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La inundación de productos chinos

Jorge A. Castañeda | Columna invitada
La guerra comercial entre China y Estados Unidos, que venía de tiempo atrás, pero ha cobrado nuevo auge con Trump, puede tener consecuencias mucho más graves —para quienes ni la deben ni la temen— y que van más allá de las primeras implicaciones imaginadas. Si bien los análisis y estudios suelen centrarse en los efectos sobre la economía y las empresas de EU, esta guerra comercial y sus ramificaciones impactarán al resto de las economías —sí, a nosotros también— de diversas maneras.
Una de las consecuencias de esta guerra comercial, en particular de los aranceles a productos chinos en EU, es el desvío de flujos comerciales y la desestabilización que puede causar en economías emergentes, como México, y también en Europa. Con los aranceles estadounidenses en niveles históricos, buena parte de la producción china —especialmente electrodomésticos, electrónicos, textiles y una infinidad de bienes de consumo, así como materias primas como acero y aluminio— ha perdido acceso a su principal destino. Las fábricas chinas, lejos de reducir su ritmo, buscan desesperadamente colocar ese inventario en cualquier mercado disponible. Así, la avalancha de productos que antes cruzaba el Pacífico ahora se dirige a Europa y, sobre todo, a mercados emergentes de América Latina, y sí, a México.
Aquí el problema se agrava. Las empresas chinas, respaldadas por décadas de subsidios y una capacidad instalada casi ilimitada, pueden vender por debajo del costo real. Si China recurre a una devaluación significativa del yuan para mantener su competitividad, el efecto será una espiral global de risk-off, con capitales huyendo de mercados emergentes y una presión deflacionaria que amenaza la estabilidad de industrias locales. Para México y muchas empresas nacionales, esto significaría enfrentar una competencia desleal de proporciones inéditas, justo cuando el país busca consolidar su papel como socio estratégico de Norteamérica.
El impacto ya se siente en sectores como el textil, el calzado y la electrónica, donde la llegada de productos chinos a precios de remate desplaza a los fabricantes nacionales, destruye empleos y erosiona la base fiscal. El gobierno mexicano ha respondido con cuotas compensatorias, investigaciones antidumping y ajustes arancelarios en algunos sectores. Pero estas medidas son insuficientes ante la magnitud del desafío: la presión china apenas comienza y amenaza con desbordar cualquier dique regulatorio nacional.
La Secretaría de Economía debe actuar con visión estratégica. Es urgente reforzar la vigilancia aduanera, cerrar los vacíos legales que permiten la evasión y coordinar políticas industriales que protejan a los sectores más vulnerables. Pero la verdadera solución está en lo regional. Si China convierte a Europa y a los mercados emergentes en su “válvula de escape”, América del Norte corre el riesgo de volverse el próximo vertedero de excedentes chinos.
Por eso, la conclusión es clara: urge avanzar hacia una unión aduanera real entre los tres países del T-MEC. Solo con reglas comunes, controles estrictos y una política comercial coordinada se podrá evitar que la región sea víctima de la sobrecapacidad china y de los vaivenes de una guerra comercial que, lejos de resolverse, amenaza con intensificarse. De lo contrario, el costo lo pagarán las empresas, los trabajadores y la economía de México y nuestros socios. El tiempo para actuar es ahora. Lo que hoy parece una ventaja de precios podría mañana convertirse en una trampa para todo el ecosistema productivo de la región.