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Narcoliteratura: un reflejo de nuestro tiempo
A veces envuelta en un conflicto de buenos y malos, la narcoliteratura va más allá de eso, es un retrato de la violencia que estamos viviendo no sólo en nuestro país.
Con Adán Barrera en prisión y su reino criminal en pedazos, el agente de la DEA, Art Keller cree que todo ha terminado. Las cosas cambian cuando el narcolíder Barrera escapa, decidido a rehacer su imperio, Keller hará lo imposible para detenerlo.
Ésta es la trama de la aclamada novela El cártel de Don Winslow secuela de El poder del perro ,en donde el autor vierte su conocimiento sobre el tema, producto de años de ardua investigación; una novela impresionante por su veracidad y crudeza, cuyos referentes a la realidad tuvieron que ser mesurados a riesgo de parecer poco creíbles.
Y es que muchos escritores, cuya materia prima para sus relatos es el mundo del crimen, deben exagerar a sus villanos para que la novela tenga un efecto poderoso; Winslow no tuvo este problema, sobre todo porque Barrera es la versión ficticia del Chapo Guzmán.
El cártel es sólo una probadita de la llamada narcoliteratura que ha ido polulando en nuestra cultura, de tal manera que ahora se ha vuelto prácticamente una moda, en medio de series de televisión, narcocorridos, ficción literaria, películas y Kate del Castillo contado su verdad acerca de su encuentro con el Chapo.
Una moda que se va agotando
Para el escritor Emiliano Monge, esta explosión cultural es normal: Lo raro sería que no hubiera narcoliteratura. Es normal que responda a la realidad social. Con lo que no estoy de acuerdo es que tenga que ser de policías y ladrones cuando el problema de fondo es la violencia y no algo de buenos y malos. Creo que cuando es de eso de gatilleros, de personajes pintorescos , no van a sobrevivir muchas de estas novelas a futuro. Algo similar ocurrió en Colombia en los 80 y 90. Y por lo mismo, fueron pocas cosas las que sobrevivieron .
Por su parte, el escritor Sergio González Rodríguez opina que la narcoliteratura se está agotando: Me parece que, en tanto explotación de la épica inversa del tráfico de drogas, ha cumplido ya un ciclo generacional que contempla su declive: tuvo su gestación en el cine mexicano de los años 70 y 80, o en los corridos musicales u onda grupera (de los 70 en adelante); de allí pasó a la literatura y de nuevo al cine y a las series de TV.
Se trata de un fenómeno cultural que se expande en múltiples manifestaciones, que en buena parte se basan y explotan diversos estereotipos y detalles costumbristas, y donde escasea la reflexión crítica y su función se agota en el entretenimiento . Escribir sobre el narco se convirtió poco a poco en una moda y es por eso que mucho se hablaba de la narcoliteratura como género, sin embargo muchos no están de acuerdo.
González Rodríguez (autor de Huesos en el desierto) nos hace una precisión: El término narcoliteratura suele englobar distintos contenidos y procedimientos narrativos que llegan a ser incluso antagónicos, cito los tres más importantes: relatos vinculados en plan de apología al tráfico de drogas; relatos que tratan sobre criminalidad o violencia, donde como telón de fondo está el tráfico de drogas; relatos de contenido sociocultural o político que cuestionan la crisis institucional, el crimen organizado y el delito común.
En mi opinión, más que un género, la primera vertiente configura un subgénero, y la segunda y la tercera por su postura irónica o crítica se incorporan más bien al género convencional de la novela o del ensayo, de la escritura teatral, etcétera. Y, por favor, hay que saber diferenciar: escribir la crítica del tráfico de drogas o reflexionar sobre la narrativa con dicho contenido, nada tiene que ver con hacer narcoliteratura , concluye el escritor, quien está consciente de que hay autores que sí han logrado salir de los estereotipos.
Novelas que no te puedes perder (selección de Sergio Gonzáles Rodríguez)
- Un asesino solitario, de Élmer Mendoza.
- Los trabajos del reino, de Yuri Herrera.
- El poder del perro, de Don Winslow.
- Pasito Tun Tun, de Guillermo Rubio.
- Mi nombre es Casablanca, de Juan José Rodríguez.