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Impacto de la prohibición desde la perspectiva de políticas de salud pública y riesgos sanitarios de productos ilícitos

B.C.
Por: Luis F Hernández Lezama
La visión clásica de la salud pública es todo aquello que el gobierno lleva a cabo en beneficio de la salud y el bienestar de la sociedad, son acciones que rebasan la atención de problemas individuales y su impacto se ve reflejado en mejores condiciones colectivas y sociales. Las políticas públicas traducen estas acciones en responsabilidades de gobierno y orientaciones a los individuos en su beneficio personal y colectivo, tomando a veces la forma de normas, reglamentos o inclusive leyes que se incorporan al pacto de actuación individual y colectivo con el objetivo de una mayor y mejor protección.
Las políticas en esta dimensión requieren de una muy clara identificación de los orígenes de la necesidad que provoca y definición de las medidas propuestas para su manejo y control. La ventaja de la definición de políticas es que éstas se pueden reformular, transformar, mejorar, profundizar y aun eliminar. Todo depende de los efectos que tengan y del adecuado e inteligente establecimiento de indicadores de proceso e impacto que se definan. Por ejemplo, para la conducta de fumar se han establecido leyendas precautorias que han evolucionado a imágenes disuasorias, e incluso en medidas para ocultar de la vista marcas y productos. Todo indica, con base a la evidencia acumulada, que dicha conducta está determinada por condicionantes sociales, psicológicos y culturales que hacen, sino imposible, muy difícil su erradicación.
En ese contexto, la ciencia y la tecnología han desarrollado innovaciones promovidas por la propia regulación o por la conciencia de la sociedad que apoyan los objetivos de la política de salud. Es decir, el objetivo no es la erradicación de la conducta, sino la minimización de los efectos que tiene en la salud de quien la realiza y a veces en personas a su alrededor.
Como dijimos, las políticas de salud pública no están dirigidas a sujetos o individuos en lo particular, son medidas que buscan beneficios sociales al minimizar el riesgo que una actividad, conducta o producto produce en lo colectivo a partir de actos individuales.
Las innovaciones tecnológicas para impactar la conducta de fumar han sido un medio de gran valor en países con una fuerte, científica e inteligente gestión, quienes documentaron que todas las medidas de erradicación del tabaquismo de cigarros de combustión requerían enormes esfuerzos de educación, disuasión, compensación y un sinnúmero de acciones a muy largo plazo y constancia. En consecuencia, adoptaron tecnologías para minimizar los riesgos de esta actividad. Desde la más básica como envolver el tabaco en bolsas para no fumarlo y permitir el acceso a la nicotina, cuyo riesgo es infinitamente menor, hasta las electrónicas de calentado y sublimación de líquidos para simular la conducta de fumar eliminando para sí y los que los rodean el verse expuestos al componente de riesgo primario de fumar, el humo que se genera con la combustión; sin humo no hay alquitrán, no hay monóxido de carbono ni los otros miles de compuestos cuya toxicidad conlleva los riesgos ampliamente descritos en la literatura científica.
Sin embargo, la tarea no termina, ya que al mantenerse vigente la conducta exploratoria de fumar los jóvenes seguirán incursionando en ella y una pequeña parte se enganchará ya sea con las nuevas alternativas o con la tradicional forma de productos de combustión, de ahí que algunos países optaran por restringir el acceso con medidas radicales como la prohibición.
Nueva Zelanda es uno de estos casos, aun con su fuerte tradición científica. Después de prohibir el uso de productos alternativos al cigarro retomó la práctica de acciones de regulación y reconoció las dificultades de la implementación de medidas de control por su bajo impacto y fácil perdida de eficacia llevando la disposición al mercado negro de productos. Hoy con una eficaz gestión de acciones está profundizando no solo en la regulación de contenidos y operación de nuevas generaciones tecnológicas, sino en la posibilidad de incidir en la accesibilidad de los usuarios por edad y mecanismos de control para proveedores, lo cual sin duda traerá un cambio cultural y social en la conducta de fumar sin la pérdida o violación de los derechos humanos.
Otros países como Suecia o Inglaterra, dada su añeja tradición científica y liberal en materia regulatoria y de respeto a los derechos humanos, adoptaron desde un inicio los principios de manejo de evidencia y generación de conocimiento para fundamentar la toma de decisiones. Esto se ha traducido en severos impactos que han logrado la disminución de sus índices de fumadores, pero sobre todo menores tasas de enfermedades asociadas al tabaquismo, que al final es el objetivo primordial de las políticas de salud pública.