Lectura 4:00 min
Ritos de pasaje
Dos cintas disímbolas, pero igualmente grandiosas sobre niñas que ya no lo son tanto.
Foto: Especial
El cine hollywoodense (y en realidad el cine del mundo entero) tiene problemas retratando las historias de niñas convirtiéndose en mujeres. Ahora mismo pienso en A los 13 como uno de los pocos ejemplos del tema.
La adolescencia femenina es diferente a la masculina, aun cuando ambas sean igualmente dolorosas y complejas. Es en la adolescencia que las mujeres aprendemos a resistir o a jugar el mismo juego de género, del “sexo débil”.
Lady Bird de Greta Herwig es una epopeya de crecimiento, una bildungsroman de una niña aprendiendo a ser quien es.
Saoirse Ronan, la protagonista, hace un trabajo estupendo como la fantasmagórica Lady Bird del título. Fantasmagórica porque es cambiante, etérea, y al mismo tiempo muy pedestre. Christine, quien se ha puesto el nombre de Lady Bird para hacerse la interesante, vive con su familia en la zona proletaria de Sacramento. Su padre ha perdido el trabajo y su madre (Laurie Metcalf, estupenda) tiene que trabajar el doble. Christine sueña con Nueva York, pero tampoco es que le eche muchas ganas a la escuela para ganarse una beca universitaria.
Lo mejor de Lady Bird es su sentido del humor. A diferencia de A los 13, Lady Bird no es un dramón absurdo. Es sólo la historia de alguien que está cambiando de piel y pasa por momentos complicados y también otros que de verdad dan risa. Porque eso es crecer: aprender que todos somos unos bufones.
Lady Bird tiene varias nominaciones al Oscar. Herwig, directora y guionista, está en la terna, así como Ronan y Metcalf. La cinta está en la lista de las mejores del año. Me encantaría que Ronan se llevara su estatuilla, a pesar de ser tan joven ha hecho una carrera brillante. Sería genial que Herwig se llevara algún premio, pero creo que tiene en su contra esa avalancha llamada La forma del agua. Ya veremos.
La tragedia de los Getty
Todo el dinero del mundo de Ridley Scott pasará a la historia como la película más rápidamente editada. En un par de semanas Scott y su equipo quitaron al caído en desgracia Kevin Spacey y lo sustituyeron con Christopher Plummer. Lo lograron, el cambio se ve orgánico, no hay costuras en el artificio.
La cinta narra la historia de Jean Paul Getty, millonario que negó todo su dinero a su familia. Un tipo muy extraño, recluido con sus millones. Prefirió crear un museo con su nombre que dejar alguna herencia.
En Todo el dinero del mundo Michelle Williams aparece como la madre de J. Paul Williams III, nieto del magnate, secuestrado en Roma por un grupo armado. El rescate son 17 millones de dólares, una nadería para Getty senior. Bueno, olvídenlo: el millonario se niega a pagar un centavo.
Es una lástima que el guión no le dé más juego a Williams, hace un gran trabajo. Es al mismo tiempo vulnerable, frívola y dolorosa.
¿Es Todo el dinero del mundo una buena película? La verdad es que tiene un final apoteósico, pero para llegar a él hay que pasar por ciertos momentos flojos. Sin embargo creo que debe quedar como una de las mejores cintas del año. Ridley Scott siempre será un cineasta a seguir y aunque a veces decepciona —como con la terrible El abogado del crimen— en este caso está con toda su potencia creativa y narrativa. No hay que perderse Todo el dinero del mundo, un verdadero ensayo sobre la riqueza y la excentricidad de Getty.