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Más de 5 horas de pantalla afectan el bienestar en México: OCDE

Aunque el uso excesivo de dispositivos electrónicos afecta el bienestar, pesan más las condiciones de vida de las personas, sobre todo en contextos de falta de sueño, poca actividad física e inestabilidad económica.

Pasar más de cinco horas al día frente a pantallas para uso personal se asocia con peores resultados de bienestar en un grupo de países que incluye a México, de acuerdo con un nuevo análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). 

El hallazgo, basado en un levantamiento internacional realizado a inicios de 2025, no afirma causalidad directa, pero sí delimita un umbral de cinco horas diarias, a partir del cual aumentan de forma marcada las probabilidades de reportar malestar mental, baja satisfacción con la vida y pérdida de sentido o propósito.

El documento, publicado en diciembre de 2025, se alimenta de una encuesta aplicada en dos ventanas, del 17 al 24 de febrero y del 10 al 17 de marzo de 2025, con 14,611 personas en 14 países.

México forma parte de esa muestra junto con Brasil, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Países Bajos, Japón, Corea, Australia, India y Sudáfrica. En cada país se levantaron poco más de mil entrevistas, salvo India con 1,500.

La OCDE describe la medición como parte de su Digital Well-being Hub, elaborado en colaboración con Cisco, y advierte que el uso de pantallas dista de ser marginal, pues abarca el trabajo, la interacción social, el entretenimiento y una lista creciente de actividades cotidianas.

El análisis busca identificar cómo se relaciona el tiempo de pantalla con el bienestar subjetivo, entendido no sólo como “sentirse bien”, sino como una combinación de salud mental, satisfacción con la vida y percepción de que la vida tiene sentido.

Más de cinco horas eleva los riesgos

El informe estima la probabilidad de caer en resultados “bajos” de bienestar según el nivel de tiempo de pantalla. Esta estimación ha sido controlada por variables demográficas y por factores de estilo de vida.

El “tiempo de pantalla” al que se refiere el documento es el uso personal (leisure), es decir, excluye el tiempo por escuela o trabajo, y contabiliza pantallas como computadoras personales, laptops, tabletas, teléfonos móviles, televisión y consolas de videojuegos.

Con ese marco, el informe compara a quienes usan pantallas de una a tres horas diarias (grupo de referencia) con otros niveles, y encuentra que quienes pasan más de cinco horas elevan de manera significativa sus probabilidades de malos resultados.

En el modelo base, el grupo de alto uso muestra 44% más probabilidades de reportar mala salud mental, 47% más probabilidades de baja satisfacción de vida y 62% más probabilidades de baja eudaimonía (sentido de propósito).

Cuando el modelo incorpora explícitamente la soledad y sus interacciones, el aumento sigue presente (28%, 32% y 47%, respectivamente), lo que sugiere que la soledad modera parte del efecto observado.

El informe también advierte que el vínculo no es lineal. En el modelo base, quienes reportan bajo uso (cero a una hora, combinando “ninguno” y “hasta una hora”) también aparecen con peores resultados en algunas métricas, 45% más probabilidades de baja satisfacción de vida y 41% más probabilidades de baja eudaimonía frente al grupo moderado.

Esta forma de “U invertida” conecta con la hipótesis de un punto óptimo (“Goldilocks effect”), donde el bienestar tiende a ser más alto en rangos moderados y cae en los extremos.

Sueño, actividad y dinero

Un segundo mensaje del informe es que el tiempo de pantalla, por sí solo, no explica todo. La OCDE sostiene que factores socioeconómicos y de estilo de vida predicen con más fuerza los malos resultados. En particular, destaca la privación de sueño, la dificultad financiera y la baja actividad física como los predictores más robustos.

En los resultados, dormir menos de cuatro horas se asocia con un aumento de 1.5 a 2 veces en la probabilidad de bajo bienestar en las tres medidas; estar físicamente activo (medido como caminar al menos ocho veces por semana) reduce entre 21% y 22% las probabilidades de malestar; y “batallar para llegar a fin de mes” eleva las probabilidades entre 1.4 y 2.3 veces, con alguna mediación por soledad.

El problema no es únicamente “usar mucho el celular”, sino cómo el uso de pantallas se combina con condiciones de vida (horarios, estrés económico, sedentarismo) que ya presionan el bienestar. El informe invita a leer el tiempo de pantalla como un síntoma de rutinas y entornos sociales, más que como un botón único de causa y efecto.

Soledad, desempleo y estudiantes

La OCDE identifica grupos donde el riesgo asociado al uso intensivo se vuelve más alto. Las personas que reportan sentirse solas tienen 2.2 veces más probabilidades de mala salud mental, y 5.5 y 5.3 veces más probabilidades de baja satisfacción de vida y baja eudaimonía, respectivamente, frente a quienes no se sienten solas. Además, entre quienes usan pantallas más de cinco horas, la soledad incrementa todavía más la probabilidad de mala salud mental.

El empleo también aparece como un amplificador. Entre personas desempleadas, el alto tiempo de pantalla se asocia con 1.8 veces más probabilidad de mala salud mental; y entre estudiantes, el informe registra un aumento marginalmente significativo de 1.5 veces.

El documento propone que la discusión debe moverse del “cuánto” al “cómo”. Entender la calidad del uso digital, distinguir entre participación activa y pasiva en plataformas, y separar propósitos (entretenimiento, información, networking) para explicar por qué niveles similares de pantalla producen resultados distintos.

También sugiere que se necesitan datos de series de tiempo para diferenciar efectos temporales de tendencias duraderas y acercarse a inferencias causales más sólidas.

El umbral de más de cinco horas de pantalla personal no es un simple regaño, sino un marcador estadístico asociado a peores resultados de bienestar, especialmente cuando se cruza con soledad, desempleo, mal sueño, sedentarismo o estrés financiero.

rodrigo.riquelme@eleconomista.mx

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