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Negación de la Realidad (II)
Parte II
En el llamado Imperio Austro-Húngaro, Viena intentaba gobernar a una población de 50 millones de personas con más de 10 etnias y lenguajes distintos.
En la primera parte de esta serie describí varios casos donde se “quiere tapar el sol con un dedo”, “meter la cabeza en la arena” o “voltear hacia el otro lado”. Mencioné el oscurantismo en Europa Occidental durante la Edad Media causado por el rechazo a la ciencia, la oposición del movimiento Ludista en Inglaterra que se oponía al progreso tecnológico durante la Revolución Industrial y la miopía de la Rusia Zarista y de la dinastía de los Habsburgo en Austria, que en el siglo XIX se opusieron a la construcción de fábricas y vías de ferrocarril. Hice referencia a la Conquista de México mostrando la facilidad con la que Hernán Cortés entró a la ciudad de Tenochtitlán, ante la negación a enfrentar la realidad por parte del emperador Moctezuma. Mencioné el impulso que Inglaterra le dio las exportaciones de opio de India hacia China en el siglo XIX, con el objetivo de llevar té al territorio inglés, dejando del lado el impacto que la adicción al opio tuvo sobre la población china.
Durante varios siglos, Austria fue una de las principales potencias europeas. La dinastía de los Habsburgo reinó por 400 años. La reina María Teresa, emperatriz del Sacro Imperio Romano, que gobernó de 1740 a 1780, sentó las bases para que la ciudad de Viena se convirtiera en un imán de la cultura, atrayendo en los siglos XVIII y XIX a grandes compositores como Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert y Strauss. La activa participación del conde Metternich en la conformación de Europa ante la derrota de Napoleón en 1815 y la formación de la Santa Alianza conformada por Austria, Prusia y Rusia, ayudaron a sostener al Imperio Austriaco por varias décadas más. Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XIX, el imperio de los Habsburgo empezó a enfrentar problemas serios y recurrentes. En 1866 fue derrotada por Prusia e Italia en la Guerra Austro-Prusiana, lo que provocó su ruina financiera. Hungría aprovechó la derrota de Austria para formalizar en 1867 la Monarquía Dual, con lo que se conformó el llamado Imperio Austro-Húngaro. Desde Viena se intentaba gobernar a una población de más de 50 millones de personas con más de 10 etnias y lenguajes distintos. Se decía que “más que una nación, Austria era una colección de propiedades que los Habsburgo habían adquirido en los últimos mil años, a través de un hábil manejo de matrimonios reales y guerras”. Un ejemplo de la complejidad de esta situación se evidenció cuando el imperio finalmente inició a finales del siglo XIX la construcción de vías de ferrocarril. Las recién construidas estaciones de tren ni siquiera tenían nombre, porque nadie se ponía de acuerdo en que idioma usar para denominar a cada pueblo. Aunque el alemán era el idioma oficial, los regimientos militares hablaban diferentes idiomas. El descontento de sus diferentes poblaciones, serbios, croatas, eslovacos, checos, polacos, rutenos y rumanos, se fue exacerbando. La estabilidad aparente se explicaba porque ningún grupo étnico era suficientemente grande para poder dominar políticamente. Austria enfrentaba a principios del siglo XX una situación social inestable con un sistema político y económico en decadencia, pero el gobierno y la sociedad simplemente negaban esa realidad. Como lo comenta Philipp Blom en su libro Los años del vértigo: “La Monarquía Dual vivía en un entorno de doble moral, donde voltear al otro lado hacía que el emblema de la doble águila, cuyas cabezas veían en direcciones opuestas, representara tanto al Estado como a la sociedad”.
En 1914, en Sarajevo, la capital se Bosnia, territorio que había sido anexado por Austria-Hungría en el año 1908, el Archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de Austria-Hungría, fue asesinado. Este hecho se convirtió en el pretexto para iniciar, junto con Alemania, la Primera Guerra Mundial. Años de evasión de la realidad y de mirar hacia otro lado, pretendiendo que se contaba con una población alineada con el gobierno y un ejército bien preparado, se reflejaron en las derrotas del Imperio Austro-Húngaro en esa conflagración, donde sus ejércitos tuvieron que ser rescatados continuamente por su aliado alemán. El Emperador Francisco José de Habsburgo, ignoró su propia realidad y se embarcó en una guerra en la que no tenía posibilidades de salir victorioso. Sobra decir que la derrota, ocurrida en 1918, tuvo un grave costo; el imperio fue divido, quedándose solo con una pequeña de la población y de su territorio, perdiendo la mayor parte de sus insumos industriales. Viena sufrió un crudo invierno en el año de 1920, donde era tal la escasez, que la gente talaba los bosques ante la falta de combustible, mientras que el gobierno tuvo que rematar los muebles antiguos del Palacio Imperial para sostenerse.
En 1918, Alemania perdió la Primera Guerra Mundial, sin embargo, el hecho de que no se haya luchado dentro de su territorio, aunado a la falsa propaganda del gobierno alemán que aseguraba a la población civil que la victoria estaba muy cerca, provocó que el pueblo alemán se negara a aceptar la realidad. El querer “tapar el sol con un dedo”, provocó que el Kaiser Wilhelm II y los estrategas militares Hindenburg y Ludendorff nunca asumieran su culpa y que la República de Weimar, cuyos líderes civiles tuvieron que negociar las condiciones de la rendición alemana y los pagos de reparación de guerra como parte del Tratado de Versalles, fueran obstaculizados y vilipendiados, tanto por la derecha alemana como por la izquierda radical, lo que desembocó en el fin de la joven democracia alemana en el año 1933.
Durante la década de los 30’s, la negación de la realidad por parte de Francia, uno de los países victoriosos de la Primera Guerra, tuvo graves consecuencias. Durante el periodo entre-guerras, este país se caracterizó por una gran inestabilidad económica y política, y una gran polarización de la sociedad. De 1918 a 1939 Francia tuvo una gran rotación de Primeros Ministros y Ministros de Hacienda, ante la recurrencia de crisis financieras. Como lo describe el historiador Jean Meyer, en 1935 se popularizó una canción que dice: “!Todo va muy bien Señora Marquesa! sin embargo, tengo que decirle que fuera de un pequeño incidente, una tontería, por lo demás todo va muy bien”. Esta irónica canción que trata aparentemente de minimizar una serie de eventos que desembocaban en una tragedia, planteaba la negación de la realidad por parte de la sociedad francesa.
La realidad en la Francia de la década de los 30 es que las luchas internas le impidieron avanzar. El gobierno del Frente Popular, encabezado por el dirigente socialista Leo Blum, electo en 1935, intentó llevar a cabo una serie de reformas sociales y económicas que fueron rechazadas. Las fugas de capital y las huelgas se volvieron comunes, mientras que la inflación, la devaluación del franco y el desempleo se agudizaron. La sociedad francesa se polarizó aún más, dejando a un país dividido que fue derrotado durante la Segunda Guerra Mundial por Alemania, en tan solo tres meses.
En México en los últimos años se ha ido gestando una creciente polarización entre los diferentes segmentos de la sociedad. Si queremos salir adelante en esta crisis económica y de salud, la sociedad debe actuar de manera coordinada, entendiendo que aun cuando hay puntos de vista y diagnósticos opuestos, no debemos descalificar a quien piensa diferente. La alternativa de polarizar cada vez más a la sociedad sólo divide a un país ya muy afectado.
En el próximo artículo comentaré sobre la cobarde cesión de Checoslovaquia por parte de Gran Bretaña en 1938 ante la falsa expectativa de la paz y la negación de la realidad por parte del alto mando militar japonés, ante el ataque nuclear en Hiroshima y Nagasaki en 1945.
El autor
Moises Tiktin
Sus opiniones son personales y reflejan su interés en aprender de la historia.