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Final de la LNBP en su expresión global
Mientras el NBA Emirates Cup está subiendo de competencia y el basquetbol de la NCAA está en marcha, mi atención se enfocó en algo diferente: la serie final de la Liga Nacional de Baloncesto Profesional.
De hecho, estuve ahí en la noche del 6 de diciembre cuando los Diablos Rojos del México — una de las franquicias de béisbol más queridas del país — en su temporada inaugural como equipo de básquet hicieron historia en la capital ateniense de Veracruz. Los pingos están celebrando su primer campeonato después de derrotar a los Halcones de Xalapa en cinco partidos muy reñidos.
En el juego de cierre, a pesar de estar detrás del marcador durante cuatro cuartos, el equipo del infierno venció a los feroces Halcones. Simplemente, los Diablos aparecieron cuando más necesitaban, con el MVP de la Gran Final Avry Holmes cimentando el triunfo con su triple enceste.
He seguido a los dos equipos como fan. Aunque soy periodista mexicano-estadounidense de California, tuve la oportunidad de ver a los Diablos jugar en casa en el Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera en CDMX y a los Halcones en El Nido de la Universidad Veracruzana. Incluso fui a dos de los juegos de esta serie final y algunos partidos de rondas anteriores antes de este choque de los mejores equipos de la liga.
Sin duda, esas experiencias me enamoraron de la LNBP.
Ciertamente, el ambiente de los partidos mexicanos es diferente al de mis queridos Golden State Warriors en San Francisco. Pero la LNBP superó mis expectativas y me impresionó con la apasionada base de aficionados y la calidad de cada organización. Seguramente, el deporte ráfaga es insuperable en este país, y los partidos que he visto aquí son algo mágico y colectivamente trascendente.
Como ciudadano de México y Estados Unidos, es un privilegio ver el deporte localmente. Me doy cuenta de que la perspectiva glamorosa de la NBA o la NCAA no es lo único que domina el baloncesto en Norteamérica, y tampoco debería serlo. Es un deporte global, con fans de todos los caminos.
Me recuerda que este juego básico de meter el balón en una canasta no se limita a fronteras o nacionalidades. En el caso de los Halcones contra los pingos se exhibió una mezcla de jugadores desde Estados Unidos, Europa y Latinoamérica mostrando sus habilidades y destreza atlética en frente de la República.
Jugadores nacidos en México como Gael Bonilla, una estrella en ascenso de Ecatepec que comenzó su carrera profesional con el FC Barcelona cuando era adolescente y que actualmente es el héroe local de su club de la Ciudad de México, y jugadores como Nikola Jovanovic de los Halcones, un gigante serbio representado por la misma agencia que el dos veces MVP de la NBA, Nikola Jokic.
Más que cualquier otro deporte fuera del fútbol, el básquetbol nos recuerda de la libertad democrática por todos lados, del simple igualitarismo que ocurre cuando se utiliza una pelota para determinar un ganador, sin importar de dónde sea.
Obviamente, esta liga no cuenta con el gran respaldo monetario de la Liga MX. Pero cuenta con el apoyo de la gente que más que nada quiere ver a sus equipos convertirse en campeones. ¿Quién no quiere eso para su ciudad, para su equipo, en cualquier liga del mundo?
Mientras los Diablos Rojos y Halcones luchaban para convertirse en los mejores de la campaña 2024 de la LNBP, sentí la energía del deporte profesional en su mejor forma. Y lo digo con total sinceridad que fue mejor y más entretenido que la mayoría de partidos de baloncesto que he visto en Estados Unidos.
Eso es lo que vi en una arena llena: los mejores aspectos de nuestra sociedad en exhibición, con miles de fans mexicanos aplaudiendo al unísono, juntos. Ahora espero que otros aficionados del baloncesto mundial comiencen a apreciar la creciente cultura del baloncesto en México.