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La elección que viene
El posible triunfo tricolor rompería la tendencia de las últimas tres elecciones intermedias, en las que el partido en el gobierno perdió la mayoría en el Congreso.
Se acerca una elección intermedia que apunta a potenciales resultados inesperados.
En realidad, se trata de dos tipos de elección, una federal y otras locales, que obedecen a dinámicas distintas. En el caso de las gubernaturas, los factores que pesan son propios de las condiciones económicas y políticas de cada entidad, de la valoración del gobierno saliente, y del desempeño de los candidatos en campaña. De ahí la volatilidad de escenarios, que hoy son inciertos en siete de las nueve contiendas.
La situación es distinta para la elección federal, donde las marcas de los partidos tienen más peso que los cientos de aspirantes en lo individual. Contrario a los pronósticos, hasta ahora las encuestas prevén una conformación de la Cámara de Diputados similar a la actual, salvo por la fragmentación de la izquierda con la aparición de Morena. Algunas incluso anticipan más curules para el PRI y sus aliados (hoy alcanzan 251).
De confirmarse lo anterior, el voto por el PRI podría tener varias lecturas:
En lo económico, incipientes señales de reactivación (menor desempleo, más ventas en tiendas) y expectativas en el avance de las reformas. En lo político, un desencanto generalizado con los partidos y falta de opciones que entusiasmen.
Además, una oposición dividida siempre ayuda. Por un lado, la crisis del PAN con la pugna de maderistas y calderonistas por el control del partido. Por el otro, la confrontación de las izquierdas, donde irónicamente la escisión de López Obrador está allanando el camino al PRI.
El posible triunfo tricolor rompería la tendencia de las últimas tres elecciones intermedias donde el partido en el gobierno perdió la mayoría en el Congreso. Sin embargo, habrá que tener cuidado. Mal harían el PRI y sus aliados de verlo con autocomplacencia. Hay enormes desafíos por delante.
Para empezar, habrá que administrar las expectativas. La debida implementación de las reformas estructurales tomará tiempo, requerirá determinación política y quizá un acuerdo mayor al alcanzado en la firma del Pacto por México, para no desviar el rumbo.
Y, más importante aún, sería muy grave minimizar el hartazgo popular con la corrupción. La promulgación del Sistema Nacional Anticorrupción es un gran logro ciudadano, que deberá corresponderse con acciones concretas de la autoridad, a fin de recuperar la credibilidad.
Sirva recordar que la última vez que el PRI ganó las elecciones intermedias fue en 1991 y aquello no terminó bien.