y administración por parte de la SEP o de Bienestar, negligencia o ineptitud injustificables.

Si ya la corrupción creciente es inaceptable, desviar fondos públicos destinados a la alimentación y mejor educación de más de 3.5 millones de niños y niñas es atentar contra el derecho humano a la educación, la salud y la vida digna de éstos, aumentar la pobreza que se dice combatir y añadir más dolor a familias que ya han enfrentado la devastación de la pandemia y sus nefastas implicaciones. Si ya el confinamiento y la pésima opción por la "televisación" educativa que dejó solos a millones de estudiantes, imponen un retraso de meses o años de aprendizaje (M. Gil Antón, Colmex), el cierre de ETC ahondará aún más la brecha educativa: las/los estudiantes perderán horas de escuela y pasarán (más) hambre. Algunos o muchos dejarán de estudiar. ¿Ésta es la estrategia contra el atractivo del crimen organizado?

Como afirma Marco Fernández, investigador del ITESM, "no hay lógica educativa en el cierre de ETC". La lógica parece ser política o más bien antipolítica, si pensamos en el contexto de continua hostilidad gubernamental hacia las universidades, fuente de investigaciones y pensamiento crítico, y la degradación de la SEP. En vez de concebirse como verdadera palanca para el crecimiento del país, desbaratando el aparato corporativo, mejorando la calidad de los libros de texto y ampliando las actividades formativas en los planteles, se abandona cualquier aspiración a la excelencia en favor de la ignorancia y la simulación. ¿Bastan 4 horas de clase en las primarias públicas?

La educación no es por sí misma una vía de liberación: puede ser dogmática y autoritaria, contribuir a la obediencia y a la sumisión, des-educar y de-formar. Ésa es la que fomentan los regímenes autoritarios que prefieren poblaciones ignorantes o poco informadas, estudiantes que memoricen y no adquieran la capacidad de pensar por sí mismos. A esto parece apostar un gobierno que le niega mejores condiciones educativas a las infancias más precarizadas, sigue burocratizando la labor docente y desdeña a especialistas que desde hace tiempo señalan la catástrofe y ofrecen soluciones para alcanzar un futuro viable, con menos desigualdades y menos injusticia social. 

Lucía Melgar

Es profesora de literatura y género y crítica cultural. Doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad de Chicago (1996), con maestría en historia por la misma Universidad (1988) y licenciatura en ciencias sociales (ITAM, 1986).

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