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Opinión

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Aniv. de la Rev.

Hoy celebramos el CII aniversario de la Revolución Mexicana, conmemoración cuyo enunciado aparece en algunos calendarios de manera abreviada sustituyendo al santo que se celebra (San Edmundo). Es costumbre entre algunas familias mexicanas ponerles por nombre a sus hijos el del santo que se honra el día de su nacimiento. Un matrimonio yucateco que tuvo un hijo en un día como hoy consultó el almanaque para saber el santoral de la fecha y proceder al bautizo del bebé. El hoy adulto se llama Aniv. de la Rev. Amaya Majev, vive en Mérida.

Pero no me voy a clavar en esta verídica anécdota onomástica. Pretendo comentar el inicio del primer movimiento social del siglo XX y sus causas, para ello recurriré a mis precarios conocimientos que reforzaré con transcripciones de lo que estudiosos del tema han escrito.

La Revolución Mexicana comenzó con el Plan de San Luis, que no fue redactado en San Luis Potosí, aunque este fechado en la capital de dicho estado. En realidad don Francisco I. Madero lo escribió en la ciudad estadounidense de San Antonio, Texas, lugar donde se refugió tras estar preso en la precitada capital tunera.

Durante su estancia en Estados Unidos, en lugar de hacer los trabajos que ni los negros querían hacer, Madero se dedicó a redactar el susodicho plan: una convocatoria al pueblo de México a levantarse en armas para desconocer la reelección de don Porfirio. En éste se proclamaba –artículo 7- que la fecha para iniciar el levantamiento armado sería el 20 de noviembre a las 6 de la tarde. Con esto, el señor Madero ponía sobre aviso a la policía de don Porfirio, le daba el santo y seña de la conspiración, le proporcionaba no sólo el día, sino hasta la hora de la insurrección. Don Panchito era un hombre bueno, ingenuo y bien intencionado, y ya lo dice el refrán: Caballo demasiado grande tira a penco, mujer demasiado coqueta tira a puta, hombre demasiado bueno tira a pendejo .

El historiador Jean Meyer, en su libro La Revolución Mexicana comenta que la I. de Francisco I. Madero era la inicial de inocente, según la ironía de sus enemigos .

Las aguas mansas

El novelista Mariano Azuela, contemporáneo a los albores de la revolución e iniciador del movimiento llamado La literatura de la Revolución Mexicana , escribió en un texto titulado La fiesta de las balas : La última década de la administración porfirista discurría quieta como un río de aguas mansas. Nadie se daba prisa a nada porque nada era urgente ( ) Los mexicanos de aquellos tiempos disfrutábamos de plenas garantías en nuestras personas y nuestros bienes, la paz reinaba sobre la tierra. Quiero decir con esto que la vida era mortalmente fastidiosa ( ) Pero lo que se estanca se pudre y México olía a lo que hieden esas pobres viejas prostitutas que quieren detener el tiempo con pinturas y perfumes.

Con rigurosa verdad se ha dicho y se ha repetido hasta el fastidio que la quietud y la paz de México era la quietud y la paz de los panteones.

Desde que comenzó la Revolución en 1910, yo, como muchos millares de mexicanos ya no hemos vuelto a tener tiempo para aburrirnos y por ello bendigo a Dios. Cuantos anhelábamos que México siguiera viviendo, queríamos su renovación y eso explica suficientemente cómo todos los mexicanos entre quince y cuarenta años, con buena salud y unas migajas de quijotismo en el alma, a la primera clarinada de Madero nos hayamos puesto en alerta y en pie. ¡Una locura la de Madero! Sí, pero con locuras se han descubierto continentes y conquistado países .

De nuevo cito a Jean Meyer (mientras acude o no a la cita yo transcribiré): Cuando Madero se lanzó contra el régimen momificado fue el corazón y no la razón quien decidió. Se puede desde ahora multiplicar las objeciones contra el maderismo, pero no se comprenderá fuera de su atmósfera onírica. Francisco I. Madero razonó contra todo el mundo. Su análisis es el de una audacia. Su <> viene de ahí y no de otra parte. Es una locura razonable .

El servilismo

En opinión de don José Fuentes Mares: Entre 1900 y 1910, el ambiente político fue sin duda irrespirable. En cuanto don Porfirio sugería el propósito de retirarse manifestaciones cuidadosamente orquestadas recorrían las calles de la capital, en solicitud de su gracia para seguir en el poder. De esas manifestaciones, verdaderas rogativas indígenas con la figura del santo en andas, abundan informaciones en los periódicos de aquel tiempo .

Lo anterior lo escribió el historiador chihuahuense en su libro Biografía de una Nación para con ello ilustrar una de las causales del hartazgo que provocó don Porfirio en la población. El libro fue publicado al terminar el sexenio de José López Portillo, aludo este detalle para contextualizar el párrafo que transcribo: Ahora no se da el bochornoso espectáculo porque todos entienden que el presidente ha de marcharse al terminar el sexenio, aunque sí recoja en ese lapso su cosecha de abyecciones, superior a la del general Díaz en su largo reinado .

Antes del texto aquí reproducido, con buen sentido del humor, el maestro Fuentes Mares, critica la servil costumbre que permanece hasta nuestros días de bautizar obras, calles y servicios con el nombre del gobernante en turno. Al leerlo, no pude evitar acordarme de Arturo Montiel, que cuando fue Gobernador del Estado de México impuso su nombre, de manera grotesca, a varias obras. Así tenemos que hay un libramiento vial llamado Arturo Montiel, la calle Arturo Montiel, el bulevar Arturo Montiel y el centro médico Arturo Montiel Rojas. Por cierto en Chalco el Gobernador Montiel inau­guró el Centro de Desarrollo Infantil Maude Versini de Montiel, cuando la francesa era su esposa, una vez divorciados la expareja vive una tortuosa relación. Me pregunto si el Centro de Desarrollo Infantil aún se llama así o, bien, si la influencia de don Arturo en el gobierno que lo sucedió hizo posible que le cambiaran de nombre o, cuando menos logró que lo rebautizaran: Centro de Desarrollo Infantil Maude Versini ex de Montiel.

Porfirio, Plutarco y Peña

En la lógica del lector, el apellido del actual Presidente electo –Peña- brinca junto a los nombres del dictador Porfirio (Díaz) y del jefe máximo Plutarco (Elías Calles). Los tres personajes tienen en común algo más que la letra P, los dos primeros de su nombre y el tercero de su apellido.

La idea de esta trilogía surgió en mí al leer en el precitado libro de Fuentes Mares: El Porfiriato, como régimen cesarista, tuvo sentido entre 1876 y 1890, o sea mientras fue preciso tener en un puño a cuantos generales cobraban deudas atrasadas por sus servicios a la patria durante las guerras de Intervención e Imperio, tal y como en 1929 fue necesario el Partido Nacional Revolucionario –fundado por don Plutarco- para disciplinar a los levantiscos acreedores del movimiento de 1910 .

¿Por qué metí a Enrique Peña Nieto en el trío? A eso voy: Tengo la percepción de que con la reestructuración de la Secretaria de Gobernación con la que se fusionará la Secretaría de Seguridad Pública como lo anunció hace algunos días, Peña Nieto logrará atemperar el poder que han desarrollado los gobernadores, so pretexto del federalismo, pero más que nada por la debilidad que le dieron a esta importante instancia de poder los panistas que ya se van.

La desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública para que Gobernación ejerza sus funciones es dotar de dientes a Bucareli para que en el interior del país predomine la política que marque el Jefe del Ejecutivo; para acabar con los cacicazgos locales que, entre otras cosas, han propiciado el auge de la delincuencia.

Si el proyecto del Presidente electo es bien aterrizado en las determinaciones legales y operativas la malograda lucha en contra del crimen organizado de Felipe Calderón será cosa del pasado y surgirá una nueva estrategia más efectiva. Urge acabar con el baño de sangre. Es impostergable la vuelta al orden.

Oí por ahí

El hombre que trata a las mujeres como princesas es aquel que fue educado por una reina.

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