Lectura 3:00 min
¿Economía resiliente?

Los pronósticos para la economía han sido desalentadores desde finales del año pasado. Las cifras recabadas por encuestas de Banxico y privadas, así como los reportes de organismos multilaterales, han bajado sus previsiones de crecimiento de la economía mexicana para el 2025. Las razones son bien conocidas: incertidumbre para la inversión por la reforma judicial, una reducción inevitable en el gasto público tras el despilfarro de 2024, y posibles efectos de los aranceles sobre la confianza. Sin embargo, en las últimas semanas algunos indicadores muestran una aparente “resiliencia” de la economía mexicana que ha superado algunas expectativas. ¿Está realmente mejor la economía de lo que pensábamos?
La principal señal que ha despertado cierto optimismo fue la estimación oportuna del PIB para el primer trimestre del año. Los datos del Inegi presentados la semana pasada mostraron un crecimiento de 0.2% frente al trimestre anterior y de 0.6% frente al mismo trimestre del año pasado. Este crecimiento fue impulsado principalmente por las actividades primarias, que tuvieron un crecimiento de 8.1% contra el trimestre anterior, mientras que actividades secundarias cayeron 0.3% y terciarias 0 por ciento. Sin duda, es una buena noticia: se esperaba un crecimiento global negativo, lo que nos hubiera situado en la famosa recesión técnica con dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo. ¿A qué se debe este crecimiento en las actividades primarias y la caída moderada en las secundarias?
Una hipótesis, respaldada en parte por cifras de EU, tiene que ver con una reacción a los aranceles. Ante la incertidumbre —nadie sabe qué productos, en qué medida y qué países serán afectados— muchos compradores en EU decidieron adelantar compras para evitar pagar aranceles más adelante, anticipando que Trump impondrá algún tipo de medida. Esto se reflejó en el sector secundario y se confirma con el fuerte aumento de las importaciones en el primer trimestre en EU, lo que impactó de forma negativa su PIB. Pero también impacta al sector primario. Hay que recordar que no sólo se trata de productos agrícolas, sino que ahí se contabilizan muchas otras exportaciones mexicanas relevantes como la cerveza. Entonces sí, son buenas noticias, obviamente es mejor crecer que no hacerlo, pero hay que ser cauteloso antes de echar las campanas al vuelo.
El resto de los indicadores publicados recientemente refuerzan un panorama más bien pesimista para la economía. El indicador oportuno de consumo tuvo una caída de 0.1% en marzo frente a febrero; la inversión presentó una caída de 7.8% para febrero respecto al año anterior, y los datos de confianza empresarial van en picada. Los datos de empleo formal tampoco son alentadores: al 30 de abril de 2025, el IMSS reportó un total de 22.4 millones puestos de trabajo afiliados, con una caída de 47,000 durante abril y en el acumulado del año una creación muy por debajo de años anteriores. Todas estas son señales, ya no de una economía en desaceleración, sino una economía atravesando un periodo de contracción.
Hacerse historias para convencerse de que la economía está mejor de lo que sugieren los pronósticos y los indicadores de coyuntura no sirve de nada. Está bien, se entiende que hay que “vender el camello”, pero, ante la situación que enfrenta —y seguirá enfrentando— la economía, se necesitan acciones claras. El Plan México tiene componentes positivos y valiosos, pero, por el momento, carece de acciones concretas que impacten directamente al crecimiento.