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Arte e Ideas

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De mujeres, fuego y cosas peligrosas

En “El idioma analítico de John Wilkins” de su libro Otras inquisiciones, Borges habla acerca de “cierta enciclopedia china” que clasifica a los animales de maneras curiosas, por decirlo así.

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Algarabía .

Por María del Pilar Montes de Oca Sicilia

En “El idioma analítico de John Wilkins” de su libro Otras inquisiciones, Borges habla acerca de “cierta enciclopedia china” que clasifica a los animales de maneras curiosas, por decirlo así, como en “que se agitan como locos”, “dibujados con un pincel finísimo” o “que acaban de romper el jarrón”.

En este texto, Borges demuestra su capacidad para crear una fantasía más; sin embargo, George Lakoff, un intrépido lingüista —dedicado al estudio de muchas lenguas exóticas con el fin de encontrar universales y constantes del conocimiento humano—, usa este pasaje como pretexto para hablar acerca de lo relativo que es nuestro modo de categorizar el mundo y la forma en que éste varía de cultura en cultura, en su libro titulado Women, fire and dangerous things (1979). Él afirma que lo que convierte este pasaje en arte, y no sólo en mera fantasía, es que la sensación que tenemos al leerlo, los de la cultura occidental, es la misma que experimentamos cuando leemos algo acerca de culturas lejanas o simplemente no occidentales.

A continuación ejemplifico lo anterior con dos casos de lenguas de culturas distintas: la lengua australiana casi extinta, dyirbal, y la lengua japonesa.

El dyirbal

En el caso del dyirbal, Lakoff nos dice que siempre que un hablante quiera usar un sustantivo, éste tiene que estar precedido por una variante de una de estas cuatro palabras: bayi, balan, balam, bala, conocidas como “clasificadores”, ya que describen “todos los objetos del universo”.

Bayi va delante de los sustantivos que designen: seres humanos del sexo masculino y la mayor parte de los animales —canguros, muertos, murciélagos, serpientes, peces, casi todos los insectos, la luna, tormentas, arco iris, boomerangs, etcétera.

Balan agrupa a los sustantivos que designan: seres humanos del sexo femenino y cosas peligrosas —ornitorrincos, equidnas, la mayoría de las aves, luciérnagas, escorpiones, grillos, azotadores; cualquier cosa relacionada con fuego y agua; el sol, las estrellas, escudos y algunos árboles—.

Balam precede a aquéllos que designan: cualquier tipo de comida —excepto carne—, todas las frutas comestibles y las plantas de donde provienen, tubérculos, helechos, miel, cigarros, vino y pasteles.

Bala clasifica a: todo lo que no está en las otras tres —partes del cuerpo, carne, abejas, viento, palos de ñame, la mayoría de los árboles, hierbas, lodo, piedras, ruidos y el lenguaje—.

Ésta es una lista con la que Borges se fascinaría pero basta entender un poco la cultura dyirbal, sus concepciones, leyendas y mitos para hacer esta clasificación un poco comprensible.

“Por ejemplo —nos dice Lakoff—, la categoría balan se hace coherente si se resume de la siguiente manera: las mujeres en la mitología dyirbal cuando mueren se transforman en aves; a su vez, el sol es una figura femenina —como en el alemán—, que está íntimamente relacionado con el fuego, que quema y es peligroso, y los azotadores, serpientes, cuchillos, etcétera, también”.

El caso japonés

Por otro lado, tenemos el clasificador japonés: hon. Ésta es una palabra que se usa antes de cualquier nombre relacionado con cosas largas, delgadas y rígidas como palos, latas, lápices, velas, árboles y objetos de ese tipo.

Pero lo genial es que el uso de este clasificador se extiende también a:

• concursos de arte marcial.

• hits y lanzamientos de beisbol.

• rollos de cinta.

• llamadas telefónicas.

• radio y TV.

• cartas.

• películas.

• inyecciones.

Igual que con el dyirbal, a primera vista una clasificación del mundo de este tipo parece imposible si no tomamos en cuenta las extensiones metafóricas que la mente humana puede hacer de cada palabra. Así, las cosas alargadas o con forma de cable pueden tener extensiones que, a su vez, pueden ser extendidas una y otra vez en forma radial.

Así se entiende el caso de la televisión, palabra también precedida por el mismo clasificador hon: largo-cable-cable de teléfono-llamadas-comunicación-difusión-radio/TV. Con respecto a las cartas, la explicación se encuentra en que tradicionalmente las cartas en Japón se enrollaban y metían en una especie de tubos delgados, mientras que en el caso de los combates de arte marcial, se extrapola de que muchos de ellos se practican con espadas. O bien, con las películas, donde la extensión del clasificador reside en la larga cinta de acetato enrollada en una lata.

En estos dos ejemplos podemos ver cómo los sistemas de clasificación de la lengua reflejan diferentes aspectos de la mente humana: cognitivos, empíricos, imaginativos y ecológicos, entre otros.

Para entender cómo los seres humanos categorizan y fragmentan la realidad, debemos, por lo menos, entender cómo funciona la categorización en cada lengua. Los dos casos anteriores son típicos de cómo los lenguajes naturales reflejan los procesos de categorización humana.

Pensamos en español

Existen teorías contrarias —y de alguna manera complementarias— que afirman que es el entorno quien hace ver la realidad de una manera u otra, donde la plasmamos en un idioma u otro. Y otros afirman que es la lengua la que conlleva a ver al mundo de determinada forma. En cierto sentido, los hablantes de una lengua materna piensan y ven el mundo a través de ella: “En nuestro caso, pensamos en español”.

Lo que nos indica todo esto es que la diversidad de lenguas que existe en el mundo marca la diversidad de formas de verlo y entenderlo. No cabe duda de que la perspectiva del mundo de los chinos es muy distinta a la de los zapotecas, y ésta, a su vez, muy distinta a la de los swahilis, y ésta, a su vez... etcétera, etcétera.

María del Pilar Montes de Oca Sicilia es lingüista de profesión; se ha dedicado desde hace más de 25 años a los temas de comunicación y lenguaje y es directora de Algarabía.

Howard Hughes, genio y figura

Howard Robard Hughes Jr. fue magnate, ingeniero, aviador, productor, director de cine y llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo. Nació en una acomodada familia de Houston, Texas. En 1925 dejó la escuela, se casó con Ella Botts Rice y ambos se mudaron a Los Ángeles, donde Howard llegó a ser dueño de los estudios RKO Pictures y logró una exitosa carrera en el cine de Hollywood. Otra de sus pasiones fue la aviación: impuso varios récords de velocidad en vuelo, fundó la constructora de aviones Hughes Aircraft y administró la aerolínea TWA.

Hughes también fue tristemente famoso a causa del trastorno obsesivo compulsivo que padecía: acomodaba los chícharos por tamaños antes de comerlos, y más tarde desarrolló una fobia a los gérmenes, por lo que usaba pañuelos desechables para tocar cualquier cosa. Terminó recluyéndose en varios hoteles —el último, el Princess de Acapulco— y, al morir, el FBI identificó su cuerpo sólo gracias a las huellas dactilares, ya que su larga barba y uñas, además de su extrema delgadez, lo hacían irreconocible.

Encuentra más contenido en: algarabía.com y en Twitter @algarabia

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