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No estamos tan lejos de la jornada laboral de 40 horas
El debate sobre reducir la jornada laboral parte de la idea de que México trabaja 48 horas semanales. Sin embargo, la ENIGH destaca que el promedio nacional es de 44 horas con 28 minutos; en varios estados, un esquema de 40 horas, incluso, no se ve como algo tan lejano.
La reducción de la jornada laboral se volvió parte de la agenda pública en los últimos meses. El gobierno presentará una propuesta para pasar de 48 a 40 horas semanales en los próximos cinco años, además el tema se ha discutido en foros públicos, medios de comunicación y redes sociales con la intensidad que suele acompañar a cualquier cambio legal de gran alcance.
Lo que pareciera que se trata de proyectar es que un país entero que trabaja seis días a la semana, ocho horas diarias, se prepara para perder un día laboral completo. Desde esa narrativa, el salto parece enorme, con riesgos que van desde una baja en la productividad hasta un aumento en los costos para las empresas.
Pero hay otra mirada sobre el tema. Los datos de la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), publicada hace unos días, ofrecen una imagen diferente. El promedio nacional de la jornada laboral es de 44 horas con 28 minutos semanales, lo que significa que para el trabajador promedio el ajuste sería de poco menos de cuatro horas a la semana, no de ocho.
Este dato puede ser clave, pues no sólo matiza el dramatismo con el que se presenta el cambio, sino que abre la puerta a pensar que, para buena parte de la fuerza laboral, la transición a 40 horas no sería tan disruptiva como se cree. El reto seguiría siendo importante, pero quizá no tanto en la dimensión de tiempo trabajado como en la capacidad de reorganizar procesos y mantener —o mejorar— la productividad.
De hecho, la fotografía estatal confirma que la distancia a las 40 horas no es la misma en todo el país, de ahí la importancia de enfocarse en las diferencias regionales, como se ha alertado en los foros públicos de la STPS.
Hay entidades donde la jornada promedio apenas rebasa ese umbral y otras en las que todavía se superan con holgura las 45 horas. Esta disparidad sugiere que la reducción legal no tendría un impacto uniforme y que su implementación podría adaptarse mejor si se toma en cuenta la diversidad de realidades laborales que hay en el territorio mexicano.
De acuerdo con la ENIGH, estos son las entidades, en promedio, con la jornada semanal más corta:
- Guerrero – 40:34
- Oaxaca – 40:59
- Michoacán – 41:29
- Zacatecas – 42:02
- Nayarit – 42:02
En tanto, los estados que trabajan más horas a la semana son:
- Estado de México – 47:02
- Quintana Roo – 46:31
- Nuevo León – 45:51
- Coahuila – 45:15
- Puebla – 45:01
Es cierto, la ENIGH no suele ser la referencia principal en las discusiones laborales; la ENOE acapara esa función y ofrece cifras distintas. La primera mide, entre otras cosas, las horas que efectivamente dedican cada semana las personas subordinadas a su empleo principal, mientras que la segunda captura con más detalle la condición de la ocupación, pero no nos dice el promedio de la jornada laboral en todo el país, ni tampoco cuántos trabajos tiene una persona asalariada.
Por supuesto, las cifras promedio esconden diferencias profundas. No es lo mismo una jornada de 40 horas con protección social y salario digno que la misma cantidad de horas en un empleo precario. Tampoco es lo mismo aplicar el cambio en una industria con alta rotación y necesidad de cobertura continua que en una oficina donde el trabajo se puede organizar por objetivos. Los estados con las jornadas más y menos largas del listado son una muestra de ello.
Sin embargo, la utilidad de este dato está en que cambia el punto de partida del debate. Si la realidad es que buena parte del país trabaja menos de 48 horas, entonces la transición hacia 40 horas podría diseñarse de manera más gradual, focalizada y realista, considerando que no todos los sectores ni todas las regiones parten del mismo lugar.
Esto no quiere decir que la reducción de la jornada esté resuelta ni que pueda aplicarse sin ajustes. Pero sí invita a repensar el dramatismo con el que se ha presentado el tema. Para buena parte del país, la meta de 40 horas está más cerca de lo que parece. El reto, más que reducir el tiempo de trabajo, es garantizar que éste se traduzca en mejores empleos y mayor bienestar... y eso aplica para cualquier esquema de horas en el que se labore.

