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La palabra del momento
Los pueblos muy castigados por la injusticia tienen más confianza en las personas que en las instituciones .? Juan Domingo Perón*
Los resultados de la pasada elección intermedia de junio encendieron las alertas en los tres grandes partidos nacionales. Si bien el PRI logró afianzar la mayoría legislativa de la mano del PVEM, la novedad fue la fragmentación política y el castigo a la partidocracia.
Destacadamente, Morena y los candidatos independientes capturaron el descontento ciudadano y complicaron las expectativas de los partidos tradicionales rumbo al 2018.
La visión de un potencial triunfo de AMLO o del Bronco empezó a poner nerviosos a los poderes políticos y económicos y la palabra populismo se ha convertido en tópico ineludible. Sin embargo, como acertadamente ha expresado Leonardo Curzio (El Universal, 13 de agosto del 2015), el verdadero problema son las condiciones objetivas que permiten que una expresión política basada en el caudillismo más tradicional tenga tamaña vitalidad .
Efectivamente, las condiciones del país y la erosión de las instituciones no favorecen al PRI, ni al PAN, ni al PRD. Para colmo, las proyecciones hacia el futuro mediato no son halagadoras: débil crecimiento económico, violencia e inseguridad que no ceden, corrupción e impunidad persistentes, desigualdad acrecentada, demora en los efectos tangibles de las reformas, etcétera.
Hay quien piensa que, en este escenario, la ciudadanía desencantada de los gobiernos de centro y derecha votaría por la izquierda, fuerza que no ha gobernado todavía al país.
Ello es probable pero, en un contexto de desencanto generalizado, el riesgo es optar por opciones antisistema. Es el terreno fértil para que una sociedad busque caudillos y crea en promesas de soluciones milagrosas.
La experiencia latinoamericana ofrece lecciones que describe impecablemente Ugo Pipitone*. La socialdemocracia que llegó a los gobiernos de Brasil, Chile y Uruguay lo hizo al amparo de partidos (o alianzas de partidos) relativamente fuertes. En ninguno de los tres casos puede hablarse de crisis de sistema como la que llevó al poder a nuevos líderes populistas en Venezuela, Bolivia y Ecuador . Y no se trata sólo de mayores o menores dificultades económicas, sino también de calidad de las instituciones .
Las alarmas encendidas deberían mover a la acción, más allá de la preocupación. Además del desempeño económico, el reto de los próximos años será recomponer la confianza perdida en las instituciones. En ello va la sobrevivencia no sólo de los partidos, sino de nuestra joven democracia.
* Citado por Pipitone, Ugo. La esperanza y el delirio. Una historia de la izquierda en América Latina. Coedición CIDE/Taurus, 2015. Pág. 205.