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Opinión

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15 años del Anuario de Cine: plataformas y pantallas

Jorge Bravo | En comunicación

Jorge Bravo | En comunicación

Jorge Bravo

A quince años de su primera edición, el Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2024, publicado por el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine, que dirige Daniela Elena Alatorre Benard), ofrece un panorama diverso y contrastante sobre la situación del cine nacional. El compendio documenta cifras y se ha convertido en un instrumento esencial para entender la evolución y retos históricos de una industria que, tras la pandemia, busca su reconfiguración definitiva entre pantallas grandes y plataformas digitales, al tiempo que las salas siguen perdiendo relevancia y los festivales, bastión del cine de autor, enfrentan un preocupante declive de incidencia pública.

Durante 2024 se contabilizaron 240 largometrajes mexicanos en diferentes fases de producción: 36 en rodaje o ya concluidos, 47 en postproducción y 157 terminados. El dato refleja un dinamismo productivo alentador, pero también revela una fuerte dependencia del financiamiento público: 41% de las películas (99) contó con algún tipo de apoyo estatal.

En cuanto a géneros, 59% fueron ficciones, 39% documentales y apenas 2% se repartió entre animación y cine experimental. México tiene narrativas diversas, por lo que preocupa que la animación y la experimentación sean territorios marginales, pese a su potencial artístico y comercial.

La participación femenina presenta avances desiguales. Del total de películas dirigidas por mujeres (58), 57% fueron óperas primas, lo cual sugiere una importante renovación generacional, aunque sólo 17% corresponde a cineastas con más de cuatro largometrajes. La mayoría de estas producciones femeninas (62%) fueron posibles gracias al apoyo estatal, lo cual evidencia la urgencia de mecanismos privados de financiamiento con perspectiva de género.

En 2024 se estrenaron 112 películas mexicanas en salas comerciales. Lograron vender 9.4 millones de boletos, 4.5% del total de entradas vendidas (208 millones). A pesar de una leve recuperación, el cine nacional no logra reconectar con el público. Las cifras de asistencia siguen siendo bajas en comparación con la prepandemia: en 2019 las películas mexicanas vendieron cerca de 30 millones de boletos.

El precio promedio por boleto fue de 70.8 pesos, mientras el ingreso total en taquilla alcanzó los 14,790 mdp. Esta brecha entre producción y consumo plantea preguntas incómodas sobre distribución, promoción y la capacidad del cine mexicano para competir frente a los blockbusters internacionales.

Uno de los capítulos más reveladores del Anuario es el relacionado con las plataformas digitales. En 2024, un total de 32 plataformas ofrecieron contenido cinematográfico mexicano, con 4,090 películas disponibles en catálogos digitales. De los estrenos nacionales en salas, 40 (36%) también estuvieron disponibles en streaming y 15 películas y 53 series se estrenaron exclusivamente en plataformas. La cifra marca una fractura evidente en el modelo tradicional de ventanas: el público se está formando (y deformando) con base en lo que los algoritmos deciden mostrar.

Es evidente que el streaming ha dejado de ser un complemento para convertirse en un actor central. Las plataformas digitales expanden el alcance del cine mexicano y modifican las dinámicas de producción, promoción y exhibición. El reto está en garantizar condiciones justas para creadores y productores, así como preservar la diversidad cultural en un entorno dominado por algoritmos globales.

En 2024 se registraron 7,417 transmisiones de cine mexicano en televisión pública, un canal fundamental para la exhibición no comercial. Sin embargo, muchas de estas emisiones responden a catálogos repetidos y a políticas poco articuladas con las audiencias contemporáneas.

El crecimiento digital también ha cambiado las estrategias de comunicación. Cada vez más películas mexicanas diseñan su lanzamiento desde lo digital. Apuestan a campañas segmentadas en redes, contenidos efímeros e influencers. Este cambio trae riesgos: las películas compiten por visibilidad en una oferta hipersaturada, donde el cine nacional es minoría frente a contenidos anglosajones y franquicias.

México albergó en 2024 253 festivales y eventos cinematográficos. Sin embargo, su impacto cultural está en crisis. Muchos festivales han perdido asistencia presencial y visibilidad mediática. La coexistencia con las plataformas los ha dejado en una zona en la cual no logran posicionar las películas en cartelera ni generan conversación en medios. No obstante, los festivales siguen siendo espacios clave para visibilizar el cine documental, óperas primas y cine hecho por mujeres. Su supervivencia dependerá de su capacidad de adaptarse: menos alfombra roja, más curaduría, innovación y activación comunitaria.

El PIB del cine mexicano en 2023 fue de 20,722 millones de pesos, apenas 0.07% del PIB nacional, un crecimiento de 18.6% respecto al año anterior, lo que confirma una recuperación tras el desplome pandémico. El valor bruto de producción del sector fue de 37,687 millones de pesos, con un gasto en cine por parte de los hogares mexicanos de 35,663 millones (superior al gasto en libros y conciertos).

En términos de empleo, la industria cinematográfica generó 21,579 puestos de trabajo y pagó 6,741 millones de pesos en remuneraciones. Aunque estos números son positivos, se mantienen por debajo de los niveles prepandémicos de ocupación laboral.

Desde 2010, el Anuario ha documentado tres lustros de cambios estructurales. La digitalización, la pandemia, los recortes presupuestales y la transformación del consumo audiovisual han dibujado un panorama en constante cambio. En 2025, el Anuario celebra longevidad y utilidad pública. Su lectura crítica exige más que números: obliga a repensar políticas públicas, descentralizar apoyos y construir un modelo de sostenibilidad integral para el cine mexicano como industria y arte.

El reto es monumental: consolidar la presencia digital sin perder la experiencia de la sala de cine; garantizar equidad de género sin cuotas simbólicas y, sobre todo, lograr que el cine mexicano no sólo sea producido, también visto, valorado y recordado: fortalecer su distribución y exhibición.

Ante pantallas infinitas, lo que queda en la memoria del espectador sigue siendo lo que emociona. El cine mexicano, con todos sus tropiezos y dificultades, tiene mucho que contar.

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Jorge Bravo

Presidente de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi). Analista de medios y telecomunicaciones y académico de la UNAM. Estudia los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, las telecomunicaciones, la comunicación política y el periodismo. Es autor del libro El presidencialismo mediático. Medios y poder durante el gobierno de Vicente Fox.

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